jueves, 27 de diciembre de 2012

LIBRO DE VIAJE POR LOS RECUERDOS 13ª ENTREGA DE MIS PAISAJES





Estación de trenes de Tarragona
En páginas anteriores contaba que conocía Tarragona y su provincia como parte del camino que me llevaba a otros destinos. Hasta que en año 1995 vine destinado a Reus, como Jefe de Estación, solo había hecho un par de visitas a estas dos ciudades. En ambas ocasiones de forma muy breve para intervenir en dos asambleas sindicales, pidiendo el voto para U.G.T,  sindicato al que estaba afiliado entonces. Corría el año 1986 y se celebraban Elecciones Sindicales en Renfe.
Tarragona, la capital, ya formaba parte de mis paisajes emocionales desde que, en mis viajes a Cehegín, parábamos en su estación situada junto al mar. Acuden a mi mente las imágenes de las humeantes locomotoras de vapor, encabezando trenes de viajeros o de mercancías y los barcos, fondeados frente al puerto, esperando para entrar en este.
Me gusta esta ciudad, toda ella respira historia y la antigua Tarraco, capital de la Hispania romana, se muestra orgullosa de ello. Es prácticamente imposible encontrar un rincón que no conserve vestigios de ese pasado.
La Rambla Nova es su arteria principal y en ella se desarrolla gran parte de la vida comercial y de ocio de sus habitantes. Es una amplia avenida con una zona peatonal en el centro. En su origen iba desde la Plaza Imperial Tarraco hasta el Balcón del Mediterráneo y en la actualidad, con el crecimiento de la urbe, se ha prolongado hasta la zona del hospital Juan XXIII. El nuevo tramo ha adoptado el nombre de Avenida de Lluis Companys, en recuerdo del Presidente de la Generalitat de Cataluña, fusilado por La Dictadura después de la Guerra Civil.

Edificio Modernista y Fuente en la Rambla de Tarragona
Estatuas y fuentes adornan todo el paseo que conduce al mirador, sobre el mar. Desde ese lugar dicen que en los días muy claros se ve la isla de Menorca. Yo no he tenido la oportunidad de contemplarla pero puedo asegurar que el paisaje que se divisa es muy bello, lástima que el subconsciente me lleve, siempre que miro el mar, a Galicia y a la búsqueda de la otra orilla.
Dejando el balcón, a la izquierda, caminando bajo las palmeras, llegamos hasta el anfiteatro romano. Poco a poco las excavaciones van devolviendo a este lugar su primitivo aspecto y las recreaciones que en él se llevan a cabo, con personajes vestidos de época, hacen que pensemos que estamos en la antigua Roma.
Por encima del Anfiteatro se encuentran el Pretorio, antiguo Palacio de Augusto que ocuparían después los Reyes de la Corona de Aragón y los Príncipes de Tarragona. Como muchos de estos edificios, tampoco se libraría de ser usado durante un tiempo como prisión, antes de acabar ejerciendo funciones de Museo.
Otra signo de identidad de la población son sus murallas que han merecido que un pasodoble lleve su nombre y ensalce sus méritos. Esta es una costumbre muy socorrida de los compositores de ese género musical que han homenajeado, así, a distintos monumentos y lugares de la geografía nacional. Las murallas forman partes de las visitas turísticas de Tarragona y se puede pasear por encima de ellas disfrutando de una vista de la ciudad, única.
Dentro del recinto amurallado está la Plaza del Fórum, lugar donde se concentraba la vida social en la época romana. Cerca de este lugar se levanta la Catedral y por debajo de ella diversas casas de la antigua nobleza, como La Casa Castellarnau (leer en mi Blog el relato La Casa Encantada), sede del Museo de Historia de la ciudad, famosa también por las misteriosas historias que la envuelven.
Bajando por la Calle Mayor, a la derecha, ésta la Plaza de la Font y el Ayuntamiento, lugar de encuentro de los tarraconenses en las grandes ocasiones.

