viernes, 4 de mayo de 2012

NOVELA - EL MILAGRO DE PUERTO COLOMBIA 10 ENTREGA





Samuel, dado lo imprevisto del viaje, tuvo muchas dificultades para encontrar pasaje en un buque que zarpase de inmediato desde Vigo para Sudamérica. Aún así pudo llegar a Puerto Colombia el 16 de febrero y acercarse al Ayuntamiento donde Lucio Quintana, el Alcalde, le puso al corriente de los actos programados a los que también asistiría el Gobernador Inocencio Chávez. La misa y resto de actos con participación de la ciudadanía tendrían lugar en la mañana y por la tarde, autoridades y el resto de responsables en el proyecto del Santuario, se reunirían en las dependencias municipales para examinar los avances del mismo.
La comida, que precedió a la reunión fue, como siempre, excelente. Los comensales dieron buena cuenta de los manjares que les eran servidos mientras platicaban con ánimo distendido.
Samuel tenía a su lado a Santiago, al que hacía algún tiempo que no visitaba en el balneario de Sabanilla y con el que le agradaba conversar. El porteño había visitado España en varias ocasiones; por eso, la Madre Patria, como acostumbraba a llamarla, solía ser el tema central de la conversación y eso agradaba a los dos amigos que ansiaban regresar a ella, aunque cada uno por un motivo distinto.
Santiago veía en el viejo continente unas posibilidades de progreso que tenía limitadas en su país y pensaba que, llegado el momento, Samuel podría serle de utilidad. Para éste último, algo cansado de su estancia en Colombia, la añoranza era una pesada carga. Su reciente viaje supuso un reencuentro con su mundo de siempre, con costumbres largo tiempo aparcadas y sobre todo con Isabel, aquella hermosa toledana a la que cada día que pasaba recordaba con más vehemencia.

Inocencio Chávez saludó a todos los presentes y pidió a Samuel que, como máximo responsable de las obras, informase de la marcha de las mismas y del plazo previsto para finalizarlas. El arquitecto le respondió que lo más difícil estaba hecho pero aún así, si no surgía ningún problema que las demorase,  no estarían listas antes de dos años. Esta respuesta pareció contrariar al político quien exigió, a todos, el máximo empeño en que el plazo se cumpliese y sobre todo que el presupuesto se mantuviese en las cantidades previstas, aunque fuese necesario prescindir de algunos detalles. Pidió a Obispo y Alcalde que se implicasen en mayor medida en los gastos, ya que su Administración estaba embarcada en otro ambicioso plan al que el Gobierno Nacional daba prioridad absoluta. Todos los asistentes quedaron perplejos cuando el Gobernador les explicó que esos planes incluían, como objetivo principal, la ampliación y modernización del puerto de la cercana Barranquilla.
Como era costumbre, ninguno de los presentes osó contravenir a Inocencio Chávez y ni mucho menos manifestar lo incongruente de aquel proyecto que, sin ninguna duda, tendría consecuencias negativas para Puerto Colombia, pudiendo acabar con la hegemonía de su puerto sobre el  tráfico marítimo de la zona.

16 de julio, en el Santuario Mariano de la Virgen del Carmen no cabe un alma más. En la Plaza, una marea de fieles espera ansiosa a que la misa solemne termine y la Patrona salga del interior del templo para vitorearla y acompañarla hasta su antigua capilla.
Es la primera celebración de las fiestas patronales desde que la Virgen ocupó su santuario. Hasta entonces la fiesta y adoración de la imagen se había realizado en la capilla del Monte Carmelo.
En todo aquel tiempo los porteños  habían establecido la costumbre de  llevarse la comida y pasar un día en el campo.  Después de la misa, en toda la montaña, la música y el baile tomaban el protagonismo. Como es habitual en esos festejos la chicha, el ron y el aguardiente, corrían de  forma generosa, dando lugar a algunos altercados que la policía, siempre pendiente, sofocaba con rapidez.
La Virgen pasará tres días en la gruta, acompañada de la réplica que el Obispo Orestes había hecho traer desde Envigado, siendo llevada de nuevo a la ciudad en el cierre de las fiestas patronales.

