viernes, 20 de septiembre de 2013

CUENTO UXIA LA PRINCESA DEL MAR












Uxía, la princesa del mar



Uxía es una niña alegre y muy inteligente. Sus ojos azules han tomado el color de ese mar gallego que la vio nacer y que ha sido compañero inseparable durante sus pocos años de vida. Preocupada por el entorno antes, incluso, de poder darse cuenta de ello, ama a su tierra gallega de tal forma que no sabría vivir lejos de ella. A pesar de ser una niña es conocida y respetada por su amor a la naturaleza, siendo un ejemplo para los adultos que no siempre nos comportamos como es debido.



Ella es una niña muy especial y tiene un gran secreto que ni siquiera sus padres conocen. Su cariño por el mar y sus habitantes no había pasado desapercibido para estos, que un día pidieron a la Reina de las Sirenas que nombrase princesa a Uxía. Querían, así, agradecerle a la pequeña sus desvelos por el mundo marino y demostrarle que ellos también la querían mucho. La Reina de las Sirenas, Libertad (así se llamaba), venía observando desde hacía mucho tiempo el comportamiento de Uxía. 


Veía con agrado como la niña, cuando jugaba en la ría, se cuidaba muy mucho de no ensuciar y además acostumbraba a limpiar lo que otras personas desaprensivas, casi siempre adultos, dejaban tirado en cualquier sitio.
Otra de sus ocupaciones era salvar a pequeños peces y otros animales marinos que quedaban atrapados en las pozas de las rocas al bajar la marea. Ella los cogía y los devolvía al mar para que siguieran viviendo.
Por todo ello, Libertad, La Reina de las Sirenas, estuvo encantada de nombrar Princesa del Mar a la pequeña, dotándola además de grandes poderes, jamás concedidos a humano alguno.



A partir de esa fecha, Uxía podía respirar y vivir bajo el agua como cualquier pez y como las sirenas. Ella, con el consejo que formaban los animales marinos más sabios, sería la encargada de velar por el orden y la convivencia en aquella ría. Para que ni tan siquiera sus padres descubrieran su secreto, la Sirena Reina realizó un encantamiento y cuando nuestra amiga estaba en el mar sus progenitores creían verla acostada en su cama.
Uxía se rodeó de un eficiente equipo de colaboradores: Brazos, un gran pulpo de largos tentáculos, Pindo, un simpático delfín, y Xallas, una orca que, como su amigo Pindo, un día entró en la ría y enamorada de su belleza ya nunca más quiso abandonarla.



Durante muchos años aquella ría y la pequeña cala de Lourido, cerca de la cual estaba la casa en que vivía Uxía con sus padres y su pequeña hermana, había sido un entorno privilegiado. El lugar era bellísimo y sus habitantes lo cuidaban. Con el tiempo fueron llegando los visitantes y muchos de ellos en vez de disfrutar de la belleza de aquel paraje, lo ensuciaban y estropeaban. Como las malas costumbres enseguida se contagian, algunos habitantes del lugar hacían lo mismo. Todo esto preocupaba mucho a Uxía y sus amigos.


Decidieron que había que hacer algo para solucionarlo y la niña convenció a sus compañeros del colegio, formando grupos que los sábados se dedicaban a hacer la limpieza de la costa. Mientras Brazos, Pindo y Xallas organizaron, con los habitantes del mar, unas brigadas de limpieza marina. En las aldeas, los adultos, avergonzados viendo el esfuerzo de los niños, decidieron ayudar y poco a poco la ría fue recuperando su mejor cara. 

Uxía pasaba todo el tiempo que le dejaban libre sus estudios, sabía que era muy importante llevarlos bien, dedicada a sus funciones de Princesa del Mar. Algunas noches, mientras sus padres sonreían al verla dormir plácidamente, ella en realidad estaba reunida con el Consejo de Sabios Marinos, analizando los problemas que les afectaban.

La vida de Uxía transcurría feliz, sus padres la adoraban y era muy querida por todos los que la conocían. Compartía con los demás niños la amistad de Brazos, Pindo y Xallas. Estos exhibían sus habilidades deleitando a la chiquillería y vigilando sus baños para que no les sucediese nada. En alguna ocasión Brazos había rescatado con sus tentáculos a algún osado niño que era sorprendido por la marea y no podía volver a la playa. El pulpo lo cogía y lo depositaba a lomos de sus compañeros que, diligentemente, lo devolvía a la misma.

