viernes, 20 de julio de 2012

HISTORIAS DE GALICIA - SURCO Y MAREA






Carmen Martin Gaite, una mujer que superó a su tiempo y se ganó un lugar sobresaliente en un mundo de hombres. 
Para un homenaje que varios amigos escritores  hicimosa a esta insigne dama de las letras, evocando su obra y  su ascendencia gallega, escribí este relato que es un esbozo de la vida y circunstancias de otra gran persona, prototipo de la mujer gallega en el mundo rural:
Consuelo, ejemplo de abnegación, tenacidad y sacrificio de su propio ser en el intento, a fe que lo consiguió, de hacer mejor la existencia de todos los que los que tuvo a su alrededor.


SURCO Y MAREA
                                                            
Bateas de mejillón en la Ria de Betanzos

Huerta con vistas a la Ría de Betanzos
     
La vida de Consuelo está escrita con sudor y lagrimas. Las frases son surcos que trazó día tras día, agarrada a un arado, abriendo las entrañas de la tierra para sacar de ésta algo con lo que sobrevivir y mitigar el hambre de su familia.

Páginas escritas, con la humedad del mar calándole lo huesos, mientras mariscaba o arrancaba los mejillones pegados a las rocas. Frutos de la Ría destinados a satisfacer la gula de quienes ignoran con cuanto sufrimiento llegan éstos hasta su mesa.

La subida de la marea marca el final de la jornada de marisqueo. Consuelo ha aprovechado hasta el último momento escarbando la arena en busca de las preciadas almejas. También ha ido recogiendo algunos erizos de mar que iba encontrando y deja para el final la recolección de mejillones en las rocas próximas a la playa, las cuales el mar poco a poco irá cubriendo.

Cada cosa en su sitio; los mejillones en un saco y los erizos y almejas en cubos. Mientras prepara su carga oye la voz de José, un pescador de la aldea que está amarrando su barca, quien le dice:
-         ¿No es esa mucha carga para una mujer? ¿No sería bueno que un hombre te ayudase?
-         ¡Vaya o demo contigo¡ Esta mujer es una barca para la que quizás no haya hombre con el suficiente timón para  manejarla- contesta Consuelo.

La tarde declina mientras la mujer enfila la dura pendiente que sube desde la cala de Lourido hasta su casa. El saco en la cabeza y en cada mano un cubo. José, el pescador, la ve marchar y piensa que seguramente Consuelo tiene razón, ella es una hembra curtida por el esfuerzo y el sufrimiento capaz de  superar, si  de trabajo se trata, a la mayoría de los hombres.

Sentado bajo la parra, presa del mal humor que le producen tanto los dolores, como el verse agarrado a una sonda que le acompañará hasta el final de sus días, Benito ve llegar a su hija. Parece no darse cuenta de la pesada carga que transporta pero en realidad es que no quiere verla. Antes de que Consuelo tenga tiempo de dejar el saco y los cubos la increpa desairadamente:
-         De dónde vienes perdida, aun no ordeñaste la vaca y ya vinieron a buscar la leche.
Consuelo mira a su padre, encendida pero temerosa. No es capaz de replicarle a aquel hombre al que durante su infancia y adolescencia solo veía un par de meses al año. Benito, de profesión marino mercante, pasaba el resto del año embarcado y sus regresos al hogar los aprovechaba para ejercer de patriarca y dejar embarazada a su mujer. Hasta ocho hijos parió Pilar, los últimos tres estando ya enferma e imposibilitada. Solo una prima, como mujer lo entendía mejor que nadie, fue capaz de frenar aquella barbarie enfrentándose a Benito.

