VIAJE
A LA COSTA DA MORTE
Jueves
25/04/2013
2ª
Parte
Ría de Camariñas |
El amanecer es gris
en Camariñas. Es nuestro segundo día de viaje por la Costa da Morte y pensamos
que el recorrido que haremos hoy, quizás al verlo sin el sol radiante que nos
acompañó ayer, hará que tengamos una visión más genuina del mismo.
Después de desayunar
en el hotel O Parranda, abonamos la cuenta y nos despedimos de Ana, la encargada de la recepción que nos ha atendido desde nuestra llegada. Le
comentamos la información que nos dieron en el restaurante O Meu Lar sobre la
pista de tierra que va del Cabo Vilano hasta las cercanías de Camelle y ella
nos recomienda el mismo itinerario. Para que dispongamos de más datos, nos
obsequia con una revista que edita la Asociación de Empresarios de la Costa da
Morte y un pequeño mapa de la zona. Agradeciéndole su amabilidad, salimos y dirigimos nuestros pasos al Museo de Encaje de Camariñas.
En la puerta del
Museo, situado en la misma plaza en la que está el edificio del Concello, hay
un letrero que dice que está cerrado temporalmente. Un vecino que pasa por allí
nos comenta que el funcionario que atiende este centro habrá ido a hacer alguna
gestión a otro lugar, pero que seguramente volverá.
Monumento a las Palilleiras de Camariñas |
Aprovechamos para
hacer una foto al monumento a La Palilleira, así llaman a las mujeres que se
dedican a hacer los encajes (en Cataluña lo llaman Punt de Coixí), y entramos en una tienda donde Mª Dolors,
gran aficionada a esas labores, quiere comprar algunas cosas.
Volvemos al Museo,
pero sigue cerrado, por lo que dejamos esta visita pendiente para otra ocasión y
nos dirigimos al Cabo Vilano por una carretera, en su tramo final, bastante
estrecha y con curvas sinuosas. Después de pasar por una granja marina, que
dejamos a nuestra izquierda, aparece ante nosotros la imponente silueta del
Faro del Cabo Vilano y a la derecha los
gigantescos molinos de viento, tan habituales
en estas latitudes.
Panel informativo del Cabo Vilano con la vegetación caracteristica de la zona. |
Faro del Cabo Vilano |
Dejamos el automóvil
aparcado en un prado, antes de la última rampa que da acceso al mismo, y
subimos andando hasta el Faro. Llegamos a una explanada situada delante del
edificio que alberga un Museo dedicado a los naufragios. Hoy no parece ser nuestro
día de suerte y aunque, según el cuadro de horario de visitas que hay en la puerta, debería estar abierto
al igual que el Museo de Camariñas lo encontramos cerrado. No importa, seguro
que hay cosas muy interesantes en la exposición, pero la belleza del lugar es
suficiente premio para haber llegado hasta allí.
El Faro se eleva,
majestuoso hacia el cielo, en un peñasco situado en la parte trasera del primer
edificio que hemos visto. Para llegar de un lugar a otro, sin peligro de
despeñarse por los acantilados, se hizo una especie de túnel pegado a la roca.
Comentamos las dificultades que debieron de superar los operarios que
realizaron esa construcción para llevar a cabo su trabajo, y los miedos y
peligros que tuvieron que superar viendo el mar batir, seguro que muchas veces
enfurecido, a sus pies. Sea como fuere
el resultado es magnífico, no solo por la seguridad que una instalación de este
tipo ofrece para la navegación, sino que además parece que el Faro sea algo
natural, nacido de la roca para desafiar a los elementos.
Faro |
Pista de tierra y Parque Eólico. |
Decidimos adentrarnos
por la pista de tierra que nos habían recomendado en Camariñas. No es demasiado
ancha, pero tenemos la ventaja de circular siempre por el interior de la misma,
dejando el lado del terraplén para los vehículos que vienen en sentido
contrario. La verdad es que la circulación es escasa, apenas nos cruzaremos con
cuatro o cinco turismos en todo el recorrido y también con un par de camiones que
se detienen en los lugares con más espacio para dejarnos pasar. Suponemos que estos
vehículos, uno de ellos bastante grande, llevan maquinaria para los molinos del
parque eólico.
