miércoles, 28 de marzo de 2012

FOTOS - MATARÓ





 Algunos rincones de Mataró, la ciudad donde nací.




Convento de las Capuchinas



Ayuntamiento
Gigantes en las Fiestas de Las Santas


Parque Municipal

Parque Municipal

Parque Municipal

Parque Municipal

Parque Municipal

Interior de la Basilica de Sta María

Castellers en Sta María

Castellers en Sta María

Castellers en Sta María


Plaza Chica

Museo

Capilla del Cementerio Viejo
Fuente del Primero de Mayo
Estación del ferrocarril
Monumento a Miquel Biada, impulsor del primer ferrocarril de la España Peninsular




Playa
Paseo Marítimo

Playa

Puerto

martes, 27 de marzo de 2012

NOVELA - EL MILAGRO DE PUERTO COLOMBIA 4ª ENTREGA


 

Si la mañana había sido pródiga en acontecimientos, los actos previstos para la tarde iban a poner el digno colofón a tan fastuoso día. Estaba programado que a las seis de la tarde, en el estadio anexo a la Plaza Principal, tuviese lugar la elección de la reina Popular de las Fiestas, momento largamente anhelado por todas las muchachas porteñas que aspiraban a esa designación.
Hasta aquel lugar iban llegando riadas de personas que no querían perderse el evento. Desfilando por el centro de las calles, que desembocan en la plaza, las comparsas llenaban de colorido y estruendo las mismas. 
Hombres y mujeres luciendo sus galas de carnaval y contoneándose al ritmo de las orquestas moliendo (tocando) porros, guarachas, ballenatos, salsas, cumbias y merengues. 
Alegría aderezada con aguardiente de Antiquíssima, ron o la popular chicha, bien fría, para elevar el ánimo a lo más alto. Afortunadamente, para controlar a aquellos a los que el alcohol incita a cometer desmanes, la estación (cuartel) de la policía está a una manzana del estadio y siempre hay una dotación preparada para intervenir y restablecer un orden adecuado al espíritu festivo. 
Son días en que se perdona casi todo y muchas parejas aprovechan el anonimato de la multitud para dar rienda a sus deseos de sexo fuera del matrimonio. Las infidelidades en Carnaval o bien no existen o se convierten en pecados veniales.
El estadio es un clamor cuando aparecen las ocho finalistas entre las que elegirá la reina Popular del Carnaval. Lucen, cada una de ellas, diversas variantes del traje regional y a pesar de sus sonrisas no pueden disimular los nervios que las atenazan. El camino ha sido largo, hasta llegar aquí han tenido que mostrar sus aptitudes, bailando y alternando en actos previos como la Rueda de la Cumbia, la Noche del Garabato o la Noche de las Antorchas. Ahora solo cabe esperar el veredicto del Jurado, lágrimas de felicidad para la ganadora y de tristeza o sana envidia en la mayoría de los casos para sus competidoras.

Samuel, desde un palco reservado a autoridades, personalidades e invitados, lo observaba todo con aire distraído. Si las cosas transcurrían según lo previsto, en un par de meses regresaría a España o viajaría hasta otro lugar en el cual su empresa le asignase un nuevo trabajo.
No le atraían en exceso este tipo de manifestaciones festivas pero era una forma de hacer tiempo hasta la hora de acudir al Ayuntamiento. Debía, como representante de su empresa, asistir a una cena a la que acudirían el Gobernador Inocencio Chávez, el Obispo Orestes Gaviría, y las autoridades locales, además de lo más representativo de la alta sociedad de Puerto Colombia. No podía faltar en ese ágape la que en breves momentos iba a ser elegida como la figura más popular del Carnaval, su Reina.