 


Xallas, la preciosa orca, era la encargada de que ningún animal peligroso se acercase al lugar donde se bañaban y jugaban los niños. Para deleite de estos, Xallas y Pindo les obsequiaban realizando múltiples saltos y piruetas que eran un espectáculo con el que se divertían mucho. Aparte de los juegos, los tres amigos marinos realizaban labores de vigilancia, siendo acompañados a menudo en las mismas por Uxía. Ésta, sujeta a la aleta de Pindo o sentada a lomos de Xallas, recorría la ría observando todo lo que pasaba en ella.

Uxía había debatido con el Consejo de Sabios Marinos la necesidad de los humanos de pescar y estos entendían sus argumentos, siempre que los pescadores respetasen los ciclos de la naturaleza, usando las artes adecuadas y no realizando más capturas de las necesarias. Se dispuso que los tres principales colaboradores de Uxía, es decir, Xallas, Brazos y Pindo fueran los encargados de hacer que las normas se cumpliesen. Así, cuando algún barco se dirigía a pescar en zonas consideradas protegidas, era Xallas quien con su enorme presencia los disuadía de seguir en su intento, con la amenaza de embestirlo y hacerlo zozobrar.



Mientras, Pindo, ayudado por Martín, el capitán de los peces espada, inspeccionaba las redes y si éstas no cumplían con las medidas legales, Martín y los suyos las cortaban, quedando los infractores sin ellas. Brazos y otros pulpos gigantes eran los encargados de controlar a los submarinistas, los cuales poco a poco decidieron cambiar el fúsil por cámaras acuáticas y llevarse imágenes de la vida en el mar en lugar de perseguir a sus habitantes.
Tal como había sucedido con la limpieza, el control de la pesca parecía asegurado. No contaban Uxía y sus amigos con que la maldad de los hombres se reinventa día a día y pronto tuvieron oportunidad de comprobarlo.

Uno de los políticos importantes de la ría, Monchito, tras engañar a los ciudadanos con falsas promesas, se dedicó a promover la especulación inmobiliaria y, mientras él se iba enriqueciendo, los ataques al medio ambiente y la degradación de la naturaleza crecían constantemente. Aparecieron también tres amigotes de este personaje llamados Paco, Mariano y Pepote que montaron una gran fábrica con la promesa de ofrecer muchos puestos de trabajo y prosperidad para los lugareños. Las promesas, como casi siempre sucede, quedaron sólo en eso. La fábrica sólo trajo prosperidad para sus dueños, que se enriquecían a cambio de contaminar las aguas del mar con vertidos de chapapote y el aire y  los cultivos con los gases que emitía. En cuanto a los puestos de trabajo, estos no eran tantos como se habían anunciado y además las condiciones laborales eran tan precarias que los trabajadores eran despedidos a la primera queja. 



Los habitantes de la ría dejaron ver su malestar con multitudinarias manifestaciones. De otras partes del país vinieron gentes que se sumaron a la protesta y ofrecieron su ayuda para que aquel lugar recobrase su primitiva belleza.

Los cuatro siniestros personajes seguían ignorando el malestar vecinal y demonizando a todo aquel que no estuviese de acuerdo con ellos. Mientras la situación iba empeorando día  a día, hacían ostentación de su riqueza. Paseaban por la Ría en su lujoso yate llamado “La Gaviota”, en el que organizaban fiestas a las que sólo invitaban a aquellos que estaban dispuestos a adularlos. Uxía pensó que había llegado el momento de tomar medidas y convocó una reunión urgente con el Consejo de sabios Marinos. Tenían que dar una lección a aquellos desaprensivos y demostrarles que, aunque ellos así pareciesen creerlo, no eran los dueños de aquella ría y que debían respetarla, a ella y a sus habitantes. Uxía y sus amigos decidieron un castigo ejemplar que tendría lugar el mismo día que aquellos facinerosos  habían elegido para celebrar una gran fiesta. En esa fiesta iban a celebrar lo que ellos consideraban sus éxitos y además brindar por un futuro en el que seguirían desarrollando sus malévolas actividades.

Por fin llegó el día; en el puerto el yate Gaviota lucía sus mejores galas. Al mismo, luciendo en la boca su mejor sonrisa, subieron Monchito y su séquito. El paseo por la ría debía acabar en una gran fiesta para celebrar lo que ellos consideraban un espléndido futuro. No contaban con que los más humildes se rebelasen y aquellos a los que nunca habían tenido en cuenta les iban a demostrar su fuerza. Cuando el yate se encontraba en la parte en que el mar  tenía más profundidad apareció Xallas.



Ésta había reclamado la ayuda de otras orcas, las cuales no dudaron en acudir a su llamada para realizar la tarea asignada. Entre todas embistieron el yate y el Gaviota, que algunos creían indestructible, se hundió en pocos instantes. 