Dicen que según te mire la Virgen, así te irán las cosas. Me llamo Yanira y hace ya muchos años que su mirada y la mía se cruzaron. Yo era, aún, una joven llena de ilusiones que reclamaba a la vida que todas se cumpliesen. Me pareció entonces que sus ojos me devolvían una mirada que yo veía cada mañana en el espejo. Samuel me lo recordaba a menudo:
 – Tiene los ojos hermosos como los tuyos, mirada profunda, llena de misterio y melancolía. Como tú, tiene una mirada cálida que reconforta e invita a soñar.
De alguna manera aquella imagen cautivó a los porteños invitándoles a un maravilloso sueño lleno de prosperidad. La aparición de la misma coincidió con el despegue económico de la ciudad y años de bonanza para sus habitantes. El fervor que los porteños sentimos por nuestra patrona no ha desaparecido ni aun cuando el castillo de naipes, que supuso la ampliación del puerto con el nuevo muelle, se vino abajo.
Mi vida puede decirse que ha ido paralela al devenir de Puerto Colombia. Cuando conocí a Samuel, él llenó por completo mis días y mis noches. No quise escuchar los consejos de mi padre y me entregué a aquella aventura sin reservas. Fui muy feliz, tuve toda la felicidad que puede dar la unión entre un hombre y una mujer. De esa unión nació lo mejor y más importante que me ha dado la vida, mi hijo Ramiro. No importa que, como pude comprobar más tarde, ese hijo fuese deseado tan solo por mí y que el hombre que lo engendró nos olvidase pronto a los dos.

Samuel no fue el mismo después de su viaje a España. Apenas habló de su familia y mucho menos (él, que la recordaba constantemente) de su ciudad, Toledo. Se limitó a decir que todo estaba bien y que tanto su empresa, como ahora el Gobernador, le exigían celeridad en su trabajo porque habían otros proyectos que esperaban con urgencia.
A partir de entonces pasaba más horas en el trabajo y cuando estaba en casa se entregaba a la lectura y andaba siempre ensimismado. Aquella pasión que antes nos devoraba a los dos, aquel deseo de estar siempre juntos, abrazados o haciendo el amor, se iba amortiguando, en él, al mismo tiempo que mi cuerpo cambiaba y engordaba con el embarazo. Yo lo atribuía a mi estado pero intuía que los motivos en el cambio de actitud de Samuel eran otros.

jueves, 26 de abril de 2012

NOVELA - EL MILAGRO DE PUERTO COLOMBIA 9ª ENTREGA




 
 
 
 

A principio de enero, Samuel, al abrir la valija procedente de su empresa en España, se encontró con una inesperada convocatoria. Debía ir a Madrid para informar en persona de cómo se iban desarrollando los trabajos del Santuario, de la previsión para terminarlos y analizar otros proyectos que Construcciones de Ultramar tenía previstos en Sudamérica.
La noticia de este viaje no gustó nada a Yanira, que ya se encontraba en su tercer mes de embarazo, y aun menos a Ramiro, que temió que el arquitecto lo aprovechase para no regresar.
Todo lo contrario sucedió en Toledo, donde los padres del arquitecto no cabían en sí de gozo. Teresa hacía planes para la llegada de su hijo y rezaba para que no se volviese a marchar. Nada le había contado Samuel de su vida sentimental pero su silencio y lo prolongado de su ausencia eran detalles suficientes para que una madre, tan unida a su hijo, se afirmase en lo hacía tiempo que sospechaba.