Concurso de castillos humanos en la Plaza de Toros de Tarragona
Tarragona tiene Plaza de Toros la cual he visitado en alguna  ocasión. No para ver la lidia y el sacrificio de estos animales, espectáculo que no se incluye entre mis favoritos, sino para disfrutar del concurso de Colles Castelleres que se celebra en ese recinto cada dos años.
En ese evento se miden los mejores grupos y también los más modestos, compitiendo todos ellos en hacer el mejor Castell o torre humana. Entre los más destacados están Els Castellers de Vilafranca –vencedores en las últimas ediciones-, las dos colles de Chiquets Valls, La Jove y La Vella y en los últimos años Els Capgrosos de Mataró. La colla de mi ciudad natal se ha distinguido por ser desde su creación, bastante reciente, uno de los grupos punteros en esta actividad. Pocas cosas hay que me emocionen tanto como escuchar el sonido de la gralla y ver como los anxanetas (niños y niñas de corta edad) trepan por las espaldas de sus compañeros para coronar el castillo. No puedo evitar que, viendo esa imagen, se me erice la piel y aparezca un nudo en mi garganta.
Además de sus atractivos turísticos, Tarragona y el Camp de Tarragona tienen una intensa actividad industrial. Son muchas las poblaciones que viven a la sombra de las empresas petroquímicas que, con sus chimeneas e intensa iluminación, además de modificar el paisaje han propiciado, un rápido crecimiento demográfico. Sirva el ejemplo de la capital que en un periodo de poco más de treinta años ha duplicado el número de sus habitantes.

Empresas petroquímicas en el campo de Tarragona

Plaza Mercadal con el Ayuntamiento al fondo
Reus; la ciudad en sí, no es, a pesar de estar viviendo en ella desde hace quince años, lo que yo catalogo como uno de mis paisajes emocionales.
Circunstancias laborales y familiares me trajeron a esta ciudad y he vivido y trabajado aquí sin que, como si sucedió con Soria, se hayan establecido otros lazos. Curiosamente, tengo muy buenos amigos que viven en esta población pero nos hemos conocido y desarrollado esa amistad fuera de ella.
Tampoco el que mi hija Mª Elena se haya casado con un reusense ha cambiado las circunstancias. Quizás si la boda se hubiese celebrado aquí, la importancia del evento y todas las emociones que viví ese día, habría hecho crecer algo de raigambre entre Reus y yo. Pero la ceremonia se llevo a cabo en Galicia, en la iglesia de Carnoedo, y es allí donde mayoritariamente se sitúan mis sentimientos.
Reus es la segunda ciudad de la provincia y ha rivalizado desde siempre, con la capital, por ser la primera. Puede asegurarse que en algún momento de la historia lo ha conseguido. En el siglo XIX tuvo un gran auge cultural e industrial y fruto de ello se acuñó el lema “Reus-Paris-Londres” que destacaba a la ciudad como uno de los núcleos comerciales, de referencia, en ese tiempo.
No tiene mar y tampoco se pueden encontrar, en Reus, esos vestigios del pasado que adornan Tarragona. Pero aún así, en otros aspectos como las infraestructuras, provoca la envidia de sus vecinos. Pegado a la ciudad se encuentra el aeropuerto que da servicio a la provincia y, junto a él, se va a construir una estación intermodal de trenes que traerá, hasta la capital del Baix Camp, el ferrocarril de última tecnología.
Reusenses ilustres, ambos de la misma época, fueron el General Juan Prím y el pintor Mariá Fortuny.

Plaza Prim con la estatua del general.
Juan Prím, fue un militar de reconocido prestigio y participó en las campañas de Méjico y Marruecos; político e intrigante permanente, conseguiría llegar a presidir el Gobierno de la nación en el año 1869. Defendió con firmeza, pero su muerte truncó esos planes, una salida negociada del conflicto de Cuba y consiguió que el Congreso avalase la llegada de Amadeo Iº, primer y último rey, perteneciente a la Casa de Saboya, cuyo reinado sería más bien efímero.
El General fue víctima de la inestabilidad política y de las propias intrigas en las que participó. Murió a consecuencia de las heridas recibidas en un atentado, cuando salía del Congreso de los Diputados en Madrid. Su estatua, a caballo, preside una de las plazas más importantes de la ciudad, en la que también se encuentra el teatro que lleva el nombre del pintor Mariá Fortuny. Éste, que también tiene su estatua a poca distancia de la de Prím, recogería con sus pinceles escenas de las batallas de Marruecos en las que participaba su conciudadano.