Yanira no podía contener el llanto mientras su antecesora la coronaba, hasta el siguiente carnaval, como la mujer más popular de Puerto Colombia. Recordó, en ese momento, más que nunca, a su madre que la había precedido veinte años atrás en esa ceremonia.
Su padre, Ramiro, que no había sido precisamente quien más ilusión mostró por    verla subida  en aquel escenario, recordaba  ahora en ella a la esposa desaparecida. Se alegraba por su hija, pero sentía como el recuerdo de la mujer que amaba y que la muerte le arrebató de forma tan temprana, le rasgaba el corazón.
La joven estaba deslumbrante, una aparición, o al menos así se lo pareció a Samuel. Llevaba un vestido largo, blanco y añil, adornado en talle, mangas y bajos con llamativos volantes verdes y amarillos. Un ceñido corpiño, mostraba de manera generosa, unos bellos y turgentes  senos que parecían querer escapar del mismo. Sus ojos negros, de mirada profunda, aun humedecidos por las lagrimas, pensó el joven arquitecto, bien podían ser  un mar en el que sumergirse en pos de los más sensuales deseos.
Sin saber porqué le vino a la memoria la imagen de la Virgen, que él había visto por primera vez en la mañana; dos rostros hermosos, ambos con tintes de melancolía y misterio, solo que éste, el de Yanira, era real. Samuel aún no lo sabía, pero  la Virgen y la muchacha iban a estar presentes en su futuro más inmediato.

miércoles, 21 de marzo de 2012

FOTOS - TOLEDO



Estas fotos de Toledo, ciudad en la que se desarrolla parte de la trama, sirven como complemento a mi novela El Milagro de Puerto Colombia.





Catedral

Comercio

Ayuntamiento

Catedral

Panoramica

Panoramica

Comercio de Artesanía

Judería

Rio Tajo

Rio Tajo

Plaza en la Judería

Calle de la Judería

Matías posando con San Matías

Museo de Santa Cruz

Museo de Santa Cruz
Sinagoga de Santa María la Blanca
Sinagoga de Santa María la Blanca
Monasterio de San Juan de los Reyes


Monasterio de San Juan de los Reyes

Alcazar

La vía del ferrocarril bordeando el Tajo

Academia de Infantería

Alcazar

Castillo de San Servando

Puerta Real

Iglesia de Santiago

Panoramica del Rio Tajo


Estación de Ferrocarril



Puente de Alcantara

martes, 20 de marzo de 2012

NOVELA - EL MILAGRO DE PUERTO COLOMBIA 3ª ENTREGA


 
 
 
 
 
 
 

Construcciones de Ultramar, empresa española con importante arraigo en toda la América Latina, fue la adjudicataria encargada de urbanizar la zona y construir el complejo de edificios que complementaban las obras del nuevo muelle en Puerto Colombia. El responsable y encargado de desarrollar ese proyecto era Samuel, quien por ese motivo había viajado desde España dos años antes. Al principio le costó adaptarse al clima caribeño y también al modo de vida de los porteños. Allí el tiempo tenía una importancia relativa y las prisas, tan habituales en España, eran algo desconocido. Por otra parte, una vez se asimilado que las cosas eran así, uno tendía a pensar que quizás aquella gente tuviese razón y que la vida se podía vivir con menos sobresaltos, obviando todo aquello que realmente no fuese necesario.

El sábado 18 de febrero todo estaba listo para la inauguración. Los porteños iban llegando en masa, ellos siempre tranquilos, lo hacían esta vez con relativa prisa para escoger el mejor lugar posible desde el que presenciar los actos previstos. La expectación era enorme, no solo porque la entrada en servicio de las nuevas instalaciones eran de suma importancia  para Puerto Colombia y su futuro, además estaba el tema de La Virgen de la que todos se sentían ya devotos. Correspondía al Obispo comunicar la decisión adoptada por la Iglesia sobre este tema y se respiraba cierta inquietud por si se optaba por trasladar a la capital aquella imagen que ya consideraban suya.
El obispado había debatido durante horas el hallazgo de la Virgen, olvidada durante treinta y cinco años en un oscuro almacén. Había que buscar la manera de justificar ese olvido y acabar con ciertas chanzas que empezaban a hacerse populares como la que recitaban muchas personas en toda la provincia – “La iglesia nos pide que nos encomendemos a la Virgen sin saber donde está escondida”