El reencuentro con Toledo y su familia fue mucho más emotivo de lo que Samuel había pensado. En casa, rodeado de atenciones por sus padres, se sentía feliz. Teresa, siempre dispuesta a mimarle como si aun fuese el chiquillo que corría, en pantalón corto, por las estrellas callejuelas de la Judería. Daniel, atento a satisfacer el menor capricho de su hijo, no económico pues el joven disponía de buenos ingresos provenientes de su trabajo, se afanaba en encontrar aquellos libros, material de dibujo o tratados de arquitectura que este no podía hallar en Colombia.
Otra de las cosas que disfrutó el toledano fue del frío de su ciudad. En ésta apenas se superaban los diez grados mientras en Puerto Colombia se rondaban los 30 que con la humedad del ambiente parecían algunos más. Él, criado en el rigor del invierno castellano, siempre soportó mejor las bajas temperaturas que el calor, de ahí que no fuese excesivamente abrigado mientras paseaba por la Plaza Zocodover, lugar ideal para tomar el pulso a la ciudad.
Teresa, veía satisfecha como su hijo disfrutaba de su estancia con ellos y empezó a urdir un plan para que esta fuese lo más larga posible.
El 25 de enero, Samuel cumplía 28 años  y al estar, en esa fecha,  habitualmente fuera de España, hacía algún tiempo que no celebraban en familia su aniversario. Por eso en esta ocasión organizaron una gran fiesta en la que el homenajeado, poco dado a la vida social cuando no estaba en Toledo, se reencontró con familiares y amigos a los que tenía casi olvidados.
Destacaba entre los invitados la presencia de una joven hermosa, de mejillas sonrosadas, larga melena de cabello castaño, de aspecto tímido y porte distinguido que se ruborizó cuando al acercarse a felicitarlo, Samuel, la sorprendió con dos besos en las mejillas. Teresa, que observaba todo lo que hacía su hijo, sonrió satisfecha de aquel encuentro que ella misma había propiciado.
Isabel Serrano Pedraza, era hija de unos amigos de la familia. Su padre, Fernando, ejercía de notario de la Villa y su madre, Lucía, era profesora en el Conservatorio de la ciudad. La joven, además de su belleza física, tenía otras cualidades la hacían candidata a conseguir lo que la sociedad consideraba un buen matrimonio.
Licenciada en Arte e Historia, a sus veintidós años, era de un perfil parecido a Teresa, quien veía con muy buenos ojos que la muchacha pudiese convertirse en su nuera. A la posible suegra, le parecía que Isabel, con su cultura, belleza y desenvoltura, era la mujer ideal en la que su hijo podía apoyarse en la vida y progresar en su carrera.
Samuel no reconoció enseguida aquella doncella que se ruborizaba al sentir sus labios rozándola en sus mejillas. Había visto a Isabel corretear en multitud de ocasiones por su casa o la tienda de sus padres. Sus últimos recuerdos le traían la imagen de una adolescente con trenzas y la cara salpicada de acné, visión que estaba muy lejos de parecerse a la esplendida mujer que ahora estaba frente a él.

En los días siguientes, los dos jóvenes, se vieron con asiduidad y pasearon recorriendo, sobre todo, aquellos rincones que el arquitecto recordaba con mayor nostalgia cuando estaba lejos. Ya no le acompañaba Teresa hasta el Puente de Alcántara, pero eso no causaba ningún disgusto a una madre esperanzada en que, por fin, su hijo caminase por la senda que ella había previsto.
Era durante la noche en la soledad de su lecho cuando el toledano, acordándose de Yanira, se sorprendía al notar que la angustia de la separación era más llevadera conforme pasaban las fechas. No sucedía lo mismo con ella, que iba acumulando lágrimas mientras rezaba porque su amado volviese.

Ignorante de estos hechos y sin pretenderlo, el Obispo Orestes Gaviría, se iba a convertir en aliado de la porteña haciendo efímera la estancia de Samuel en España ya que, por solicitud suya, el arquitecto debía estar en Puerto Colombia antes del l8 de febrero. En esa fecha se cumplía un año de la inauguración del nuevo muelle y de la firma del acuerdo por el que se dio inicio a la construcción del Santuario. Por ese motivo, Su Eminencia, decidió organizar un acto de homenaje a la Virgen. Quería mantener viva la ilusión de los porteños hacia ella y ¿Por qué no? también estimularlos a seguir con sus aportaciones económicas para sufragar los gastos de las obras.
Aunque faltaba mucho para que los trabajos finalizasen, el evento tendría lugar en la Plaza del Santuario hasta donde  la imagen, procedente  del Monte Carmelo, sería traída a hombros de los fieles, en una procesión en la que también participarían las autoridades. Una vez la comitiva estuviese en la plaza se celebraría una misa solemne oficiada por el Obispo, ayudado por los sacerdotes de la diócesis.
En el año transcurrido desde que la Virgen ocupó la capilla en la gruta   de la montaña el fervor por ella había ido en aumento, siendo multitud los porteños y forasteros que habían convertido aquel sitio en lugar de peregrinación. Esto, había hecho pensar al Obispo Orestes en la conveniencia de mantener vivo el culto en aquella capilla una vez la imagen de la Virgen fuese trasladada al Santuario. A tal fin, realizó el encargo de una talla, de menor tamaño, en los talleres de imaginería religiosa de  Envigado, municipio cercano a Medellín.

lunes, 23 de abril de 2012

CELEBRANDO EL AMOR




Lloraba, triste, un corazón
porque su amor se había acabado.
Otro corazón, que le envidiaba,
lloraba su desilusión 
porque, él, nunca se había enamorado.