Curioso personaje Benito. No se ajusta al perfil del clásico aldeano, le gusta leer y aunque su economía no le permite gastar en periódicos, lee los que le dan ya atrasados. Ha dado varias veces la vuelta al mundo a bordo de los barcos en los que trabajaba. Se recrea contando sus paseos por La Habana o Nueva York y se ufana que tal o cual personaje distinguido o famoso lo habían querido saludar personalmente en alguno de esos viajes. Con estos datos cabría decir que es una persona medianamente culta y sin embargo ha tratado, siempre, a su familia como algo de su propiedad, sobre todo a su ya difunta mujer  de la que disponía para calmar sus necesidades de sexo sin importarle su deteriorada salud.
Viejo y enfermo, Benito, espera el fin de sus días. Aquel que otrora surcase los mares y océanos de todo el mundo se ve condenado a pasar las horas en una silla, atado a una sonda, como  consecuencia de un cáncer de próstata y de otros problemas físicos. No dispone del dinero suficiente para operarse y su estado tampoco lo aconseja. Su mal genio es constante y de sus iras solamente escapa su pequeña nieta Lucía. Ésta y su hermana Margarita habían quedado huérfanas al morir su madre Rosa.

Consuelo ha terminado de ordeñar la vaca. El animal es una pieza importante en los escasos ingresos que entran en la casa. Aporta su fuerza para trabajar en el campo y su leche es vendida a excepción de una pequeña cantidad que se reserva para las niñas.
Aun no ha oscurecido del todo, los días son largos en Galicia, las pequeñas corretean enervando los ánimos de su abuelo y también los de su tía. Esta las mira y les chilla para que se estén quietas. “Demo de hombres”, piensa. En esta ocasión el recuerdo es para su cuñado Luis quien, poco antes de morir Rosa, marchó para  hacer las Américas y nunca más supo de él.  Al morir su hermana,  Consuelo, se convirtió sin esperarlo en madre y padre de sus sobrinas. Se veía,  aun joven, con una vida y unas obligaciones que no debían haber sido las suyas. Al ser la única, de los hermanos, que estaba soltera tuvo que cuidar de su padre y ahora tenía que hacerlo también de las niñas.

Mientras quita la concha a los mejillones, previamente cocidos (así el peso es menor para llevarlos al mercado), Consuelo sigue repasando su relación con los hombres. Nunca tuvo suerte con ellos; sus hermanas se casaron y ella, con su madre enferma, tuvo que cuidar de sus hermanos varones más pequeños. A dos de ellos los vería morir, uno en un accidente y otro de tuberculosis. El otro varón fue reclutado, siendo casi un niño, para marchar a esa maldita guerra civil que lleno el país de luto y miseria. Acabadas sus  obligaciones militares, Jesús ese era su nombre,  buscó novia y se casó. 

Trabajando desde muy niña en las labores de la casa, del campo o en la marea, ella acabó pensando que no era ni mujer ni hombre, era simplemente, Consuelo.

Algunos pretendientes se acercaron a ella pero su vigor, su fuerza y sobre todo el saber que aquella no era una hembra fácil de domar los asustaba. No era una mujer fea pero si poco dada a cuidar su aspecto, cosa que mermaba su posible atractivo. Solamente una vez, uno de aquellos mozos, la hizo plantearse realmente la opción del matrimonio pero esa posibilidad se esfumo cuando le puso como condición que abandonase a su padre y las niñas. Rechazó la oferta sin tener que pensarlo mucho. Aquel hombre había heredado unas posesiones en ultramar y buscaba una mujer fuerte, capaz de darle hijos y ayudarle a levantar su hacienda. Consuelo se vio, a sí misma, cargada de hijos trabajando tanto o más que lo hacía ahora y además teniendo que soportar a un hombre que querría ser su dueño.
Decidió, de alguna manera, enviudar antes de casarse. Sus sobrinas serían sus hijas y los hombres pues… ¡vaya o demo con ellos!

Matías Ortega Carmona

                                                   

domingo, 15 de julio de 2012

HISTORIAS DE HOSPITAL - SONRISAS BLANCAS



Ignoro si entre mis lectores se encontrará alguien del perosnal sanitario del Hospital Universitari Sant Joan de Reus. En el caso de que así fuere le pido que haga llegar esta entrada de mi Blog a sus compañeros y mi agradecimiento por el trato recibido (con pequeñas excepciones) por mi esposa y por mi mismo durante los días que hemos estado ingresados en ese lugar.





