domingo, 3 de marzo de 2013

¿PASADO O FUTURO?












 


¿Pasado o futuro?



Irene, si es que alguna vez había salido, volvía a entrar en la vida de Luisa y lo hacía valiéndose de Fernando, aquel hombre misterioso, motivo de su inquietud y desasosiego, que había conocido en la biblioteca de la Universidad donde ella trabajaba. No se había percatado al principio pero, ahora, todos sus gestos y su mirada se la recordaban.

Abandonaron el Campus Universitario al acabar la manifestación silenciosa, en homenaje a las víctimas del atentado. La biblioteca estaba cerrada, en señal de duelo, y las clases se habían suspendido por el mismo motivo.

 Dirigieron sus pasos hasta la zona del llamado Madrid de los Austrias. No hubo acuerdo previo, pero los dos sabían que querían ir hacia  aquel lugar. Luisa no había vuelto por allí desde que acabó su relación con Irene. Las dos, aficionadas a la lectura y al arte, gustaban de recorrer esas callejuelas que van desde la Plaza Mayor hasta el Palacio Real. En sus tiendas de antigüedades habían comprado la medalla y estilográfica que se regalaron mutuamente y en las viejas librerías encontraban aquellos libros antiguos que alimentaban su espíritu. Su hambre la saciaban en alguno de los pintorescos mesones en los que de pronto, pensaban, podía aparecer el mismísimo Luis Candelas. No se cansaban de admirar los viejos palacios con sus fachadas blasonadas que construyó la nobleza, mucho tiempo atrás, para estar cerca de sus reyes. El final de su paseo era siempre el mismo, Los Jardines del Campo del Moro.

Como otras parejas, ellas también buscaban rincones perdidos donde dar rienda suelta a sus confidencias y prodigarse las caricias que demandaban sus corazones enamorados. La belleza y paz del entorno las hacía sentirse en un mundo que parecía haberse hecho sólo para ellas. Claro está que, desde entonces, había pasado mucho tiempo y también muchas cosas. Al pasar por delante del Palacio de Santa Cruz, la otrora antigua prisión y hoy sede del Ministerio de Asuntos Exteriores,  donde se guardan los mayores secretos de la diplomacia española, pensó que quizás ella también había estado prisionera de los recuerdos que le dejó Irene y de aquel secreto ahora desvelado.

Habían caminado en silencio, Luisa sumida en sus recuerdos y Fernando reviviendo un camino que sólo existía en sus pensamientos. Ninguno sabía desde cuando, pero hacía mucho rato que sus manos se habían entrelazado. La mano de Fernando era suave, de largos dedos, y oprimía la suya con calidez. Luisa lo miró y un escalofrío recorrió su cuerpo.

Recorrieron los jardines hasta hallar el lugar donde las dos mujeres solían sentarse. Luisa sonrió, recordaba que acostumbraba a decir a Irene que aquel paraje era tan bello porque ellas lo alimentaban con su amor, pero era evidente qué, aun huérfano de esa pasión, aquel rincón continuaba siendo muy hermoso.

Llegado el momento de las confidencias, Fernando le contó que Irene, su madre, fue, en su juventud, una mujer soñadora y romántica a la que pudo la ambición. Su afán por triunfar profesionalmente la alejó de todo lo que había amado o sentido alguna vez, convirtiéndola en una mujer despiadada (esa parte de la historia era bien sabida por Luisa). Entró en un mundo en que sólo destacaban los hombres y lo hizo dispuesta a demostrar que ella también podía hacerlo. Su carrera profesional pronto estuvo acompañada del éxito, pero en su vida personal había un enorme vacío.  Irene, antigua compañera y amante de Luisa, decidió llenar ese vacío con un hijo y fruto de ello nació Fernando. Este nunca supo quien era su padre e Irene jamás quiso contárselo, tampoco importaba demasiado, porque Irene nunca habría compartido su hijo con nadie.