                                                   Matias Ortega Carmona





jueves, 19 de abril de 2012

CUENTO - HABLANDO CON IRENE




HABLANDO CON IRENE






EL MAR
-      

              Abuelo ¿Por qué miras tanto el mar?- preguntaba la pequeña Irene.
-      Mi  querida nieta  – contestó su abuelo –,  el mar es inmenso  como tu mirada,  tranquilo como tu sueño y también  bravo, como tu cuando te enfadas.
-         Las olas vienen y van y me traen tu recuerdo cuando te tengo lejos, su rumor es como tu risa, entra dentro de mí como la música y da paz a mi espíritu.
-         Abuelo ¿Por qué aquí el mar tiene dos orillas?
-         Verás, mi tesoro, el mar que conoce y baña la costa de multitud de países cuando llegó a Galicia se enamoró de esta tierra, tuvo envidia de los ríos y como estos quiso penetrar dentro de ella.
-         ¿Y el mar siempre es azul? – dijo la niña.
-         El mar es un espejo en el que se mira el cielo, en él se refleja su color que cambia del  nítido azul al gris de la tempestad, puede ser muy bello y también dar miedo hasta encoger el alma.
-         Abuelo, si yo soy como el mar ¿también puedo darte miedo?
-         No, querida mía, tu solo puedes darme amor aunque bien es cierto que podría sentir temor si te viese enferma o sujeta a cualquier peligro, solo eso sumiría mi mar en horribles tinieblas.

Rabindranath Tagore, nos dejó una magnífica obra literaria de la que yo destacaría sus relatos breves. Cuentos que partiendo de una elaborada sencillez exaltan en pocos párrafos todo un mundo de sensaciones en el que predominan los sentimientos.
Respetando estas pautas he llevado al papel una conversación algo imaginaria con esa niña, aun en camino pero pronta a llegar, que será mi primera nieta a la que llamaremos Irene.
Estoy seguro que la innata curiosidad de los niños y mis ganas por enseñarle mi forma de entender la vida, harán que esas conversaciones sean una práctica habitual en la relación abuelo nieta.


Matías Ortega Carmona

Carnoedo 8 de octubre de 2010


domingo, 15 de abril de 2012

NOVELA - EL MILAGRO DE PUERTO COLOMBIA 8ª ENTREGA



 
 
 
 
 

Ramiro, montó en cólera al recibir la noticia. No es que la idea de ser abuelo le molestase pero temía por la indefensión de su hija en una situación como aquella. Desde que supo que los dos jóvenes estaban saliendo la previno, sin que esta le hiciese el menor caso, de las consecuencias que podría tener aquel romance.
El arquitecto no dejaba de ser un extraño en una tierra a la que lo único que le ataba era su trabajo y ella era una joven que empezaba a vivir y a la que su bisoñez, en ese tipo de relaciones, podía pasarle una amarga factura.
Había llorado mucho la falta de su esposa pero era ahora cuando más notaba su ausencia. Pensaba que quizás no fue todo lo riguroso que cabía ser en la educación de la chica, pero había puesto en ello todo su empeño y si no lo hizo mejor es porque ignoraba como hacerlo. Algunas veces se decía que si hubiese sido un varón, quizás, habría sido más fácil. No le preocupaba lo que la gente pudiese murmurar sobre su embarazo pues ser madre soltera, en aquel lugar, era algo más común que extraordinario. No sabía si la culpa la tenían la música, el sol, el mar, o lo idílico del paisaje, pero lo cierto es que la juventud se entregaba al sexo con autentico ardor y nula inhibición. Como consecuencia de ello abundaban las muchachas de Puerto Colombia, Barranquilla, en general toda la zona caribeña, que acostumbraban a ser madres a muy temprana edad.
Su padre se tranquilizó un poco cuando Yanira le explicó la conversación que había mantenido con Samuel aunque las dudas de Ramiro, persistieron al saber que,  en ningún momento, el arquitecto toledano, había planteado la opción del matrimonio.