HISTORIAS HOSPITAL

SONRISAS BLANCAS

He hecho varios recorridos por lo que han sido mis vivencias desde mi nacimiento hasta hace poco tiempo, plasmándolos en dos libros que dejan constancia de las mismas: MIS RECUERDOS, libro al que he dado poca difusión, pues su finalidad es que mis hijos conozcan sus raíces y a sus antepasados, dentro de lo que yo he vivido y lo que he podido averiguar en conversaciones familiares, y MIS PAISAJES, siendo éste un libro que habla de los sentimientos que me han inspirado los paisajes en los que se ha desarrollado, hasta hoy, mi vida y el cual sí estoy compartiendo públicamente en mi  Blog.
Acabo de salir del Hospital Sant Joan de Reus en el cual he estado ocho días ingresado, pero este lugar ya estaba siendo una segunda casa desde finales de junio cuando Elena, mi esposa, fue ingresada en un proceso que la ha llevado a una operación de hernia discal.
En las largas horas -¿Por qué el tiempo transcurrirá tan lento en estos momentos?– de incertidumbre por saber cuándo llegará la mejoría y también ante las dudas en el diagnóstico de mi enfermedad he recordado las veces que me he encontrado en estas circunstancias y mi paso por otros hospitales y al final he pensado que, si escribo sobre otros hechos que me han acontecido, porqué no escribir sobre éstas dejando constancia de las mismas y recordando, sobre todo, lo parte positiva de ellas.
Es cierto que -quizás cueste menos y desahogue más- cuando pasamos estos trances y hablamos de ellos, nos centramos más en lo negativo que en lo positivo. Parece que la crítica al sistema sanitario y a los profesionales del mismo pueda ser un alivio para nuestras dolencias; yo comparto lo primero, la situación actual me anima a ello, pero discrepo en lo segundo.
En todos los colectivos existen las ovejas negras y éste no podía ser menos; buena muestra de ello fueron, en su día, la Jefa de la Sala de Cirugía del Hospital Militar de Tenerife Sor L… que más bien parecía estar casada con el diablo antes que con Dios, un Alférez Médico del CIR de Hoya Fría, en la misma ciudad, que jugaba al tenis cuando debía estar atendiendo enfermos, alguna enfermera, de la Residencia Sanitaria de Soria, de carácter gélido, contagiada del frio del Moncayo o de las nevadas cimas de los Picos de Urbión, o, por no extenderme más ,un par de enfermeras de la Clínica La Alianza de Mataró que, más que atender, castigaron a mi madre, ingresada en ese centro, en los últimos días de su vida. Estas pérfidas personas, en el caso de los galenos, utilizan los estetoscopios como un instrumento maldito que les cuentan historias de dolencias que deben curar y en lugar de eso las agravan maltratando a sus pacientes y ellas, algunas  enfermeras, blanden las jeringuillas cual lanza que tiene como destinario al contrincante en un torneo. De ello, por desgracia, también hemos tenido constancia y lo hemos sufrido en el Hospital Sant Joan de Reus, tanto mi mujer como yo.
Dicho lo anterior, me remito a la opinión que daba antes y huyo de la generalización o me apunto a ella en el mejor sentido. Lo sabía de antes, sin percatarme de ello, pero en mi último ingreso en el Hospital Sant Joan de Reus y también en el de mi esposa Elena he podido comprobar que hay médicos que sí se preocupan de sus pacientes entendiendo  su sufrimiento, reconocen sus dudas en el diagnostico, pero tienen siempre en mente la curación del paciente. Son capaces de asumir que las medidas que han tomado no han supuesto ninguna mejora para el enfermo pero aún así lo reconfortan y tratan de explicarle las dificultades de un tratamiento o de decirle, con una grave sonrisa: “La situación no mejora y tenemos que operar”, en lo que callan puedes intuir que también te dicen: “No te preocupes porque entendemos lo que estás pasando y lo vamos a solucionar, todos estamos implicados y tu mejoría será mi premio". Estoy seguro de que la mayoría de ellos son así.
Mi reconocimiento especial para el Doctor Víctor López de Frutos, la Doctora  Paola Ugarte  y el resto del equipo de traumatólogos que han atendido a Elena y en menor medida (mi caso es de menor gravedad) se han ocupado también de mí. De igual manera un recuerdo para los doctores de Medicina Interna del Área de Observación.
En el caso de las enfermeras –ha sido tradicional que este oficio lo desarrollaran siempre mujeres- o enfermeros, que cada vez hay más, he descubierto que la SONRISA VISTE DE BLANCO. Sus labios siempre te la brindan y parecen pedirte perdón cuando clavan la traicionera aguja, cuando sus curas son dolorosas o cuando te ven sufrir sin poder calmar tu dolor. A lo largo de los días las/los ves moverse arriba y abajo para atenderte a ti y al resto de enfermos. Su alegría contrasta con el medio en que se desenvuelven y llegas a comprender que es su profesionalidad lo que las/los lleva a sonreír y bromear delante del sufrimiento, no porque pasen de él, sino como una forma de contagiar su optimismo  para que el enfermo mejore su ánimo y se fortalezca ante la enfermedad.
Realmente en los recintos hospitalarios, especialmente en el Área de Observación del Hospital Universitario Sant Joan de Reus, la SONRISA VISTE DE BLANCO, siendo ésta un bálsamo que reconforta a los enfermos.
En próximas páginas, si éstas han despertado interés y mis lectores me animan, relataré mi recorrido por algunos hospitales y la parte amable que en ellos he encontrado.