Cuando Fernando tenía diez años, Irene contrajo una grave enfermedad que la obligó a abandonar su trabajo. Decidió dejar Madrid e irse a vivir a una pequeña capital de provincia. Allí se dedicó por entero a su hijo al que inculcó su afición por la lectura y el arte. Agobiada por la enfermedad y presa de sus recuerdos explicaba a Fernando sus historias de juventud, en las que los días de mayor felicidad correspondían a los de su romance con Luisa. Fernando sintió, al conocerla, rechazo hacia  esa relación, para acabar, más tarde, convenciéndose de que algo que había hecho tan felices a dos personas no podía ser malo. Estaba seguro que el amor, si de verdad existe, nunca puede ser impuro.

A través de Irene fue conociendo a Luisa, primero con curiosidad y, más tarde, esa curiosidad se convirtió en obsesión y deseo por tenerla cerca. Así que cuando tuvo que empezar la carrera, cogió aquel desvencijado tren que atravesando los desiertos páramos castellanos le llevó de regreso  a Madrid. Desconocía, cuando tomó esa decisión, el paradero de la antigua amante de su madre quien, cuando acabó su relación, borró cualquier rastro que la pudiese unir con Luisa. Había conservado únicamente una vieja fotografía que,  pensaba Fernando, no le sería de mucha ayuda, pues la mujer debía de haber cambiado en todos esos años. La casualidad se alió con él y, una tarde, cuando estaba preparando un trabajo en la biblioteca, oyó como el conserje llamaba a Luisa y  así, como si el destino le empujase a ello, pudo conocerla.

Luisa se tumbó en su cama, acababa de regresar a casa después de un día lleno de emociones. Era la primera vez que pasaba el día entero con Fernando y eso había despertado en ella sensaciones que creía olvidadas. Fernando no era el primer hombre con el que había tenido una relación, pero si era el único del que podía enamorarse, o al menos así lo creía. Irene, sí había sido la única mujer de su vida y hasta entonces también la única persona con la que había compartido su amor. Definitivamente el pasado había vuelto y por su cabeza desfilaban, como un torbellino, los recuerdos de sus días con Irene. Sentía aún en sus labios los besos del muchacho, como su cuerpo se estremecía mientras la acariciaba y se preguntaba si realmente el amor había vuelto a su vida, o, era ella la que se agarraba con añoranza al pasado, inventando una pasión que la alejase de su soledad.
Matías Ortega Carmona



Nota: Las fotografías que ilustran el texto están sacadas de páginas de Internet.

miércoles, 16 de enero de 2013

LIBRO DE VIAJE POR LOS RECUERDOS ÚLTIMA ENTREGA DE MIS PAISAJES

 
La provincia de Tarragona está llena de lugares hermosos para visitar. Destaca toda la costa, bautizada como Costa Dorada, en la que los antiguos pueblos de pescadores, aun conservando algunos de ellos esta actividad, atraen numeroso turismo nacional y extranjero. Se han construido multitud de hoteles cercanos a las poco profundas playas que hacen las delicias de los bañistas. La población estrella en esta actividad puede considerarse Salou a la que algunos llaman la playa de Zaragoza debido a la gran cantidad de gente que llega desde esa provincia.

No es solo mar y sol lo que podemos encontrar en Tarragona. El turismo de interior ofrece atractivos como la Ruta del Cister dedicada a tres de los más importantes  monasterios de esta orden:

Monasterio de Poblet

    Santa María de Poblet que alberga el Panteón con los restos de algunos monarcas catalanes. Como ocurrió con la mayoría de estos lugares, tras la desamortización de Mendizábal (Juan Älvarez de Mendizábal, ministro de Hacienda con la Reina María Cristina de Borbón, impulsó las   expropiaciones a la Iglesia y otras Instituciones para  subastarlas públicamente y aumentar con ello los   ingresos   de las arcas del estado)Despues de llevarse a cabo        arduos trabajos de restauración vuelve a estar ocupado por un grupo de monjes que lo mantienen abierto al culto y velan por su conservación. Es junto con Montserrat el que más visitantes recibe de toda Cataluña, hasta el punto de que se establecen visitas guiadas en varios idiomas. Es también lugar de referencia en la vida religiosa y pública de esta Comunidad Autónoma. Los viñedos que antaño trabajaron los monjes están ahora alquilados a una de las grandes firmas catalanas que elabora un excelente vino procedente de esas vides.