Las calles de la ciudad lucían engalanadas con guirnaldas y con el típico alumbrado que recordaba  motivos navideños.
A Samuel, que pasaba su primera Navidad en Puerto Colombia, se le hacía muy raro contemplar  aquel decorado soportando el calor tórrido y húmedo del diciembre caribeño, así como ver a la gente en traje de baño, disfrutando de las playas, en lugar de ir tapados con abrigo y bufanda.
Aprovechando las fiestas, habían salido a navegar en su velero hasta una pequeña bahía en la que solían fondear la embarcación. Desde la cubierta, Samuel, observó como la mujer se desnudaba y, cual grácil sirena, se sumergía en aquella agua nítida y transparente. Nadó despacio, dejando que las olas la acariciasen, hasta llegar a la orilla y allí, tendida  en la arena, se rindió al abrazo del sol. Él, viéndola tan hermosa, sintió celos del agua, del sol y por un momento temió que Neptuno, si  realmente existía,  saliese del mar para raptarla y llevarla con él.
Acunados por el rumor del mar y con la única compañía de las gaviotas que  volaban incansables sobre el velero, pasaron el día en aquel lugar. Abrazándose los dos, fundiendo sus cuerpos el uno en el otro, e imitando a las olas que después de entregarse a la arena renacen en su ímpetu para volver a acometerla de nuevo. Las manos de él recorrían aquel vientre, en cuyo interior se desarrollaba una nueva vida, sintiéndose culpable por no tener la misma ilusión que Yanira y también  porque, ese ser, fuese más el fruto de un descuido que un hijo deseado por ambos.

La cena de Nochebuena es el evento  más celebrado en las fiestas navideñas del departamento del Atlántico. Las familias se reúnen en torno a una mesa bien provista de las viandas típicas de la zona: buñuelos, natillas y otros dulces acompañan a  los perniles de pavo o de cerdo y a las sabrosas hayacas (un pastel hecho con masa de maíz, relleno con guisos de carne de res, cerdo y gallina  al cual se le agregan aceitunas, uvas pasas, alcaparras, pimentón y cebolla,  envuelto de forma rectangular en hojas de plátano) tan populares en toda la zona caribeña, e importadas por los emigrantes hasta el archipiélago canario, en España.
Después de cenar la gente sale a la calle y en unión de sus vecinos, mientras brindan por la llegada del Niño Dios, cantan villancicos como: El Zagalillo, A la Nanita Nana o Mamá ¿donde están los juguetes?
La pareja estaba invitada  a cenar en casa de Ramiro. Acudirían también los  familiares más allegados y la joven creyó que sería buen momento para dar la noticia de su embarazo. No es que se sintiese obligada a ello pero pensó que su padre preferiría que fuese ella quien lo contase y no que sus parientes se enterasen de ello viéndola engordar o por los comentarios de la gente.
Esta cena, para Samuel, sería el primer contacto con la familia de su compañera. Hasta entonces sólo había conocido al padre y su relación había sido educada pero tensa desde el primer momento. Los recelos del carpintero de ribera,  por una parte, y la falta de compromiso en la relación que el arquitecto mantenía con su hija, por otra, eran motivo de desencuentro entre los dos hombres.

Con la puesta de sol fueron llegando los comensales: Rodolfo, hermano de Ramiro, acompañado de su mujer Emilia, su hija Susana y Rodi, su hijo menor. Casi al mismo tiempo llegó Cecilia, hermana soltera de la difunta Luz, que había ayudado mucho a Ramiro en los cuidados de su hija, cuando se quedó sin madre y de la que se decía también que, cuando la soledad de la viudez embargaba a su cuñado, le aportaba calor humano en esas horas de amargo desconsuelo. Los últimos en llegar fueron Mariana, una hermana divorciada de Ramiro, seguida de sus hijos, Carlos, Rogelio y Lucy.
La velada fue de lo más distendida; Samuel, que andaba algo preocupado pensando en cómo le iban a recibir los familiares de Yanira, desechó pronto sus temores pues, éstos, haciendo honor a la idiosincrasia de los porteños, lo acogieron y le trataron de una forma sumamente cariñosa.
Después de haber comido y bebido en abundancia, a los postres, la muchacha pidió a todos los presentes que volviesen a llenar sus copas y brindasen por su futura maternidad. En ese momento, Samuel, temió que la noticia provocase algún reproche hacia él. Pensaba que quizás le exigiesen que, un anuncio como aquel, debía ir acompañado de un compromiso de formalización de la relación por su parte pero todos, a excepción de Ramiro que mantenía su semblante serio, felicitaron a la joven pareja y siguieron con la fiesta.