Relato actualizado el 20 de agosto de 2012, corrigiendo algún error del original que mi buena amiga Mara, con su buen hacer en la cuidada redacción de cualquier texto, me ha hecho ver.

lunes, 25 de junio de 2012

LIBRO DE VIAJE POR LOS RECUERDOS 4ª ENTREGA DE MIS PAISAJES


Basilica de Snta María
Las grandes celebraciones religiosas tenían y tienen como escenario la Basílica de Santa María. Este templo milenario (las
primeras referencias que se tienen de la parroquia de Santa María datan del 25 de marzo de 1008) es la principal iglesia de Mataró.
Como todas las construcciones
religiosas, cuya antigüedad se
pierde en el tiempo, ha sido
sometida a numerosas reformas y
atravesado épocas de mayor o
menor fortuna. Después de la
guerra civil española, durante la
cual sufrió las iras de las
facciones anticlericales, recobró su mejor aspecto estando considerada una pequeña joya del llamado barroco catalán.
Situada en lo que fueron las murallas de la ciudad sirvió también, en alguna ocasión, de baluarte defensivo y está rodeada de un entramado de estrechas calles, típica de las ciudades de la edad media. Muy cerca de ella se ubica La Plaza Gran, pequeño mercado de abastos que, junto a La Plaza Cuba de mayor empaque, abastecían a la ciudad en sus necesidades alimentarias. Estos centros siguen funcionando en la actualidad aunque mermada su importancia por las grandes superficies comerciales de nuestro tiempo.
La Basílica de Santa María es otro de los paisajes familiares de mi infancia, en ella hice mi Primera Comunión y eran frecuentes las visitas que, como alumnos de la Academia Bálmes, realizábamos a la misma. Primeros Viernes de Mes, Semana Santa, Mes de María o cualquier otro evento religioso
eran un buen motivo para que fuésemos a rezar a esa iglesia.

Interior de la Basilica de Santa María



Aludiendo a mi oficio de “monaguillo de extrarradios”, he de explicar que también tuve la oportunidad de debutar en Santa María en una misa celebrada en el Altar Mayor.
Haciendo un símil futbolístico diríamos que, aunque fuese por una única vez, pude jugar un partido en la primera división de los acólitos.