-    Santas Creus, está situado en una confluencia de caminos que sirvió de tumba a muchos caminantes que murieron exhaustos, en su camino hacia el mar, después de haber atravesado las duras montañas. Se piensa que las cruces puestas en aquellas fosas dieron nombre al monasterio. Sin la grandiosidad de Poblet, hace que me sienta más cercano al espíritu de aquellos monjes que lo habitaron durante mucho tiempo. En la actualidad, este lugar, acoge exposiciones, actos culturales y algún concierto de música de cámara para aforos reducidos.

-   Vallbona de les Monjes, es el único de estos monasterios que estaba habitado por monjas, siendo la comunidad femenina más importante del Cister. Da nombre al municipio en el que está ubicado, ya fuera de la provincia de Tarragona, en la comarca leridana de Urgell. En este caso, al llegar la desamortización de Mendizábal, sufrió problemas económicos derivados de la misma, pero sus ocupantes estuvieron fuera del mismo escasos meses. Esto, evitó que tuviese los problemas de expolio que sufrieron Poblet o Santes Creus y pudo conservarse manteniendo activa la vida monacal.  Durante mucho tiempo sirvió de escuela a las jóvenes damas de la nobleza catalana a quienes  se les impartían clases de liturgia, matemáticas y otras ciencias además de instruirlas en labores de costura, bordados o manualidades. En la actualidad mantiene la actividad propia de un monasterio pero también se ha convertido en hospedería. Es un lugar  ideal para los que solo quieren tranquilidad y descanso y no gustan de la masificación y el bullicio.

La Espluga de Francolí, con el nacimiento del río del mismo nombre, sus cuevas y el Museo de la Vida Rural es otro de los lugares que bien merece una visita y yo la hago a menudo, ya sea para pasear y proveerme de vino o para disfrutar de sus fiestas de carácter gastronómico.

Museo de la Vida Rural
El primer domingo de septiembre se suele hacer la Festa de la Verema (Fiesta de la Vendimia) y el primero de diciembre la Festa del Oli (Fiesta del Aceite). En ambos eventos se celebra  la recolección de los frutos antes citados. En un almuerzo popular se rinde culto a la tradición degustando estos productos. Se acompañan del típico pan torrado, untado con ajo, tomate y aceite, además de las  siempre sabrosas butifarras y sardinas arengadas a  la brasa. Por los paisajes de la gastronomía también se suele llegar al corazón.
La cercanía del monasterio de Poblet a la población invita a darse un paseo a pie hasta el mismo disfrutando del hermoso paisaje cuajado de viñedos. Se puede rodear el monasterio y regresar a La Espluga de Francolí por la carretera de Las Masias Catalanas donde están ubicados un hotel  y un balneario; antes habremos dejado atrás el cruce del Mirador de La Pena  donde un pozo y la nieve de los fríos inviernos servían de nevera a los monjes.


Montblanc, la capital de la comarca de la Conca de Barberá, es una villa amurallada que conserva su aspecto medieval. En ella se celebran cada año las fiestas en las que se rememora la muerte del dragón a manos de San Jordi.

Montblanc
En la semana que duran los festejos sus habitantes, ataviados a la usanza de la edad media, recrean aquel pasado con una feria en la que se venden animales, aperos de labranza, comida, licores, enormes panes y apetitosos dulces.
También se pueden degustar asados hechos de la  forma más artesanal y ver como la muchedumbre puja, por hacerse con un lote de ellos, en el mercado de esclavos.

Las Montañas de Prades son un paraíso para los amantes de la naturaleza. Una ruta que yo recomiendo por su belleza sería Reus-La Espluga de Francolí-Poblet-Prades-Cornudella de Montsant-Reus. Si el tiempo no apremia, para hacerla explorando los múltiples encantos que encierran estos bosques y además, de visitar  las poblaciones citadas, hacer un alto, nunca mejor dicho, en   Siurana. Desde el lugar donde se dice que saltó la Reina Mora, por no querer caer en manos de los cristianos, podremos ver el río y las escarpadas paredes con las que sueñan escaladores de todo el mundo.