Orestes Gaviría Álvaro, obispo de la diócesis de Barranquilla tenía a su favor que cuando ocurrieron los hechos, la llegada del flete a Puerto Colombia, el era un joven y prometedor párroco en una población del Valle. No tenía, pues, ninguna responsabilidad en lo ocurrido y, si gestionaba bien este asunto, podría  obtener unos méritos que impulsasen aun más su ascendente carrera dentro de la curia. Había dedicado muchas horas a documentarse sobre la historia de Puerto Colombia, lo que había supuesto la construcción de su puerto y todo lo relacionado con la actividad del mismo. El tema tenía su importancia visto desde el prisma del auge que tuvo la ciudad en ese tiempo y el lugar preponderante que ocupaba ya en la región. Lo que no terminaba de ver es como encajar el asunto de la Virgen en todo ello.
Se acercaba el día y el prelado Orestes no acababa de tomar una decisión. Un terrible suceso ocurrido en el puerto de Barranquilla haría que viese la luz. Por causas desconocidas  se produjo una explosión en uno de los cargueros atracados en el muelle de la ciudad caribeña. Este trágico incidente dejó un balance de veinte marineros muertos. Revisando la estadística el Obispo vio con sorpresa que de los accidentes ocurridos en el recinto portuario de Puerto Colombia, en los años que la imagen llevaba depositada en aquel almacén, ninguno de ellos había causado muertes. Esos datos, bien utilizados, podían ser la base de su proyecto.

Inocencio Chávez Corrientes, gobernador de la provincia que alberga el Departamento Caribeño de Barranquilla, llegó a Puerto Colombia dispuesto a darse un baño de multitudes en la fiesta de inauguración. Destacó en su parlamento el esfuerzo realizado por el Gobierno de Nación financiando la mayor parte del proyecto. Nombró y agradeció, la aportación de  las distintas empresas privadas que participaban en el mismo y, como buen político, se guardo para sí el papel más lucido. Recordó a todos los presentes que suya fue la primera propuesta de ampliación del puerto y se extendió en detallar la ingente cantidad de tiempo y gestiones que tuvo que realizar para materializarla. Por supuesto no habló en ningún momento de cómo su patrimonio y el de sus colaboradores más allegados había ido creciendo al mismo ritmo que las obras. Poco importaba eso, en estos momentos, a los porteños que estaban acostumbrados a que la corrupción estuviese presente en cualquier faceta de la vida pública. Ahora todos querían oír hablar al obispo.
Orestes casi se olvida de que el motivo principal de aquellos actos era la bendición e inauguración del nuevo muelle. Inició su discurso recordando los hechos luctuosos ocurridos en la vecina Barranquilla, enviando sus condolencias a los familiares de los fallecidos, para seguidamente acercarse al improvisado altar de la virgen, recientemente rescatada del olvido, y arrodillándose ante ella proclamar “SU MILAGRO”.
Encendido de fe, Su Eminencia relató a los porteños que le escuchaban, boquiabiertos, (no todos los días podían ser protagonistas de un milagro) que aquella imagen era la de La Virgen del Carmen. Les aclaró que el pretendido olvido por parte del obispado no había sido tal, sino la voluntad de la Madre de Dios de demostrar a los habitantes de Puerto Colombia que aun desde la oscuridad de su embalaje, arrinconada en un almacén, podía velar por ellos. 
Los datos exhibidos por Orestes Gaviría Álvaro eran contundentes: en todo aquel tiempo La Virgen del Carmen había velado por la seguridad de los marineros y trabajadores del puerto no permitiendo que ninguno de ellos perdiese la vida en el desempeño de su trabajo.
Las gentes se arrodillaban y lanzaban vivas a la que a partir de entonces iba a ser la patrona de la ciudad. Todos querían acercarse a tocar y besar la imagen. El Obispo y los religiosos que le acompañaban estaban exultantes pero se aplicaron en contener a los fieles para que el fervor no degenerase en tumulto. Inocencio, el Gobernador, vio claro que su protagonismo quedaba anulado ante aquellos hechos y decidió subirse a aquel místico carro. Se mostró convencido del milagro anunciado por su eminente compañero de inauguración y convino con el obispo Orestes en incorporar a La Virgen al resto de actos. Así la imagen fue bendecida y paseada por el puerto, como si en lugar de estar en febrero fuesen las Fiestas de la Patrona, aun por instaurar, y de la procesión marinera se tratase.

viernes, 16 de marzo de 2012

NOVELA - EL MILAGRO DE PUERTO COLOMBIA 2ª ENTREGA


 
 

