lunes, 13 de mayo de 2013

VIAJE POR LA COSTA DA MORTE 1ª PARTE





VIAJE A LA COSTA DA MORTE

Miércoles 24/04/2013


El tramo de litoral gallego desde Malpica hasta Muros, en la provincia de A Coruña, recibe también el nombre de Costa da Morte debido a la gran cantidad de naufragios registrados en esos lugares. Los Faros que se han ido instalando a través del tiempo han mejorado la seguridad de la navegación y son además unas estupendas atalayas desde las que contemplar el océano y sus olas rompiendo contra los abruptos acantilados o las traicioneras rocas que se ocultan a los navegantes mar adentro. 

Esta es una parte de Galicia que solo conocía a través de lecturas e imágenes de medios de comunicación y este viaje ha supuesto un encuentro, mucho tiempo deseado, con paisajes de una extraordinaria belleza. A pesar del paso del hombre por ellos y mareas como la provocada por el hundimiento del petrolero Prestige, que tiño las costas de negro, se ha conseguido recuperarlos y ofrecen en algunos casos un aspecto virginal.

Iniciamos  viaje en La Pedreira (Carnoedo-Sada) nuestro lugar de residencia en Galicia, quizás no el más bello pero si el único donde yo encuentro sosiego y paz como en ningún otro.

La Pedreira, vista de la Ría de Betanzos

Hemos tomado la autopista de Carballo hasta el final y ya en Coristanco seguimos por la carretera que lleva a Santa Comba y posteriormente a Muros. Para Elena, mi esposa, y para mí el paisaje nos resulta familiar a pesar de no haber visitado nunca esa zona pues es el típico de la Galicia rural. Pequeñas aldeas en las que las casas antiguas comparten territorio con otras recién reformadas en cuyas paredes la piedra sigue siendo una constante y mantienen por tanto un orden que no altera el conjunto. Domingo y Mª Dolors, la pareja de amigos de Reus que nos acompañan, prestan más atención a un  recorrido que resulta para ellos más novedoso.

El día ha amanecido con sol, la carretera presenta un buen estado y el transito es escaso, cosa que alguien como yo, que no disfruta especialmente conduciendo, agradece en gran medida.

Nos acercamos a la costa atravesando la Sierra de Outes. Comentamos agradecidos la diferencia en la vegetación con los montes de otras zonas de Galicia en las que el eucalipto se ha hecho el rey, desplazando a las especies autóctonas; afortunadamente por aquí su presencia es más bien escasa.
A nuestros amigos les sorprende la abundancia de toxo que hace predominar el color amarillo en todo el entorno. Elena, les explica como usaban esta planta como lecho en las cuadras de los animales y también que su flor se utiliza para destilar un licor de alta graduación que hay que consumir con moderación.
Bajando para Muros podemos contemplar las primeras vistas de La Costa da Morte.  Nos detenemos en un mirador que según mis datos debe de ser el del monte Tremuzo, pido disculpas si estoy equivocado pero los paneles de madera que podían confirmar esta información están destrozados, no sé si por la acción de los elementos meteorológicos o por el comportamiento vandálico de otros elementos.


Ante nuestros ojos aparece un paisaje esplendido:

Panoramica desde el Mirador del Monte Tremuzo
Lagoa de Louro


Al fondo el Cabo de Fisterra, casi imperceptibles las casas de la población.



A la izquierda la Península de Barbanza y las rías de Noia y Muros.

Siguiendo hacia el norte la Villa de Muros y sus parroquias anexas como Louro con su monte y su laguna.

Después la costa de Carnota, la mole granítica del Monte Pindo y cerrando el arco Fisterra con su Faro, durante mucho tiempo considerado el fin del mundo.

Como fondo el inmenso océano, hoy azul, que invita a navegar para descubrir nuevos horizontes; otras veces tan oscuro que sobrecoge el ánimo y recuerda las múltiples tragedias vividas en esas costas. 


Hemos llegado a Muros, punto de partida para nuestra ascensión por La Costa da Morte, pero antes rendiremos visita a la Villa y repondremos fuerzas para continuar el camino.
 


Muros


Muros es una población con un casco histórico de casas con gruesas paredes de piedra (quizás de ahí venga su nombre), calles estrechas, y amplios soportales en sus plazas. En estos últimos, las mujeres de los pescadores se sentaban a reparar  las redes de pesca. Hoy en día, Muros, mantiene su aire marinero a la par que señorial.