Siurana

Cornudella de Montsant, situada a los pies de la sierra del mismo nombre, es una población de visita casi obligada cada 11 de septiembre. El día en que se conmemora  la Fiesta Nacional de Cataluña ha sido el elegido por sus habitantes para celebrar una multitudinaria paella. El ambiente es extraordinario y el fervor político queda en un segundo plano. Lo realmente importante es disfrutar de la fiesta y compartir comida y baile.
Son muchas las veces en que, acompañado de familia o amigos, he asistido a ese evento y siempre salgo contento y agradecido de ver la buena disposición de los lugareños para acoger a los visitantes. La alegría y el buen orden son la tónica en esta fiesta en la que los cocineros compiten contra si mismos por hacer un arroz mejor que el año anterior.
Cornudella es también una de las puertas del Priorato. Esta comarca, famosa por sus vinos, tiene pueblos a los que la recuperación y el auge de la viña han salvado del abandono y la despoblación, trayendo de nuevo la vida. Vinos que  han alcanzado fama mundial exportándose buena parte de ellos a Estados Unidos donde alcanzan precios exorbitantes.

Los fines de semana las estrechas carreteras del Priorato se llenan de automóviles con gentes venidas sobre todo de la vecina provincia de Barcelona.  Llegan atraídos por el vino y la oferta gastronomita de la comarca. Me comentaba un vecino de La Vilella Baixa (la hay también alta) que esos de Barcelona están en todos sitios, tanto es así que muchos de ellos han elegido estas tierras para tener su segunda residencia. Otros, como los afamados cantantes Luis Llach o Joan Manel Serrat, ponen en la elaboración del vino su innata sensibilidad sabiendo que con él pueden llegar al corazón de las gentes, igual que hacen con su música y canciones.
Un lugar con singular encanto, pero en estado de ruina casi total, es la Cartuja de Escala Dei donde según se cuenta, los monjes que la habitaban, fueron pioneros en la explotación de la viña y en la elaboración del vino.
El entorno es hermoso con la Sierra del Montsant siempre presente. Son muchos los recorridos señalizados que se pueden hacer por la misma, disfrutando de la naturaleza  y descubriendo las pequeñas ermitas, situadas en bellos parajes, donde el caminante encuentra paz y descanso.

Ermita de Sant Joan de Codolar

El Delta del Ebro es una de las zonas que más turismo atrae en Tarragona y otro de mis lugares preferidos. Desde que en mis viajes de infancia, descubrí el más caudaloso de los ríos españoles me sentí atraído por él. Por eso, después de afincarnos en Reus, busqué unos días para pasarlos recorriendo ese extraordinario paisaje.
Deltebre, La Cava, San Jaume de Enveja, son algunas de las pequeñas poblaciones situadas en este territorio y en las que se vive toda la esencia del mismo. Durante muchos años el único medio para atravesar el río, en estos parajes, ha sido el transbordador, una gran barcaza en la que personas y automóviles evitaban dar un gran rodeo para ir de una margen a otra. Esta travesía, junto a la que otras embarcaciones realizan desde Amposta, Riu Mar o San Carlos de la Rapita por la desembocadura,  son casi obligadas si uno quiere tener un recuerdo fiel del bucólico entorno donde el Ebro se entrega al Mediterráneo.

Navegando por la desembocadura del Ebro

Situado en el corazón del Parque Natural encontramos el Poplenou (Pueblo nuevo), creado después de la guerra civil para dar cobijo a los muchos obreros que, desde otros lugares,  venían para trabajar en la siembra y recolección del arroz. Este pueblo aparece como un oasis, tanto si se va como si se viene, en medio de los inmensos campos de arroz.
Desde San Carlos de la Rapita, población entre otras cosas famosa por sus langostinos, tenemos una vista inigualable de todo el Delta. Solo hay que subir al Mirador de La Guardiola para, desde allí, contemplar los arrozales, la desembocadura y las lagunas que durantes muchos meses del año albergan a millares de flamencos y otras aves acuáticas. Según la fecha en la que nos encontremos, las tonalidades del paisaje varían completamente, ya sea  tiempo de siembra, de crecimiento o de recogida del arroz.
No encuentro que haya una fecha mejor que otra para visitar el Delta, aunque el aspecto de lo que veamos sea del todo distinto, a mí, en cualquier época del año, esas imágenes  me llegan siempre al corazón.
En cualquier oficina de turismo se puede encontrar amplia y precisa información sobre este Parque Natural y las distintas rutas que se pueden hacer por el mismo. Puestos a sugerir yo recomiendo iniciar el recorrido en la Ampolla para finalizarlo en San Carlos de la Rapita. En el camino siempre es interesante hacer un alto en los miradores situados en las lagunas de La Tancada y La Encanyissada. Aunque las mejores instantáneas son aquellas que cuando las ves se transforman en emociones, conviene recordar que  una cámara fotográfica y unos buenos prismáticos son un complemento ideal para ese viaje.