Otro reusense insigne (Hay cierta polémica sobre el lugar de su nacimiento que algunos historiadores sitúan en la vecina población de Riudoms, lugar de veraneo de la familia ), este más cercano en el tiempo, es Antonio Gaudí Cornet. Reconocido como el más genial de los arquitectos, sus obras están repartidas por muchos lugares de la geografía española, con mayor presencia en Cataluña, pero curiosamente no en Reus ni en Tarragona.
Beneficiado por el mecenazgo del Conde Eusebio Güell Bacigalupe, también natural de las tierras de Tarragona, Gaudí pudo poner en práctica sus ideas, revolucionando con ellas el mundo de la arquitectura. Inició, así, un camino que seguirían otros muchos arquitectos dando origen al llamado estilo modernista. Por citar alguno de ellos, lo haré con mi paisano, el mataronés Josep Puig y Cadafalch, y el tarragonés (que yo catalogo como arquitecto de las causas pobres) Josep María Jujól Gibert, al que me referiré más adelante.
De Gaudí, quiero resaltar la impresión que me causó mi primera visita al Parque Güell y a la Sagrada Familia. Contemplar estas obras significó, al margen de lo que había visto en libros y postales, el descubrimiento de su talento y supuso un despertar en las emociones de alguien que, no entendiendo de arquitectura, es capaz de extasiarse con la belleza de las cosas bien hechas. Decía que Reus, la ciudad en sí, no es, por lo menos de momento, uno de mis paisajes emocionales. De ahí que haya recurrido a la historia y a unos reusenses célebres que, con
su obra y vivencias, hacen que me sienta algo más identificado con ella.
 
Vivir en Reus, me ha permitido dedicar tiempo a conocer toda la provincia y encontrar paisajes y personas que si me han llegado al corazón. No han sido hasta ahora, las personas, protagonistas de lo que cuento en este libro pero hay paisajes (como sucedía con La Media Legua y mis abuelos) que, sin ellas, podrían resultar tan bellos como huérfanos de sentimientos. Por eso en las páginas que seguirán algunos amigos serán también protagonistas.
Hay un pequeño pueblo, a once o doce kilómetros de Reus, llamado La Pobla de Mafumet. Casualmente, un día viendo la televisión, me enteré de que un albañil había decorado las paredes exteriores de su casa con mosaicos de trozos de azulejos, a semejanza de lo que había diseñado Antonio Gaudí en el Parque Güell.

Tarsicio junto a la imagen de Mosén Cinto Verdaguer
En la primera ocasión que tuve, acompañado de mi inseparable cámara fotográfica y de mi esposa, me desplacé hasta ese lugar para satisfacer mi curiosidad.
Me sorprendió, al llegar, el gran número de personas que se encontraban visitando la casa. Después la dueña, Montserrat, nos contaría que habitualmente recibían peticiones de grupos que se encontraban de excursión en la zona e incluían en su itinerario esa visita.
Después de que los turistas se hubiesen marchado, maravillados por lo que habían visto, mi esposa y yo nos quedamos charlando con Montserrat y su hija Mª del Carmen, quienes con gran amabilidad nos explicaron cómo Tarsicio, el esposo de Montserrat, se había enfrascado en aquella labor.
Tarsicio fue un albañil tardío pues empezó a trabajar en esa profesión cuando contaba treinta y un años. Comenzó de peón y al poco tiempo ya estaba de encargado en la empresa para la cual trabajaba.
Carecía de formación técnica pero dentro llevaba un genio. Aprendía, día a día, a pie de obra, lo que a otros les llevaba meses y años de facultad. Sirva como ejemplo la pérgola que construyó en el jardín, la cual, desafiando la opinión de algún aparejador que vaticinó que no se aguantaría, se mantiene erguida desafiando el tiempo y el pronóstico de aquel “experto”.