Muros, fuente.

Muros, calle del caso histórico

Muro, plaza y soportales.


Destaca su Iglesia Parroquial antigua colegiata de Santa María y actualmente dedicada a San Pedro. También es interesante su Casa Consistorial, ahora con la fachada en obras (eso justifica la ausencia de foto) y el Mercado Municipal también en obras pero con menor andamiaje y menos obstáculos para la cámara. 

Muros, mercado municipal.

Muros, plaza y Cruceiro
 
Muros. Iglesia de San Pedro

Muros. Iglesia de San Pedro

Muros. Iglesia de San Pedro


Dejamos Muros para seguir con nuestro viaje, la última imagen la de ese velero anclado en su puerto que, como nosotros, seguramente lo abandonará para surcar otras aguas pero siempre con el deseo de volver.

Velero en el Puerto de Muros


Nos dirigimos a Carnota con una breve escala en Lariño.  La arena de su playa, fina y blanca, es un anticipo de lo que encontraremos después en todas las playas de este litoral. Unas fotografías al entorno, la punta y el Faro de Insua y volvemos al coche en el que el aire acondicionado mitigará un poco un calor, que en abril, es casi veraniego.

Lariño

Lariño, punta y Faro de Insua


Estamos en Carnota, ha sido fácil localizar el conjunto monumental que conforman Iglesia, Palomar y Hórreos que dan fama a la población. Todo construido en piedra donde  el mayor de los Hórreos lleva la fama de ser el de más longitud de Galicia aunque parece ser que este honor corresponde a otro del mismo tipo situado a corta distancia, en la parroquia de Lira.

Carnota, Iglesia y Horreo

El Horreo de más fama en Galicia

Horreo y Palomar


Si no solo de pan vive el hombre, tampoco solo da fama a Carnota su Hórreo.  Siguiendo las indicaciones de unas amables señoras que atienden una tienda situada junto a éste nos dirigimos a la playa que con sus siete kilómetros es la mayor de Galicia. Entre el aparcamiento, donde dejamos el coche, y la playa hay una extensa zona de brañas (aiguamolls lo llamamos en Cataluña) que hay que salvar mediante una larga pasarela de madera.

Brañas en Carnota

El lugar induce a soñar con paraísos perdidos, de esos que la gente busca a miles de kilómetros, sin darse cuenta de que los tiene en la puerta de casa. Unos caballos pastando libremente, aves que se posan entre las vegetación de ribera, buscando agua o insectos con los que calmar la sed y el hambre, la mole inmensa del Monte Pindo que nos acompañará en mucho de nuestro recorrido. El susurro, aquí más que un susurro, de las olas entregándose a la arena, la mezcla de olores y colores, la grandiosidad del conjunto hace que te sientas pequeño, pequeño y absolutamente libre.

Caballos pastando en Carnota


 
El Monte Pindo visto desde la playa de Carnota

Carnota, playa y dunas

Carnota, playa

Antes de seguir nos entretenemos un rato paseando por la arena y recogiendo conchas de moluscos que la marea ha traído hasta la playa. Las hay de variados tamaños y algunas que a nosotros nos parecen raras quizás porque solo conocemos lo que hasta ahora hemos visto en los mercados.
Nuestro siguiente objetivo es el pueblo de Ézaro. En este lugar se encuentra la desembocadura del Río Xallas, el único que en el sur de Europa, según se dice, desemboca precipitándose al vacío en una bellísima cascada. 

Ézaro, desembocadura del Río Xallas


La necesidad de fabricar energía eléctrica hizo que se autorizase la construcción de una presa antes de la desembocadura, motivo por el cual solamente se puede contemplar este fenómeno los fines de semana. Entonces las compuertas se abren para contentar a los muchos visitantes que hasta allí se acercan. Los sábados estivales, por la noche, la cascada se ilumina y la música acompaña el sonido del agua estrellándose contra las rocas.

Ezaro, pasarelas que llevan a la cascada.

Ezaro, pasarelas que llevan a la cascada.

Ézaro, la pequeña ría que forma el Xallas para llegar al mar


Hemos tenido suerte y, aunque hoy es miércoles, las compuertas están abiertas para  liberar el exceso de agua con la que el lluvioso invierno nos ha obsequiado.