Costa da Morte desde el Cabo Vilano |
Cabo Vilano e islote , fotografía hecha desde la pista de tierra que lleva al Cementerio de los Ingleses. |
En toda la costa se pueden encontrar pequeñas playas como esta, en las que destaca la vegetación de ribera, tipíca de la zona. |
Las continuadas
lluvias de este invierno han dejado muchos baches en el terreno que debemos
sortear con paciencia. En poco tiempo, una fina capa de arena va cubriendo el
coche y el aire acondicionado permite tener las ventanillas subidas, para que no
nos cubra a nosotros. Que el sol no brille demasiado no evita que haga calor.
El paisaje es, a mi
parecer, bellísimo. Vamos haciendo alguna parada en el trayecto para sacar
fotografías y disfrutar del entorno y alguna cosa tan rara como la mayor duna rampante de Galicia, que amenaza con engullir al llamado Monte
Branco trepando por su ladera.
Duna rampante en el Monte Branco |
Paraje cercano a la Punta do Boi |
Estamos en el paraje
comprendido entre la Punta do Boi y la Punta da Cagada. Es, sin duda, el tramo
más peligroso de la Costa da Morte, estando contabilizados en el mismo cerca de
250 naufragios. El de mayor entidad, por el numero de víctimas, fue el ocurrido
el 23 de noviembre de 1890 en el que perdieron la vida más de 170 marinos del
buque de la Armada Inglesa “Serpent” que naufragó al chocar su casco contra las
rocas de la Punta do Boi. Los cuerpos de los tripulantes, arrastrados por las
olas y masacrados por las rocas, llegaron a la playa de Trece donde fueron
recogidos por el capellán de la diócesis que, auxiliado por vecinos de la costa
de Camariñas, procedió a darles sepultura.
Cementerio de los Ingleses |
Cementerio de los Ingleses. |
En el lugar se
construyó un cementerio al que se llamó El Cementerio de los Ingleses y en el
cual, a mi entender erróneamente, se mantuvieron las diferencias de clase. En
el centro, en un recinto separado, yacen los cuerpos del Capitán y resto de
oficiales mientras el resto de la marinería reposa en el perímetro exterior.
Como me comentaba un joven de la localidad, que recogía algas en la playa
durante nuestra visita, el estatus social se mantiene
más allá de la vida.
Rocas con formas curiosas en el exterior del Cementerio de los Ingleses |
Dejamos atrás el
Cementerio de los Ingleses y nos dirigimos a Camelle para seguir los pasos de otro
forastero ilustre, en este caso alemán.
Jardín con esculturas en un chalet de Camelle. |
Manfred Gnädinger o
Man, el alemán de Camelle como se le conocía popularmente, procedía de la Selva
Negra alemana y era hijo de una acaudalada familia de esa región. Llegó al
municipio coruñés en 1962 y durante un tiempo llevó una vida común (lo que se
acostumbra a calificar de normal) al resto de los habitantes de la población.
Vestía bien y se relacionaba con cordialidad con sus convecinos. Pintaba,
esculpía y se dedicaba a conocer el entorno y estudiar la naturaleza. Dicen que
un enamoramiento no correspondido le llevó a convertirse en un ser solitario y
desde entonces llevó una vida parecida a la de un ermitaño. Construyó un
pequeño habitáculo sobre las rocas contiguas al muelle de Camelle y se dedicó a
rodearlo de esculturas que hacía con rocas, huesos de animales y otros
materiales que el mar arrastraba hasta la costa.
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Man de Camelle |
Vestía con un
taparrabos, tanto en verano como en invierno, y se alimentaba de frutas y
vegetales que él mismo cultivaba en su pequeño huerto. Recuerdo haber tenido
conocimiento de su existencia por un reportaje del NODO, aquel noticiario con
el que en tiempos de la Dictadura se nos adoctrinaba cuando íbamos al cine.
Después me enteraría de su muerte en el año 2002 poco después de que la marea
negra del Prestige asolará aquellos parajes que Man tanto quería.
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Casa de Man en Camelle, Foto Calros Silvar |
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Museo Man . Foto Calros Silvar |
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Museo Man . Foto Calros Silvar |
No podía hacer este
viaje sin intentar conocer, in situ, la obra de este personaje tan singular.