Patio de la casa de Tarsicio 
Una persona como Tarsicio no podía jubilarse y quedarse quieta. Un día mirando las grandes tinajas de barro, que en otro tiempo habían servido para almacenar aceite y otros alimentos, pensó que podrían quedar bien, adornando su jardín, si las decoraba un poco.
Se puso manos a la obra y utilizando restos de azulejos, que guardaba en su almacén, forró algunas de estas tinajas. El resultado fue tan espectacular que Tarsicio, sacando el genio que llevaba dentro, siguió engalanando primero las barandillas y bancos de su cuidado jardín y después el resto de las paredes.
La obra de este artista recoge motivos de la vida cotidiana de esa Cataluña que el tanto amaba:

Detalles de la fachada

Un gran mural nos recuerda la Noche de San Juan, con los fuegos de artificio, reflejados en el cielo, acompañando a las estrellas.
Más abajo, otro de estos mosaicos recoge estampas de la Costa Catalana, con una sirena tomando el sol en las rocas mientras contempla los veleros que surcan las azules aguas.
El campo y las labores propias del mismo, a las que Tarsicio también se dedicó, están también recogidos. Como lo están las faenas de pastoreo con la presencia de un rebaño de ovejas, con el pastor y su perro.
No podían faltar detalles que recordasen a la Virgen y las montañas de Montserrat y algún guiño para su esposa que lleva este nombre y a la que Tarsicio veneraba. Dice el refrán: -“Detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer”- En este caso puedo dar fe de que así es. Montserrat, es la mujer que Tarsicio siempre quiso tener a su lado y ella, con su cariño, sigue manteniendo vivo el recuerdo de su marido.
Son mil y un detalles los que este gran artesano plasmó en aquellas paredes. Yo que, gracias a la amistad que mantengo con Montserrat y su familia, he estado en esa casa en muchas ocasiones, siempre descubro algo nuevo que no había apreciado en mis anteriores visitas. Sería muy amplio entrar aquí en describir todo lo que puede verse en la “Casa de los Cantis”, como la llamaba mi difunta madre.

Belen permanente en la casa de Tarsicio y Montserrat.
No podía faltar, en la obra de Tarsicio, un espacio dedicado a la Navidad. En este nacimiento todo a excepción de las figuras esta hecho con azulejos recortados, incluso los haces de leña y las palmeras.
Catorce años estaría ocupado, Tarsicio, en ese entretenimiento que deja boquiabiertos a los muchos curiosos que se acercan a contemplar su obra.

jueves, 13 de diciembre de 2012

POEMA NAVIDEÑO



Hice este poema hace algunos años, llevado por el estado de ánimo que me producía la reciente perdida de algunos seres queridos. Estas circunstancias están hoy presentes en las vidas de personas que me son muy cercanas y que afrontan la Navidad sin la compañía de aquellos que más querían. 
Una de esas personas, la protagonista de mi relato Julia y Manuel, (Juliana, su nombre real) no nos acompañará esta vez y todos los que la conocíamos, en especial su hija Juli, la echaremos de menos. Aunque seguramente, detras del brillo de cada estrella, estará su sonrisa para seguir iluninando la vida de todos los que la queríamos y a mantendremos viva en el recuerdo.


Para una Navidad muy especial:

Con los que nos dejaron, con los que estáis lejos, con los que tengo cerca, con todos los que quiero, deseo fundirme en ese abrazo que  nos trae el Niño, cada Navidad.


Las almas, de aquellos que se fueron,
se han convertido en estrellas,
me miran desde el cielo
sabiendo que no me olvido de ellas.
Me acompañan en Navidad
diciéndome que me alegre,
que es posible la felicidad,
aunque se nazca en un pesebre.           
Que la sonrisa de ese Niño
es un mensaje que me envían,
una muestra de cariño
y que me quieren todavía.
Que  siempre estarán conmigo,
pero desean verme con ilusión,
que recuerde que tengo amigos
que me llevan en el corazón.
Que ser feliz no es pecar
y que para curar una herida
es verdad que hay que luchar
pero, nunca, dar la espalda a la vida.