Al momento aparecieron un grupo de delfines, capitaneados por Pindo, que ayudaron a los marineros de la embarcación a llegar rápidamente a la orilla y ponerse así a salvo. Brazos, con otros pulpos gigantes, se encargó de apresar a los malignos, político y empresarios, y al resto de secuaces que les ayudaban en sus actividades. Atrapados en los tentáculos, estos personajes fueron trasladados a una cueva marina a la espera de ser llevados ante el Consejo. Después, todos los peces unidos, grandes, medianos y pequeños, levantaban una gran pancarta que pasearon por la ría. En ella, todos los habitantes y los que estaban allí de paso pudieron  leer “Estamos aquí y nos necesitáis, por eso debéis respetarnos”.





En el fondo del mar nunca había habido tanta expectación, sus habitantes estaban congregados esperando que la reunión del Consejo Marino empezase. En esta ocasión se contaba con la asistencia de la Reina de las Sirenas la cual sólo acudía en casos muy especiales y, éste, era uno de ellos. No podía faltar, desde luego, Uxía, en quien, la Reina, había delegado toda su autoridad, reconociendo así su buena labor (evidentemente, como cada noche, los padres de la niña seguían viéndola dormida en su cama). 


Nuestra amiga, después de que el presidente del Consejo Marino abriese la sesión, hizo la siguiente propuesta:
Pedir a la Reina de las Sirenas que realizase un encantamiento mediante el cual aquellos malvados, a los que estaban juzgando, adaptasen su sistema respiratorio al de los peces. Con ello se evitaría que pudiesen huir del mar. Además, a partir de ese momento, estarían obligados a limpiar el fondo marino y las costas de todos aquellos vertidos que, ellos y otros indeseables, habían arrojado. Sólo cuando la ría se hubiese regenerado y los cautivos hubiesen mostrado su arrepentimiento, sería posible revisar su causa, devolviéndoles la libertad y su condición humana.

La propuesta fue aprobada por aclamación y desde entonces aquellos que no supieron respetar el mar y su entorno purgan su daño bajo las aguas.

Entre los habitantes de la ría se celebró la desaparición de esas gentes poco queridas y sobre la misma se contaban las más variadas historias. Hubo una reunión en la que los adultos proponían derribar la fábrica, pero también aquí Uxía, apoyada por el resto de los niños, propuso que la fábrica fuese convertida en El Museo del Mar y la Naturaleza para que sus visitantes  aprendiesen a conocer y respetar el entorno.

Hoy en día la ría ha recuperado su belleza y ha sido declarada un área protegida. Uxía es ya una bella mujer que ha conseguido terminar su carrera de bióloga marina y vive dedicada a ese mundo del mar tan querido para ella. Sigue siendo la Princesa del Mar y desde las rocas, muchas noches, hace sonar su caracola para que sus amigos Xallas, Pindo y Brazos vengan a recogerla y recorrer con ellos la ría. Sus padres, entretanto, siguen dándole todo su amor y sonriéndole cuando la ven plácidamente dormida.




FIN


Nota: Este cuento está dedicado a una joven amiga que, como la protagonista, profesa un gran cariño hacia los animales marinos, especialmente a las orcas. La historia expresa, también, un deseo por mi parte, el de que esas espléndidas rías gallegas tan maltratadas, a veces, reciban el cuidado y la atención que merecen.



Matías Ortega Carmona. 

Nota 2: Las ilustraciones están sacadas de páginas de Internet y la fotografía del velero en la ría es propiedad del autor del cuento.
                                 


jueves, 29 de agosto de 2013

MINI RELATO LA AMISTAD







Ese otro yo, que nos acompaña continuamente y con quien mantenemos nuestras reflexiones más íntimas, me preguntaba que desearía como regalo en mi cumpleaños. Después de pensarlo, durante un tiempo, le he dicho "Quiero un amigo".
- Pero tu tienes muchas amistades, me ha respondido ¿No sería mejor que pensases en hacerte rico?
- Cierto, tengo amigas y amigos que, en muchas ocasiones, cuando les he necesitado han acudido a mi lado incluso antes de llamarlos. Con muchos hemos reido y disfrutado juntos, con otros incluso he compartido mis lágrimas y, ¿sabes?, jamás necesité ni me costó dinero ¿concibes mayor riqueza?
- Entiendo -me dice- realmente pides un amigo porque sabes que ese es el mayor de los tesoros.