Playa de Mataró
Mataró, capital de la comarca litoral del Maresme, ha sido siempre una ciudad abierta al mar que sin embargo hasta hace muy pocos años no dispuso de un puerto.
Recuerdo que, de niño, me gustaba ver como las barcas volvían de faenar y, a falta de unos muelles donde atracar, eran arrastradas hasta la arena por medio de tornos y cabrestantes. Allí reposaban hasta que, al día siguiente volvían a salir para iniciar una nueva jornada de pesca.
Con la construcción del puerto en la cercana población de Arenys de Mar, los pescadores fueron buscando refugio en el mismo y sin darme cuenta, la imagen de estas embarcaciones varadas en la playa y de los marineros repasando sus redes y poniendo sus barcas a punto, se convirtió en uno de mis paisajes perdidos.
En unos años la fachada marítima de Mataró sufrió un cambio radical. El barrio de pescadores prácticamente desapareció, quedando como testimonio cuatro casas contadas en la zona que llaman del Callao. Se fueron construyendo edificios modernos y el mar se convirtió en un reclamo de ocio. Hace poco tiempo, por fin, se construyó ese tan anunciado puerto del que había oído hablar desde muy niño y que nunca llegaba. Ahora, que ya es una realidad,
tampoco ha contentado a todos. Muchos mataroneses se quejan de unas instalaciones que, según dicen, sirven para que cuatro potentados atraquen sus yates de recreo pero que
aportan poco beneficio a la ciudad.

Puerto de Mataró
Esteción de Ferrocarril de Mataró
Si hay algo emblemático y ligado a la historia de Mataró es el ferrocarril. No en vano fue un mataronés, Miquel Biada (a él está dedicado el monumento en el que me he permitido posar), el promotor de que el primer tren que circuló en la península (2) lo hiciese desde Barcelona a su ciudad natal. Este evento tuvo lugar el 28 de octubre de 1848 y nadie podía imaginar, entonces, que este medio de transporte iba a alcanzar las cotas técnicas y de velocidad que tiene actualmente.
 

Monuento a Miquel Biada
La terminal ferroviaria está situada junto al mar y los trenes y las olas se fusionan en los recuerdos de mi niñez. Mi padre,  ferroviario de profesión, trabajó toda su vida en labores de conservación de la catenaria (el tendido eléctrico que suministra corriente a los trenes).
La base del equipo de electrificación, que aun sigue activa, ocupa un edificio de dos plantas en un extremo de los terrenos de la estación. Está apartada de las dependencias de viajeros y en el exterior hay una higuera y jardines, éstos desde hace tiempo muy abandonados.
Cuando éramos niños, mis hermanos, yo, y los hijos de los compañeros de mi padre compartimos muchos días de verano en la playa. Para llegar a ella tan solo teníamos que cruzar las vías vigilando siempre que no nos sorprendiese ningún tren.
Nos reuníamos familias enteras y comíamos debajo de la higuera. Después, mientras los hombres jugaban sus partidas de dominó o cartas, las mujeres hablaban de sus cosas (sin olvidar criticar a las que estaban ausentes) y los niños y niñas, volvíamos a disfrutar del mar y las olas. A medida que los pequeños fuimos creciendo, y entablando otras amistades, aquellas reuniones fueron siendo menos
frecuentes hasta caer en desuso.
Recuerdo también, de aquellos días, el incesante trasiego de vagones de mercancías para formar trenes que partían desde Mataró hacia otros puntos de la península. Una de las cargas más apreciadas eran las patatas de la zona que, en gran cantidad, se llevaban hasta el puerto de Barcelona para ser exportadas a Inglaterra. Con el tiempo, el transporte de mercancías, fue perdiendo importancia y desde hace unos años se ha erradicado totalmente de las estaciones de viajeros quedando concentrado en terminales que se dedican exclusivamente a él.
No imaginaba yo, en aquellos días, que años más tarde sería ferroviario y estar entre trenes mi ocupación. Tampoco podía pensar, cuando me inicie en la profesión, que para terminar mi carrera iba a dirigir una de las estaciones más modernas de España. En cierto modo y por supuesto, de una forma mucho más modesta, he acabado emulando a mi paisano Miquel Biada y el ferrocarril es, sin ninguna duda
, uno de los paisajes importantes de mi vida.

2 El primer ferrocarril español se construyó en la isla de Cuba. Empezó a circular el 19/10/1837 entre La
Habana y Güines, cuando ese territorio formaba parte de las provincias de ultramar.