Matías Ortega Carmona                    
 

jueves, 6 de diciembre de 2012

CREO EN LA NAVIDAD



Para todos aquellos que seguís mi Blog vaya mi deseo de que vivais la Navidad, con vuestros familiares y amigos, en un entrono de Felicidad. También que el 2013 sea un año cargado de prosperidad.



Matías Ortega Carmona

sábado, 10 de noviembre de 2012

LIBRO DE VIAJE POR LOS RECUERDOS 12ª ENTREGA DE MIS PAISAJES





Iglesia de San Juan de Rabanera

Páginas Sorianas 

Soria; Soria pura, cabeza de Estremadura… como reza en la leyenda de su escudo.
A los pocos meses de estar en esa ciudad me hicieron una entrevista en un programa de radio. Llevaban al mismo, personajes con oficios populares y a los responsables del programa les debió de parecer que el de Jefe de Estación entraba en ese grupo.
La periodista que me entrevistaba se extrañó un poco de que siendo catalán me hubiese ido a Soria, una tierra que no conocía y con la que no me unía ninguna relación. Al pedirme mi opinión sobre la misma le respondí –“Soria es algo que antes de conocerla no te imaginas”- (Mi definición del lugar  debió de gustarle a alguién pues, curiosamente pocos meses después de esta entrevista, desde la Diputación Provincial, se lanzó  una campaña para atraer el turismo con el lema "Soria, ni te la imaguinas"). 
Realmente era así, tanto la ciudad como la provincia pueden llevar a una apreciación errónea si se opina de ellas sin conocimiento previo. Quiero añadir que ese error será, casi siempre, por defecto, nunca por exceso.

Ermita de San Saturio

Pronto descubrí la belleza de sus paisajes y el encanto de los paseos por el Duero. Sitios llenos de romanticismo como San Polo, antiguo monasterio templario. Allí, atravesando un estrecho paso, se inicia el camino que recorrería San Saturio - patrón de la ciudad - para retirarse a vivir, en soledad, su fe religiosa. Camino que se hace poesía en la pluma de Antonio Machado. Sendero en la margen del río donde, éste, se remansa y sus aguas se transforman en un espejo en el que se miran los álamos de su ribera y la ermita del Patrón. Vereda que hay que recorrer con calma, dejando que su paz nos embargue el espíritu.
Para un ferroviario, nada tan doloroso y nostálgico como mirar el viejo puente de hierro sobre el Duero. Hasta hace muy poco tiempo por él circulaban los trenes con destino Zaragoza y Pamplona; hoy está condenado al silencio y el abandono.
La ciudad, pequeña y recogida, que hay que vivir y disfrutar sin prisa. Adornada de viejas iglesias, lugares de culto pero también joyas de la arquitectura con las que recrear la vista:
- San Juan de Rabanera, con la preciosa portada de San Nicolás,   que encandiló a Gerardo Diego.
- La Iglesia de Santo Domingo que, según los entendidos en este tema, posee la mejor fachada del románico español.

Ermita de La Soledad
 - Situada en el Parque de La Dehesa, La Soledad, pequeña y preciosa ermita en la que se puede contemplar una magnifica talla del Cristo del Humilladero. Junto a esta capilla estaba ubicado otro de los símbolos legendarios de la ciudad, El Árbol de la Música. Este olmo centenario – hoy desaparecido - estaba rodeado de un templete desde el cual, la Banda Municipal, solía amenizar los paseos de los sorianos.
- La Ermita del Mirón en un cerro, frente a otro que da cobijo al Parque del Castillo. Entre uno y otro la Concatedral de San Pedro con un hermoso (la última vez que lo vi algo abandonado) claustro. 