Fisterra nos acoge con sol y calor, dejamos atrás el pueblo para dirigirnos al Faro. Por la carretera adelantamos a muchos peregrinos que buscan en ese lugar el final de su viaje. Es tradición que una vez se ha visitado al Apóstol en Santiago, los peregrinos lleguen hasta Fisterra y en los alrededores de su Faro quemen las prendas que les han cubierto durante su camino. Es una manera de despojarse de todo aquello que nos agobió en el pasado (simbolizado en esas prendas) e iniciar una nueva andadura en la vida, sin ataduras.

Llegamos al fin del mundo

Peregrino quemando su ropa

Faro de Fisterra

Vista de la Costa da Morte desde el Faro de Fisterra

Instalaciones del Faro de Fisterra

De nuevo el Océano Atlántico se abre ante nuestros ojos como un reto a las travesías que nos deparará el futuro. Si volvemos la vista atrás podemos ver la población de Fisterra, la costa desde Muros a Carnota, el omnipresente Monte Pindo y las olas rompiendo contra los acantilados.

Km. cero en el Faro de Fisterra


Tenemos previsto hacer noche en Camariñas y desde el puerto de Fisterra, mientras saboreamos unas bebidas y un sabroso pulpo a feira, llamo al hotel para confirmar que no hay problema con nuestra reserva, pues tenemos pensado hacer una última parada en Muxía y no sabemos a qué hora llegaremos. La señora de la recepción me confirma que  todo está en orden y nos desea que sigamos disfrutando de nuestro viaje.

Fisterra, monumento al emigrante


Muxía es otro de los lugares emblemáticos de La Costa da Morte. Entramos en la población y por el paseo marítimo, siguiendo los indicadores llegamos al Santuario da Virxen da Barca.

La Iglesia, de estilo barroco, es de una sola nave con capillas laterales. Preside el Altar Mayor un magnifico retablo dedicado a La Virxen da Barca y del techo cuelgan 12 pequeñas embarcaciones que, según me comentan, recuerdan a los barcos naufragados y a los marineros que perdieron la vida en esos sucesos.

Interior de la Iglesia da Virxen da Barca

Santuario de La Virxen da Barca



Según narran antiguas crónicas La Virgen llegó a esta costa, buscando al Apóstol Santiago, para decirle que su labor en esas tierras había finalizado y debía regresar a Palestina. La llegada se produjo en una barca de piedra de la que aún quedan sus restos, la Pedra de Abalar que sería la nave en sí y la Pedra dos Cadrís que bien pudo ser la vela. Pasando por debajo de esta última, se dice que por su angostura, los males no caben y quedan al otro lado, liberándose así la persona que lo hace de ellos.

Pedra dos Cadrís

Volvemos a sentir en este lugar la fuerza del mar, hoy no demasiado agitado, batiéndose contra las rocas en las que se asienta el Santuario. Éste, visto desde una colosal escultura que hay en la parte trasera del mismo, ofrece una imagen que puede llevar a imaginar la de una nave entrando en el mar.



El Santuario parece una nave que se adentra en el mar

Desde el Faro de Muxía podemos contemplar la silueta de otro Faro legendario, el del Cabo Vilano en Camariñas, el cual tenemos pensado visitar mañana. 

Faro de Muxía, al fondo la silueta del Cabo Vilano.
Hoy Camariñas nos recibe con el sol pronto a ocultarse pero aún con luz de día, ya que aquí anochece más tarde de lo que estamos acostumbrados en el Mediterráneo.

Puerto de Camariñas

Nos alojamos en el Hotel O Parranda, un hospedaje sencillo pero amplio y limpio. Ana, la responsable de la recepción, con la que antes había hablado por teléfono nos atiende muy amablemente y nos indica un restaurante llamado O Meu Lar donde además de cenar muy bien nos facilitan información de la ruta que  tenemos prevista para mañana.

Restaurante O Meu Lar en Camariñas

Al salir del restaurante, damos un paseo por las calles del centro. Nos han dicho que se celebra la festividad de San Jorge y al llegar a la Iglesia encontramos atracciones de feria y un escenario donde una orquesta, que no lo hace nada mal, trata a ritmo de cumbia de animar a la gente para que baile. El público no está por la labor y prefiere escuchar a la cantante y ver como la que baila es ella.

Fiesta de San Jorge en Camariñas