Tranvía de Mataró
Mataró tiene tren pero también tuvo tranvía. En la Plaza Granollers una, de las últimas unidades que unía la ciudad con la vecina población de Argentona, recuerda a los viandantes la importancia que tuvo este medio de transporte en la comarca.
En tiempos en los que disponer de un vehiculo propio no estaba al alcance de casi ningún bolsillo, el tranvía era el único medio de que tenían los habitantes de las dos poblaciones para trasladarse de un lugar a otro. De vital importancia, sobre todo para los vecinos de Argentona, que en muchos casos debían desplazarse a Mataró para trabajar, acudir los sábados al mercado, o acceder a la estación de ferrocarril para viajar a otros destinos.
El recorrido del tranvía se iniciaba delante de la estación del tren y después de atravesar toda la ciudad, el cada vez más populoso barrio de Cerdanyola y unos tres kilómetros de tierras de labor finalizaba en el centro de la villa de Argentona. Hasta allí se iban, los fines de semana, muchos mataroneses a disfrutar del famoso manantial de “La Font Picant”, del que manaba un agua con gas de las primeras que se comercializó por esa comarca.
El tranvía, que curiosamente se vuelve a imponer como un medio de transporte moderno, dejó de circular cuando yo tenía doce años siendo sustituido por autobuses con mayor capacidad y rapidez en el servicio. Recuerdo con algo de nostalgia aquellos pequeños viajes y forzosamente, para que mis paisajes estén completos, debía hacer referencia a ellos.

miércoles, 20 de junio de 2012

SARAMAGO Y ANTONIO






 SARAMAGO Y ANTONIO


“No creo en dios y no me hace ninguna falta. Por lo menos estoy a salvo de ser intolerante. Los ateos somos las personas más tolerantes del mundo. Un creyente fácilmente pasa a la intolerancia. En ningún momento de la historia, en ningún lugar del planeta, las religiones han servido para que los seres humanos se acerquen unos a los otros. Por el contrario, solo han servido para separar, para quemar, para torturar. No creo en dios, no lo necesito y además soy una buena persona”

Las palabras de José Saramago me dan pie para acercarme a otro personaje, cercano en su forma de pensar al escritor, pero lejano a la fama y posición de este. De Antonio, así se llamaba, pude aprender lo importante que puede ser aquel que haciendo gala de su humildad y sin haber podido acceder a grandes estudios supo entender y vivir la vida. Amó como nadie la sencillez huyendo siempre de las grandes ideas con las que los poderosos, ya sean militares, políticos, grandes empresarios o aquellos que se atribuyen, en nombre de cualquier religión, la defensa del dogma, atacan la libertad de cualquier ser humano que aspira a ser, como decía Saramago, simplemente una buena persona.

“Es un bosque que navega y se balancea sobre las olas, un bosque en donde, sin saberse como, comenzaron a cantar los pájaros, debían de estar escondidos por ahí y de repente decidieron salir a la luz, tal vez porque la cosecha ya esté madura y es la hora de la siega…”

Siendo aun un niño, conoció Antonio las fatigas de la siega. Enrolado en una cuadrilla de segadores, junto a sus dos hermanos mayores, anduvo por las tierras de La Mancha. En aquellos campos el niño creció, haciéndose  hombre, mientras segaba la mies que engordaba el patrimonio de los terratenientes y ayudaba a matar el hambre de su familia. No pudieron con él, ni la  dureza del trabajo, ni el sol abrasador que los castigaba mientras segaban. Supo, como los pájaros, empaparse de la luz y dejar volar su canto mientras soñaba con un mundo más justo e igualitario.

“Que clase de mundo es éste que puede mandar maquinas a Marte y no hace nada para detener el asesinato de un ser humano”

No solo vivimos en un mundo que no hace nada para detener el asesinato de un ser humano, lo peor es que éste es un mundo que ha institucionalizado el asesinato de la especie humana. Militares llevados por ansias de gloria y celebridad, políticos al servicio de intereses comerciales, religiosos ávidos por imponer su fe, negando la de los que piensan de forma distinta, entre todos han inventado las guerras. Curiosamente se han dotado de unos códigos éticos en los que se condenan los conflictos armados declarados por motivos “injustos”. Antonio sintió, cuando lo enviaron a matar o ser muerto por los moros en el norte de África, que en verdad no hay ninguna justicia en obligar a  que los hombres se maten unos a otros.
Sufrió en sus carnes la debacle del ejército español en Annual y, aunque resultó herido, pudo salvar la vida. Volvió a casa con el recuerdo de los millares de jóvenes que, con peor suerte que él, dejaron su vida en tierra africana y convencido de que ninguna idea justifica el derramamiento de sangre.