Iglesia del Mirón
 Desde cualquiera de estos dos cerros las vistas sobre el Duero son espléndidas, pero si lo que buscamos es paz y sosiego el Paseo del Mirón es sin ninguna duda un lugar adecuado. En esa zona vivía Leonor, la mujer que cautivo el corazón de Antonio Machado. 
- El Collado, arteria principal de la ciudad, donde las gentes van y vienen sin un motivo concreto, a no ser que estemos en San Juan. Entonces se convierte en paso obligado de las  peñas y cuadrillas que desfilan desde la Plaza Mayor a La Dehesa.
 
Siempre que podíamos hacíamos alguna escapada por los maravillosos lugares que forman el paisaje soriano.
Mitigábamos nuestra añoranza del mar en el embalse de La Cuerda del Pozo, donde acudíamos en verano a bañarnos y a disfrutar de una comida en el campo. Éste pantano está rodeado de frondosos y cuidados pinares, en los que es fácil tropezar con alguno de los muchos ciervos que tienen allí su hábitat. Tiene zonas acondicionadas con mesas y fogones que atraen gentes de Soria y provincias vecinas. Los visitantes buscan un lugar donde comer carne a la brasa y refrescarse de los rigores del corto pero, a veces, riguroso verano.
Otro de los alicientes de este embalse es que está rodeado de pueblos tan pintorescos como hermosos. Abejar, Herreros, Molinos de Duero y Vinuesa conforman un mosaico de arquitectura popular lleno de encanto. En esta ultima villa, la más grande y para mí la más bonita de esta zona, uno puede tener la impresión de que el tiempo se ha detenido. Paseando por sus calles empedradas; contemplando sus balcones de madera; aspirando el olor del pan que se ha cocido en los hornos de leña y oyendo al pregonero que avisa con su corneta para que los vecinos escuchen el último bando
municipal, uno no echa nada de menos las grandes urbes, ni siente ningún deseo de volver a ellas.

Desde Vinuesa sale la carretera hacía la tierra de Cameros subiendo el Puerto de Santa Inés. En ese lugar existe una pequeña estación invernal, escasa de servicios y en muchas ocasiones también de nieve. La utilizan los aficionados sorianos al esquí para matar el gusanillo cuando no disponen de tiempo o medios económicos para desplazarse a otros centros con más recursos.
En un desvío de esa carretera está el camino hacia La Laguna Negra.
 
Mis hijos en La Laguna Negra
Este lago, de origen glaciar, está rodeado de altas paredes rocosas que le dan la apariencia de un fantástico anfiteatro. Sobre esta laguna se cuentan misteriosas leyendas pero la verdadera magia está en su belleza que llega a sobrecoger.
Como otros lugares, en que la naturaleza se muestra con todo su esplendor, a mí me gustaba vivirlo sin aglomeraciones, notando la soledad, sabiéndome poca cosa en ese universo, pero sintiéndome afortunado de pertenecer a él.
Desde Covaleda, otra preciosa localidad de la llamada Tierra de Pinares, queda cercano el nacimiento del Río Duero en los Picos de Urbión. Por un motivo u otro, no encontré el momento para conocer éste río cuando aún es niño y me tuve que conformar, para saber de su origen, con leer a Antonio Machado quien, a lomos de un rocín, sí viajó hasta su cuna.
Sin ánimo de extenderme mucho quiero dejar aquí un recuerdo para otros paisajes sorianos que dejaron en mí un recuerdo imborrable:

Sierra de Cebollera
- La zona del Valle, a la que algunos llaman la Suiza de Soria. Los ríos Razón y Tera riegan esas tierras y las convierten en un pequeño paraíso, con bonitos pueblos por los que apetece perderse. Valdeavellano de Tera, Sotillo del Rincón y Molinos de Razón son algunos de ellos. Desde éste último sale una pista por la que se llega a las Lagunas de Cebollera. En nuestro recorrido podremos contemplar caballos que viven en completa libertad en esos bellos parajes. Aunque el último tramo del camino hay que realizarlo a pie, y con la calma suficiente para no perder el sosiego, cuando se llega arriba el paisaje compensa, sobradamente, la fatiga del ascenso.
- Si abandonamos la carretera de Valladolid, por un cruce a la derecha, llegaremos a Calatañazor. Es uno de los pueblos medievales mejor conservado y con más historia de la península. A sus pies, en los llanos donde se asienta un gran sabinar, se libró la batalla en la que el gran Caudillo árabe Almanzor fue herido de muerte.
Desde las ruinas de su castillo podremos ver volar a las aves rapaces y carroñeras. Águilas y buitres recortan con su vuelo el nítido cielo soriano.
- No lejos de Calatañazor, otro espacio singular nos cautivará con su belleza. La Fuentona, manantial subterráneo que da origen al Río Abion, es un enclave único que atrae a muchos visitantes y que yo recomiendo conocer en familia.

El Burgo de Osma

- El Burgo de Osma, villa monumental donde se puede atender tanto el cuerpo como el intelecto. Las jornadas gastronómicas que organiza un afamado restaurante son el remedio para la gula más feroz. Si además uno quiere saciar también su apetito intelectual, podrá hacerlo paseando por sus calles y contemplando sus edificios
llenos de historia. Es ineludible una detenida visita a su Catedral, para poder extasiarse con sus mil detalles, a cuál más bello. Para mí, ver éste recinto religioso supuso una sorpresa, como lo había sido conocer el paisaje soriano; nunca hubiese imaginado que esa Catedral fuese tan hermosa.
- Cerca del Burgo de Osma, remontando el Río Ucero, se encuentra un Centro de Interpretación de la Naturaleza muy bien documentado, que nos dará las pautas para visitar con mayor conocimiento El Cañón del Río Lobos, un espacio natural de los que van quedando pocos. En él podremos ver la preciosa ermita de San Bartolomé y recordar que ese singular paraje fue, como otros rincones de Soria, morada de los caballeros templarios.
- Como estamos en tierra de castillos, por aquí y por allá quedan restos de ellos. De los más conocidos el de Gormaz y mejor conservado el de Berlanga. En esta última población merece una visita la Colegiata de Santa María (cuidado con el lagarto) y en la de San Esteban de Gormaz las iglesias de Nuestra Señora del Rivero y San Miguel.
- Almazán Villa, con una horrorosa y moderna iglesia cercana a la estación del ferrocarril, puede inducir a error si el visitante no va más allá. En cuanto te adentres en su parte antigua cualquier detalle negativo se te habrá olvidado. Pasear por sus calles contemplando las hermosas fachadas blasonadas, te harán concebir la idea de que en cualquier momento te puedes encontrar con los Reyes o Nobles que en otra época vivieron en la villa. La vista de la Iglesia de San Miguel y las murallas junto al Duero te harán tan grato el paseo que no desearas que éste termine.

En fin, son tantos y tantos los recuerdos y los lugares que me impresionaron y dejaron su impronta en mí, que tendré que ir resumiendo:

Morón de Almazán
- Morón de Almazán, tiene una encantadora plaza a la que se asoman el Palacio, el Ayuntamiento y la Iglesia Parroquial que posee una magnífica torre de estilo plateresco. La mezcla de colores, que en primavera ofrece el paisaje divisado desde el campanario, bien merece el esfuerzo de subir hasta el mismo.
- Medinaceli, fue durante mucho tiempo frontera entre la España cristiana y musulmana. Los romanos dejaron allí testimonio de su presencia con un arco de triple arquería, único en España.
- Santa María de Huerta, en la vega del Jalón tiene como mayor atractivo su esplendido monasterio cisterciense. Es un lugar lleno de paz y se presenta como un pequeño oasis en la austera geografía de esa zona soriana.
- Agreda, al pie del Moncayo, nos anuncia el final de Castilla y la llegada a tierras del Reino de Aragón. Son varios los signos de identidad de esta población, el más actual ser la villa natal de un campeón olímpico, Fermín Cacho. Los restos de sus murallas y sus iglesias nos hablan, también, del esplendor de otras épocas.
- Vestigios de tiempos más remotos, los que se pueden contemplar en la llamada Ruta de los Ignitas: Santa Cruz de Yanguas, Bretúm y alguna población más de Soria y La Rioja nos recuerdan, con las huellas y las replicas de estos animales, que los dinosaurios estuvieron allí hace millones de años.