Mirador de La Encanyissada
Hay otros lugares, menos conocidos por el turismo de masas, que forman parte de esas visitas que yo llamo el circuito familiar. Es decir, sitios a los que llevo a parientes  y amigos que vienen a verme escasos de tiempo pero que quiero que se lleven en el recuerdo la sensación de haber visto cosas interesantes: 

Mara Salgado, gran amiga y excelente escritora. en el Parque de Sama
 
El Parque Samá; unos terrenos en los que el conde del mismo nombre edificó una mansión que le recordase las plantaciones que su familia tenía en Cuba.
Rodea todo el perímetro de la finca una pared que en ningún caso hace pensar, a quien no lo sepa, la maravilla que oculta en su interior:
Jardines y una considerable arboleda con especies autóctonas y otras importadas de America y Asia son el espacio ideal para pasear, a pie o a caballo.
Una cascada da origen a un canal que, sin llegar a ser río después de pasar por tres islotes, desemboca en un pequeño lago.
En  el centro del estanque hay un mirador rematado con un templete desde el que podemos ver una bonita panorámica del lugar. Peces, los hay de considerable tamaño, y algunas tortugas viven en las poco profundas aguas.
Plantíos de palmeras y mandarinas, zona de juegos infantiles y las jaulas que hasta la guerra civil española albergaron un reducido zoológico y que ahora, a excepción de un par que cobijan algunas aves, permanecen vacías.

Parque de Sama
 
Los reyes del recinto son los pavos reales, te los puedes encontrar por cualquier rincón, incluso encaramados a la rama de algún pino (debo confesar que nunca antes había visto una de estas aves en tal situación) emulando a las muchas ardillas que han fijado en ese bosquecito su residencia.

En una esquina se alza una torre mirador desde la cual, además de poder ver toda la propiedad, se divisa buena parte de la comarca del Baix Camp y las poblaciones del litoral con el mar de fondo.
Todas la obras del canal, estanque y diseño del jardín se deben al Maestro de Obras, vecino de la cercana población de Vinyols y els Arcs, Josep Fontsere y Mestres autor de los Jardines del Parque de la Ciudadela en Barcelona quien contó para hacer la Fuente y Cascada del mismo con la inestimable ayuda y talento de un joven Antonio Gaudí.

Sant Miquel de Escornalbou, un castillo que puede datar del siglo XII y que al parecer fue el último reducto árabe en la comarca. Debe su advocación a que, según se cuenta, el mismo Arcángel San Miguel ayudó en la batalla que supuso la conquista del lugar a los sarracenos. 
 

Sant Miquel de Escornalbou

El Rey Alfonso I de Aragón lo cedió a los canónigos agustinianos que lo habitaron hasta que fueron reemplazados por  monjes franciscanos, quienes hicieron de él residencia y seminario.
Sin grandes pretensiones artísticas se mezclan en la construcción varios estilos, predominando el románico. Esto hizo que Eduard Toda, un diplomático reusense que adquirió la propiedad en 1908, atribuyese su origen a los romanos.
Toda inició una amplia remodelación y convirtió el castillo en su residencia particular aunque en 1926 acabaría cediéndolo al arzobispado de Tarragona quien lo puso a la venta. Después de pasar por varias manos, en 1941 sería comprado por el industrial José M Llopis quién tras ocuparlo durante unos años lo vendería al Banco Urquijo. En la actualidad es propiedad de la Generalitat de Cataluña y está gestionado por la Diputación de Tarragona.
Castillo, Iglesia y Claustro forman un conjunto no exento de encanto. El interior de lo que fue la vivienda aun conserva muebles antiguos y está siendo restaurado para devolverle el buen aspecto que tuvo antaño. Me gustan estos lugares y me parece encontrar en ellos, cuando los visito, el espíritu de aquellos que los habitaron y dejaron en ellos su impronta,  acondicionándolos según su experiencia, gustos y cultura adquiridos a través  de una vida rica en vivencias, como puede ser el caso de Eduard Toda.