“El poder lo contamina todo, es tóxico. Es posible mantener la pureza de los principios mientras estás alejado del poder. Pero necesitamos llegar al poder para poner en práctica nuestras convicciones. Y ahí la cosa se derrumba, cuando las convicciones se enturbian con la suciedad del poder”

Con las heridas del cuerpo sanadas pero muy frescas en el alma, Antonio, vio como la primavera de las ideas floreciendo en libertad se marchitaba con el horror de una guerra fratricida. Los principios, las convicciones que habían de converger en una sociedad más justa e igualitaria, fueron aniquilados por las luchas de poder entre quienes predicaban ese nuevo horizonte, ayudados por la beligerancia de los sectores más fácticos y reaccionarios.
Antonio, que se ilusionó con la llegada de la República,  fue perdiendo la fe al ver como muchos defensores de las nuevas ideas caían en los comportamientos de sus predecesores y  aposentados en el poder olvidaban rápidamente todas sus buenas intenciones. Después el estruendo de las armas silenciaría cualquier canto de esperanza.

“Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizás no merezcamos existir”

Nada ofende tanto a las dictaduras y a sus secuaces como las personas con ideas propias y un espíritu libre. Antonio fue una de esas personas y pagó por ello. Finalizada la guerra civil fue encarcelado sin que nunca se le dijese su culpa. En los casi dos años que pasó en prisión sufrió torturas mientras su mujer y sus hijos pasaban hambre y miseria. Un día, sin más, fue puesto en libertad sin que se le hubiese juzgado ni acusado formalmente de nada.
Cuando Antonio recordaba esa parte de su vida no lo hacía nunca con odio ni rencor, pero reivindicaba siempre mantener viva la memoria de hechos como aquellos. El odio, decía, es el peor carcelero, prolonga tu cautiverio  y destruye tu corazón, pero la memoria nos mantiene alerta para evitar que esas atrocidades puedan repetirse.

“El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir”

Antonio, como se desprende de los pasajes de su vida que he ido relatando, no tuvo demasiado tiempo para los libros. Su formación académica era escasa y adquirida junto al fuego del hogar después de un duro día de trabajo. Eso no hacía de él una persona ignorante pues aprendió a leer e interpretar en las páginas de la vida todo aquello que era útil para lograr su meta, ser feliz con aquellas cosas que realmente valen la pena. Amó a los demás y la mayoría de quienes le conocieron lo amaron a él.

“Si las conociéramos las cosas del cielo tendrían otro nombre”

Antonio jamás creyó en ese cielo que predica la religión, ya sea católica o cualquier otra. Ese cielo de mercadeo que quiere someter a las personas a una especie de competición liguera en la que solo los santos tienen garantizada la gloria. Mientras, los que han tenido algún desliz, limpian su alma en el purgatorio y los malos (?)  se queman en el infierno. Tampoco creía en un Dios ocupado en fiscalizar las acciones de los hombres para premiarlas o castigarlas, como si fuese un policía de tráfico. Por eso, quizás, escogió ser ateo. Por eso  trató siempre de conocer sus propias debilidades para así poder ser tolerante con las de los demás. Él creía en que la bondad puede estar en las personas sin depender de su raza, credo o posición y por eso, seguramente, él consiguió ser una buena persona.

Matías Ortega Carmona


Nota:

En negrita frases de Saramago que me han servido para recordar, dando un paseo por su vida, a una persona muy especial para mi. Yo sí creo en el cielo, está en un rincón de mi corazón; allí permanecen vivos y me acompañan siempre, Antonio y todos aquellos con los que compartí algún momento de mi vida, aquellos que me quisieron y a los que yo sigo queriendo.