Lamentablemente el tiempo transcurrido desde la muerte de Man, la desidia de
las administraciones por mantener su legado y los fuertes temporales habituales
en la zona han arruinado prácticamente todo lo que el artista había hecho.
Gracias a algunas fotografías, que me ha cedido amablemente Calros Silvar
(hombre comprometido con todo lo que tenga que ver con temas de naturaleza o
medio ambiente) de Sada, podemos ver en este reportaje la diferencia entre el
ayer y el hoy de la obra de Man, el alemán de Camelle.
Estado actual del museo de Man |
Estado actual del museo de Man |
De Camelle a Laxe,
donde tenemos pensado llegar a comer, las carreteras nos dan un respiro y nos
hacen olvidar los caminos de tierra desde Camariñas y las curvas y estrecheces
de una carretera de montaña desde Sta. Marina a Arou.
Laxe es una población
importante del norte de la Costa da Morte con extensas playas, como en todo el
litoral que hemos recorrido, de arena blanca y fina y también dunas. Al otro
lado de la ría se atisba, difusamente, Corme; las nubes no acaban de dejar paso
al sol lo que dificulta la contemplación del paisaje y la obtención de
fotografías más diafanas.
Playa y dunas de Laxe |
En uno de los restaurantes del paseo marítimo
disfrutamos de un estupendo codillo al horno y decidimos, para ayudar a la
digestión, darnos un paseo andando hasta el Faro de Laxe que nos han dicho que
queda cercano.
Restaurante Casa do Arco |
Pasaje do Arco |
Desde la plaza Ramón Juega que está junto al puerto, subimos atravesando el pequeño tunel que hay debajo del restaurante Casa do Arco. La arquitectura es la tipíca de los cascos históricos de las poblaciones gallegas. Calles estrechas y casas de pìedra conviven con construcciones más modernas que respetan el diseño para no alterar en entorno.
Enseguida llegamos a la Iglesia que no podemos visitar por estar cerrada. Paseamos por el exterior curioseando nombres y fechas inscritos en las muchas losas repartidas en el suelo alrededor del templo. A la izquierda de la entrada principal hay también un grupo de nichos lo que nos da a entender que en un tiempo eso pudo ser el cementerio del pueblo.
Iglesia parroquial de Laxe |
El camino se empina y parece hacerse más largo de lo
que en realidad és. Llegamos a un alto, con zona de merendero, en el que un
letrero nos dice que se trata del Miradoiro do Monte Insua (los nombres en la
toponimia gallega se repiten a menudo, en Lariño pudimos ver La Punta y el Faro de Insua).
Laxe, Miradoiro do Monte Insua |
Merendero en el Miradoiro del Monte Insua |
Como el Faro no
aparece, Elena y Mª Dolors, deciden no seguir y tras un cambio de rasante en la
carretera, Domingo y yo, lo divisamos.
Es un faro sin ningún
detalle que lo haga destacable desde el punto de vista estético pero, como
todas estas construcciones, colocado en un marco muy bello. Junto a él se alza
un monumento dedicado a las mujeres de los emigrantes, esas mujeres valientes y
sacrificadas que en toda la geografía gallega mantuvieron vivas y unidas a las
familias mientras sus maridos emigraban en busca de fortuna.
Faro de Laxe y monumento a las mujeres de los emigrantes. |
En homenaje y
reconocimiento a todas esas esposas y madres, decido fotografiarme junto a la mujer y su
hijo que, plasmados en bronce, otean el mar esperando el regreso de su ser más añorado.
El sol parece querer
romper las nubes aunque con escaso éxito. Decidimos emprender camino de regreso
a casa y dejar para otra etapa el recorrido de Laxe a Corme y Malpica. Será,
quien sabe, dentro de unos meses, un
año, quizás más pero el deseo de continuar este viaje es un objetivo firme para nosotros.
Cuando llegamos a La
Pedreira la tarde declina, en la otra banda de la Ría, se ve la playa de Ares y
se adivina Redes (San Antonio de Louredo en la serie de TV El Padre Casares).
Hemos disfrutado de paisajes maravillosos, hemos conocido personas que con su amabilidad han hecho más agradable este viaje y eso nos ha animado a seguir descubriendo y conociendo mejor Galicia.
Ría de Betanzos desde La pedreira. |
La Pedreira
(Carnoedo-Sada) 25/04/2013.