 
Puerto Colombia era una caldera en ebullición ya que, además de  los eventos previstos para la inauguración, también se celebraban en esas fechas algunos de los actos más importantes del Carnaval.  Estas tradicionales fiestas están tan enraizadas en la ciudad y el ánimo de los porteños que puede afirmarse que no sabrían vivir sin ellas. Viven y apuran cada uno de los eventos mientras piensan ya en los del año siguiente.
Los actos que daban inicio al Carnaval arrancaron el domingo 16 de enero y se alargarían hasta el 8 de marzo. El desfile de los miembros de las agrupaciones y entidades que participaban en los festejos fue la primera manifestación festiva. Se procedió a continuación a la lectura del bando y a la coronación de la Reina  del Carnaval, previamente elegida por las Autoridades Locales y los responsables de Centros Oficiales  de la ciudad.
En las siguientes semanas, los sábados, cientos de jóvenes porteñas tratarían de alcanzar el sueño de convertirse en la Reina Popular de las fiestas del Puerto.  En esta ocasión la elección la llevaría a cabo un jurado del que formarían parte representantes de las comparsas  participantes y otros miembros designados por las entidades comerciales y  de hostelería.
Yanira estaba entre las más firmes candidatas a ser la Reina Popular. Se trataba de una mujer esplendida, alta, morena, con un cuerpo bien torneado y unas caderas que producían vértigo cuando se movían rumbeando o siguiendo el ritmo de la cumbia. Sabía que ser hermosa era importante pero también que eso solo no bastaba. Para ser la elegida  además de cautivar al jurado con su belleza y sus mejores galas también debía derrochar simpatía y sobre todo ser quien mejor se moviese al son de la música.
En el último año había acudido regularmente a clases de baile y huía de cualquier tentación gastronómica que pudiese alterar la esbeltez de su cuerpo. Todo  sacrificio valía la pena si con ello conseguía  ser durante unos días la más popular de las porteñas. Vivir esa experiencia sería algo inolvidable para ella pero además la haría sentirse más cerca de su madre al conseguir algo que ésta había protagonizado años atrás. Que madre e hija consiguiesen ser la figura más popular del carnaval no era algo habitual en Puerto Colombia.

Samuel Leví Guzmán había nacido en Toledo, la ciudad española llamada de las tres culturas. Hacía honor a ese dicho ya que su progenitor era judío, Teresa, su madre, española y no faltaba en la familia algún pariente con raíces agarenas.
Daniel, su padre, descendiente de aquellos judíos a los que en su día expulsaron de España los Reyes Católicos, había vuelto a la ciudad castellana queriendo conocer todo lo que de ella le habían contado. Recuerdos que sus antepasados habían mantenidos vivos de generación en generación.
Daniel, vendió el negocio que heredó de sus padres en Tel Aviv para viajar a Toledo y una vez allí se instaló en un local de la judería en el cual retomó su profesión de comerciante.
No faltaba nada en su tienda de lo que pudiese apetecer a la multitud de turistas que diariamente visitan la capital manchega y no quieren abandonarla sin algún recuerdo de la misma. Cerámicas de la cercana Talavera, el prestigioso acero toledano en forma de dagas y espadas, cuero repujado, los más bellos damasquinados y productos de de la variada gastronomía de la región como quesos, vinos, mazapanes y ese tesoro hecho flor, en los campos de La Mancha, como es el azafrán.
Teresa Guzmán Salvatierra, una joven toledana aficionada al arte y la historia, trabajaba como guía turística mostrando a los visitantes la belleza y secretos de su ciudad. Un día que acompañaba a un grupo de turistas por las calles de la Judería coincidió que éstos escogieron la tienda de Daniel para comprar sus recuerdos. Mientras los turistas miraban y decidían lo que querían comprar, la guía y el comerciante entablaron una animada charla. A partir de entonces las visitas con los grupos se hicieron frecuentes. Teresa y Daniel simpatizaron rápidamente  y en poco tiempo esa amistad se convirtió en un amor que los llevó al matrimonio.
Samuel creció en un ambiente acomodado, heredó de sus padres el gusto por el arte y la historia y recorriendo las calles de Toledo se enamoró de la variedad y belleza de sus edificios, llegando a sentir pasión por la arquitectura. A nada condujo la insistencia de su padre para que siguiese la tradición familiar y continuase con el negocio. Sus progenitores, viendo cual era la vocación de su hijo, le apoyaron para que llegase a ser  arquitecto, profesión en la que pronto destacó.