Matías Ortega Carmona

viernes, 2 de agosto de 2013

CUENTO GIULIANA QUIERE VOLAR





Cristina desea decirle a su nieta Giuliana cuanto la quiere y que pase lo que pase siempre estará con ella. Este cuento trata de plasmar sus deseos:




                 
Giuliana quiere volar


Giuliana estaba agotada. Durante toda la tarde, acompañada de su abuela Cristina, que la había sacado de casa para que la niña no viese los preparativos que se hacían para el día siguiente, había estado jugando en el parque. Ese día Giuliana cumpliría tres años y toda la familia quería que tuviese una gran fiesta.
Mientras jugaba, Giuliana se fijaba en los pájaros, en sus alegres trinos y sobre todo en su vuelo.
-      “Abuela”, - preguntó a Cristina -, “¿por qué los pájaros vuelan y nosotros no?”
-      Cristina le respondió-“Veras, mi tesoro, cuando Dios hizo el mundo pensó que sería bueno que en los mares y los ríos hubiese multitud de variados peces que diesen vida a las aguas. Creó distintas clases de animales, que repartió por toda la tierra, e hizo que el cielo fuese surcado por muchos tipos de aves para que las personas tuviesen en quien depositar sus sueños de viajar y descubrir todas las bellezas que encierra el planeta”.
-      “¿Y no sería mejor que las personas pudiésemos volar y no tener que depender de los pájaros?” – dijo la niña.

Mientras su abuela la arropaba, después de rezar sus oraciones, Giuliana volvió a insistir en sus deseos de volar. Cristina le contó que algunas veces y siempre que las niñas fuesen buenas y obedientes, un angelito del cielo se llegaba hasta ellas y les concedía un deseo. Pero ahora era importante  que se durmiese rápidamente para estar descansada al día siguiente. Cristina dio un último beso a Giuliana, que ya empezaba a cerrar los ojos.

Al poco rato alguien llamó en la ventana. Giuliana, aun adormilada, abrió los ojos y se quedó un poco asustada. No sabía muy bien que era lo que veía. Una figura resplandeciente, con alas y, lo más extraño, con la cara de su abuela Cristina, le sonrió y pasó a través de la ventana sin necesidad de abrirla.

 -“No te asustes, querida, soy el ángel que concede los  deseos a  los niños buenos y he venido para que puedas  cumplir tu sueño de volar”.

A continuación abrigó a la niña con una preciosa capa, la cogió de la mano y las dos atravesaron la ventana, sin abrirla. Se elevaron en el cielo y volaron, volaron hasta las altas cumbres de las montañas que tenían las crestas llenas de nieve. Siguieron el curso de los ríos desde las cordilleras hasta el mar. Volaron y volaron hasta los más bellos lagos que la niña hubiese podido imaginar. Contemplaron las más hermosas cataratas que Dios pudo crear, los grandes valles sembrados de bosques y flores de multitud de colores, los verdes prados en los que pastaban grandes rebaños.  Sobrevolaron los mares en los que las olas llegaban con suavidad hasta las maravillosas playas de arena dorada y todo acompañadas del  sol que había salido solo para ellas.
Giuliana no daba crédito a lo que veían sus ojos y se sentía feliz surcando el cielo. Después del apasionante vuelo, el ángel llevo a Giuliana hasta su habitación, pues pronto vendrían a despertarla. La depositó en su cama, la besó en la frente y le dijo que aquella experiencia sería un secreto entre las dos por lo que no debía contarlo a nadie. Giuliana preguntó: - “¿ni siquiera a mi abuela?”
- “No te preocupes, mi niña, las abuelas siempre saben todo lo          que hay que saber” -, le dijo el ángel.

La fiesta fue maravillosa y Giuliana recibió muchos regalos, pero el más preciado de todos fueron los besos de su abuela y las sonrisas que ésta le dedicó durante todo el día. Giuliana seguía pensando que su abuela Cristina y el ángel eran la misma persona y que, en sus sueños, la acompañaría muchas veces para seguir descubriendo lugares maravillosos.


Matías Ortega Carmona



Dedicado a Giuliana en su tercer cumpleaños









domingo, 16 de junio de 2013

VIDEO- PASEO POR LAS FRAGAS DEL EUME



O Mosteiro de Caaveiro situado na Fragas do Eume é un lugar cheo de maxia. Aos seus pés, as augas dos ríos Sinde e Eume baixan cantareiras mentres o vento axita a vexetación nun murmullo, suave unhas veces, sobrecolledor outras, que enchen de paz o espírito. Luar Na Lubre pon a súa música neste conxunto marabilloso de imaxes e son.