Claustro
 
Para mi lo mejor de San Miquel de Escornalbou es pasear por el claustro y (si esa calima tan frecuente en estas tierras nos deja) contemplar las hermosas vistas del Baix Camp y todo el litoral. Podemos disfrutar aun más del paisaje y tener una mejor panorámica de todo él, edificios incluidos, subiendo hasta lo más alto, a la pequeña ermita que corona la montaña. El esfuerzo, nunca mejor dicho pues la subida se las trae, sin duda merece la pena.   
Para llegar a este Castillo Monasterio el camino más sencillo es ir hasta la población de Riudecanyes y una vez atravesada la villa tomar la carretera que lleva hasta la cima del monte donde está emplazado.


La comarca del Camp de Tarragona ha terminado siendo uno de mis paisajes más familiares y una tierra con la que me siento muy identificado. En ella he vivido  esas emociones que hacen que los paisajes, al margen de su belleza que también la tiene, sean importantes para mí.
Es terreno tradicionalmente agrícola donde  abundan el olivo, la viña, la almendra y la avellana, compartiendo espacio con  algunas zonas de pinares.
Desde hace unos años una nueva especie, las chimeneas de las petroquímicas se elevan hacía el cielo lanzando llamaradas y emisiones de quien sabe que.

El Catllar

Pequeños pueblos, con mucha vida -ya sea por las explotaciones agrarias, los cánones que pagan las empresas petroquímicas o el turismo- jalonan esta comarca. En cada uno de ellos solía haber un castillo de los cuales, en el mejor de los casos, se conserva algún trozo de torreón o muralla. Es típico que todos dispongan de iglesias con grandes torres donde se ubica el campanario. Pero hay dos iglesias que se salen de este modelo y que son pequeñas joyas del modernismo, siendo responsable de su construcción el mismo arquitecto, Josep María Jujól Gibert 
Hablaba en páginas anteriores  de este insigne personaje y lo definía como el arquitecto de las causas pobres. Son muchos los que lo infravaloran atribuyéndole, como mayor mérito, ser alumno de Antonio Gaudí. Si bien  Jujól colaboró, en momentos puntuales con el reusense,  no puede decirse que existiese entre ambos esa relación de maestro alumno. Jujól, es importante por sí sólo y su obra digna de admiración por la belleza que encierra y, en muchos casos, por la escasez de recursos económicos de que dispuso para desarrollarla.

Iglesia del Sagrat Cor de Vilabella

Jujól, además de un gran arquitecto, fue también un maestro en la técnica del serigrafiado y un precursor del reciclaje. La escasez de recursos con la que tenía que enfrentar algunas de sus obras le obligaba a aguzar el ingenio. Buena muestra de ello son las dos iglesias de las que hablaba antes: la iglesia del Sagrat Cor de Vistabella, en el término municipal de La Secuita y el Santuario de Montserrat en la población de Montferri.
La primera de estas iglesias  contó con el presupuesto que se pudo reunir con las aportaciones de los vecinos. Eso puede dar una idea de lo exiguo del mismo. Jujól aplicó aquí todo su ingenio y además de diseñarla participó en la construcción de la misma. Suyos son algunos frescos que adornan las paredes,  las originales lámparas fabricadas con latas de conserva y algunas de las rejas que adornan la capilla. El resultado es una obra que embelesa a quienes la visitan.