lunes, 9 de abril de 2012

NOVELA - EL MILAGRO DE PUERTO COLOMBIA 7ª ENTREGA




 
 
 

Las obras del Santuario avanzaban a ritmo pausado, adaptándose a la poca prisa que para casi todo ponían los porteños. Era curioso ver como aquellas gentes que se entregaban con autentico frenesí a cualquier acto festivo, sobre todo si de moverse al son de música se trataba, actuaban de forma tan indolente a la hora de llevar adelante cualquier trabajo.
Samuel, feliz en su relación con Yanira, tampoco ponía ningún reparo a que aquel proyecto se alargase en su ejecución. Atrás quedaban sus prisas por regresar a España y, aunque ya hacía casi un año que no veía a su familia, tampoco se planteaba hacerlo de forma inmediata.
En Toledo, Daniel y Teresa sentían cierta preocupación por la dilatada ausencia de su hijo. Cierto que éste les había informado de que su estancia en Puerto Colombia se iba a prolongar, como mínimo dos años, con las nuevas obras que le habían sido adjudicadas a su empresa. Samuel les explicó en qué consistía  el nuevo encargo y se extendió de forma tan minuciosa en los detalles que sus padres, prácticamente, podían ver ya la nueva iglesia de la que justo se acababan de poner los cimientos.
Aunque nada les había comentado su hijo, Teresa intuía que no era sólo trabajo lo que retenía a Samuel en tierras colombianas. Siempre, desde la primera vez que el joven arquitecto viajó al país caribeño, su madre tuvo el temor de que alguna mujer se cruzase en su vida y eso le retuviese lejos para siempre.
Sabía del carácter familiar del muchacho y de lo arraigado que se sentía a su ciudad. Las calles de Toledo estaban llenas de embrujo para él, en cada piedra podía entrever una historia que, en su imaginación desbocada, le contaban almas errantes. Estas almas pertenecían a gentes de la ciudad que, después de dejar este mundo, no encontraron mejor paraíso que seguir  rondando por aquellas empinadas cuestas y estrechos recovecos. En más de una ocasión cuando su hijo regresaba, Teresa lo acompañaba hasta uno de sus lugares favoritos, el Puente de Alcántara, y allí, mirando al Tajo, Samuel le decía que querría emular a aquel río, rodear la ciudad en un gran abrazo y no abandonarla nunca más. 
Las mujeres tienen un instinto natural para adivinar aquello más oculto, pero las madres lo han desarrollado de forma especial. Recordaba las palabras de su hijo junto al río y esto unido a que su ausencia se prolongaba más de lo habitual hizo pensar a Teresa que aquello que tanto temió había sucedido. Sin ninguna duda para ella, Samuel había conocido a una mujer que le retenía muy lejos y quizás le apartase de ella para siempre.