Montferri
El Santuario de Montserrat en Montferri es la otra gran obra de Jujól en las comarcas de Tarragona. La idea de su construcción, según el jesuita Daniel María Vives, fue de la propia Virgen. Mientras Daniel rezaba, en una de las cuevas de la Sagrada Montaña de Montserrat, ésta se le apareció y le pidió que levantase una iglesia en tierras de Tarragona para que la gente, que no podía desplazarse desde ese lugar, pudiese rezarle allí. 
Montferri, pueblo natal de Daniel Vives, fue el lugar elegido por el clérigo, para edificar esa iglesia. Empleó en su construcción todo el patrimonio de que disponía y en la misma colaboraron, con su trabajo y donaciones, los habitantes del pueblo.

Jujól, otra vez con escasos recursos, proyectó el Templo y dirigió la elaboración de los materiales necesarios para levantar el templo. Los bloques para la estructura, los tochos y los ladrillos para la edificación,  se hicieron con arena y grava del río Gaía, mezcladas con cemento y ceniza del carbón de las locomotoras de vapor; eso da un peculiar color al Santuario. 


Santuario de Montserrat en Monferri
 
Hace ya algo más de setenta años que empezó a construirse y aun quedan algunos detalles por concluir como son, la mejora de la carretera de acceso y una zona de aparcamientos. La iglesia, en sí, está terminada y abierta al culto. Consta de una sola nave con varias cúpulas y está presidida por el camerino de La Moreneta al que se accede por dos escaleras laterales. El estilo recuerda algo, en sus torres, a la Sagrada Familia aunque lejos de la grandiosidad de esta. Pero, dentro de su modestia, la obra de Jujól bien merece una visita para recrearse con ella. 

Matías, autor del libro, en el Camerín de la Virgén
 
Al margen de Jujól y sus iglesias el Camp de Tarragona tiene la más vanguardista estación de tren de toda Cataluña  y quizás de todo el ferrocarril español. En ella quise situar el comienzo de este libro para resaltar su importancia,  en lo profesional y en lo afectivo.
En Camp de Tarragona se agrupan todos los recuerdos y paisajes de mi vida ferroviaria. Mi paso por ella ha sido, sin ninguna duda, lo mejor de mi vida laboral y como en ningún otro sitio se ha producido una simbiosis entre trabajo y relaciones personales que rozan la excelencia. Me congratula que, después de haber pasado casi un año de haberme acogido a un plan de jubilaciones avanzadas, la mayoría de los que allí trabajan me echen de menos y sigan pensando que el tiempo que compartimos fue tan bueno para ellos como para mi.
Para alguien como yo que, ya sea de viajero o como profesional, ha visto evolucionar el ferrocarril hasta límites insospechados, partiendo de los trenes de vapor, acabar mi vida de ferroviario con los trenes de Alta Velocidad es un regalo. 
 

Estación de Alta Velocidad de Tarragona
 
Se me ofreció la oportunidad de inaugurar la dependencia, siendo  el primer Supervisor de Camp de Tarragona, y aplicar allí todos los conocimientos de una vida ferroviaria. Pienso que la experiencia ha sido muy positiva y la estación tiene bastante de mi impronta personal. El tiempo indudablemente puede con la mayoría de los recuerdos pero, el trabajo realizado y sobre todo los afectos conseguidos, se lo pondrán muy difícil al olvido


Vias de Alta Velocidad
 
La plantilla de la estación de Camp de Tarragona, incluyendo a la mayoría de trabajadores de los distintos servicios, es un ejemplo de eficacia en lo profesional a pesar de que nadie había tenido un contacto anterior con el ferrocarril. Pero lo mejor de todo es su faceta humana por lo que, sin olvidar cumplir cada uno con su obligación, se establecieron unos lazos de cariño  que nos llevaron a ser una gran familia.
Camp de Tarragona de Tarragona es por el momento, visto desde el corazón, mi último gran paisaje.





  Nota del autor:


La mayoría de las fotografías son obra Matías Ortega Carmona, el autor del libro pero  también han colaborado en este apartado y quiero agradecer esa colaboración a las siguientes personas:

Dolores Agea Pérez  de Tarragona
Sara Lucía Peralta Espallargas de Tarragona
Jerónimo Pérez de Galicia
Quique Castillo de Canarias.