Se había consumido la primera semana de diciembre y ya faltaba poco para Navidad. Samuel siempre procuraba pasar esas fechas en España, pero este año se quedaría, con Yanira, en Puerto Colombia. Se secó el sudor que resbalaba por su frente y buscó la sombra de las palmeras en los jardines del puerto. Desde allí, contemplaba el ir y venir de los obreros que trabajaban en la explanación de la plaza del Santuario.
Los pensamientos le llevaron rápidamente a su ciudad. Seguramente en ella hacía mucho frío y quizás también estuviese nevando. Eso no importaría a los muchos turistas que habitualmente guardaban turno para visitar la Catedral o bien entrar en la iglesia de Santo Tomé para ver El Entierro del Conde Orgáz, la obra maestra del Greco.
Cerrando los ojos podía ver como las empedradas calles, resbaladizas con la nieve (estaba seguro de que había nevado) eran un ir y venir de gentes que entraba en los comercios para proveerse del popular mazapán toledano, quesos, hojaldres y otras viandas con las que disponer las mesas en los días de fiesta. Camino de la Sinagoga del Tránsito, construida bajo el mecenazgo de un judío que por el nombre, Samuel ha Levi, bien podía ser un antepasado suyo, unos aspirantes a Caballero Andante, émulos de Don Alonso Quijano, blandían sus aceros recién adquiridos, quizás ¿por qué no? en la tienda de sus padres.
Por un momento creyó sentir frio y hasta oír tañer las campanas, pero las voces de los trabajadores le despertaron de su sueño y el calor agobiante lo situó de nuevo en la que había de ser la plaza del Santuario.
Era la hora de comer por lo que    se encaminó hacia el apartamento que, desde su llegada a Colombia, tenía alquilado en la playa de Pradomar.
Hacía unos meses que Yanira, desoyendo la opinión de su padre, se había ido a vivir con él, aunque continuase trabajando en la empresa de su progenitor. Suponía que la joven le estaría esperando y ese día, por alguna extraña razón, ardía en deseos de verla. 
Efectivamente, la muchacha había llegado antes que él y le recibió más cariñosa que de costumbre. Se abrazó a su cuello besándole  apasionadamente, como si hubiesen estado mucho tiempo sin verse. Cuando Samuel pudo por fin separarse, después de haber respondido a sus besos, la miró entre satisfecho y perplejo por aquella bienvenida. Ignoraba a que era debida pero, cualquiera que fuese el motivo de la misma, pensó que tenía que valer la pena.

Se habían sentado en la terraza, Samuel con la vista fija en el mar y Yanira mirándole a él, esperando que dijese algo. La noticia de que iba a ser padre le impactó de tal manera que le fue imposible articular palabra alguna. La verdad es que por su cabeza no había pasado tal posibilidad y tampoco era algo que se hubiese hablado entre los dos.
Estaba loco por Yanira, vivía esa relación de una forma intensa, entregándose cada día como si se tratase del último, sin plantearse como sería o si habría un futuro en la misma.
En ese momento los recuerdos  de Toledo y su familia que poco antes le asaltaron en la plaza, volvían a hacerse presentes con más fuerza. Amaba a su compañera pero no sabía si quería o estaba preparado para ser padre. Pensó en su madre y cómo reaccionaría ésta cuando le  contase que la iba a hacer abuela. Conocía los planes que Teresa había hecho sobre él y la situación que se planteaba distaba mucho de los mismos.
Le sacó de su letargo la voz de la muchacha quien con lágrimas en los ojos le reprochó la poca ilusión con la que acogía su embarazo. Yanira le manifestó su intención de seguir adelante con el mismo, ya fuese con su ayuda o sin ella. Seguidamente entró en la casa y se dirigió al dormitorio donde empezó a meter sus cosas en una maleta con la intención de regresar a casa de su padre. Samuel, que había ido tras ella, le pidió perdón y le rogó que no se fuese. Intentó explicarle que su reacción se debía a lo inesperado de aquella noticia y se comprometió a compartir juntos aquel embarazo, añadiendo que se sentiría feliz al tener un hijo. Ella intuía que aquellas palabras no eran del todo sinceras pero estaba convencida de que él la quería y pensó que, cuando asimilase la idea, también estaría orgulloso de su futura paternidad.

viernes, 6 de abril de 2012

FOTOS - FRAGAS DO EUME

Rio Eume
Este lugar ha estado esta semana de triste actualidad. Un incendio, al parecer provocado, ha calcinado 750 hectareas de esta reserva natural, uno de los más importantes ecosistemas de Galicia. Una vez más se demuestra la maldad que puede desarollar el ser humano. A todos los que podaís os recomiendo una visita a estos parajes y os pido que disfruteís de ellos con el maximo respeto.

Panel Informativo
Panel Informativo

 
Panel Informativo
Puente sobre el Eume
Rio Eume
Camino de Caveiro

Indicador de los rios Eume y Sesin

Monasterio de Caveiro

Monasterio de Caveiro

Monasterio de Caveiro

Camino del Río Sinde

Camino del Río Sinde

Peregrinos

Rio Eume

Rio Eume

Rio Eume

Rio Eume

Punto de Información

Rio Eume
Rio Eume
Os envío mi saludo desde uno de los puentes
                                                    colgantes del Rio Eume