Sin ninguna duda, Los Sanjuanes, son una de las motivaciones más importantes en la vida de cualquier soriano. Justo, cuando en la noche del Lunes de Bailas, sorianas y sorianos cantan en la Plaza Mayor el Adiós, adiós San Juan, y queman sus pañuelos, algunos ya están pensando en la posibilidad de ser Jurados el próximo año.

Imágenes de La Compra en Valonsadero
Otros recuerdan sus carreras delante de los toros en Cañada Honda, en Valonsadero, sus requiebros a las vaquillas en el coso taurino y empiezan a contar los días para vivir otra vez lo que alguno consideró su momento de gloria.
Cuando la fiesta ya ha terminado, camino de casa, alguno recuerda que tal o cual cuadrilla no se lució demasiado en el Catapán, que fueron rácanos con el bacalao y que el vino no estaba a la altura. Da igual, el año que viene será mejor.
Tampoco La Compra acabó de gustarle, aquello más que toros parecían becerros. Pero el Jueves La Saca, por si acaso, se subió a la roca más alta de las praderas de Valonsadero.
Por la tarde camino de Soria se volvieron a escapar los toros. La culpa la tienen los de a caballo que vienen a lucirse y no saben conducir el encierro.
Llega la noche y la calle es un jolgorio, hay ganas de fiesta, primero los fuegos artificiales y después a bailar:
 
En la verbena toca la orquesta
y la noche amenaza con frío.
No importa, nadie se acuesta.
En el tubo baila el gentío,
de mano en mano corre la bota
y el frío, ¿Qué frío? ni se nota.

Como cada año, en el Viernes de Toros, los toreros no saben torear y tienen miedo. Yo me pregunto de quien, ¿de los toros o de la multitud?
Es sábado de Agés y la tajada cada vez más pequeña, aunque los Jurados se afanen en decir que lo han hecho mejor que sus predecesores. Claro, hay que guardar para la subasta.
Este año se enfadó como los anteriores, porque la caldera de su cuadrilla, que era la mejor, no resultó premiada. No importa, ¡qué guapa iba la Jurada! y las mozas de su cuadrilla, las más hermosas, resplandecían el Domingo de Calderas, vestidas de piñorras, en el paseo por la Dehesa.

Domingo de Calderas
Y esa misma tarde, Lunes de Bailas, en la pradera de San Polo junto al río ha cantado y bailado Sanjuaneras con su moza. Al anochecer han subido con las antorchas desde el Duero y desfilando por El Collado, han llegado a la Dehesa.
Un ratito antes el Adiós, adiós San Juan, porque mañana es Martes a Escuela. Ya camino de casa, lo dicho, algún recuerdo efímero de lo que no le gustó pero sobre todo añoranza de unas fiestas que acaba de vivir y el deseo de que un año pase pronto para gritar de nuevo ¡Qué viva San Juan!
 
Recuerdos, paisajes y emociones de siete años vividos en Soria. Llegamos a esa tierra buscando una mejoría en la salud de mi hijo y ese deseo se cumplió. Pero además tuvimos la oportunidad de disfrutar y conocer los lugares que antes habían cautivado a Antonio Machado y que ya para siempre, mi familia y yo, llevaremos en el corazón. Soria, Machado y también Mara, una entrañable amiga, tuvieron mucho que ver en el que yo retomase mi afición por escribir, por eso he incluido en este libro un poema que dediqué al poeta con motivo de su centenario:

En recuerdo de Antonio y Leonor:
 
La niña se hizo mujer
en los brazos de Antonio.
Éste, que la había visto crecer,
la pidió en matrimonio.
En la iglesia de Sta. María La Mayor,
en Soria, junto al Duero,
Antonio y Leonor
se dijeron el “Sí, quiero”
Los álamos de la ribera
fueron testigos de su felicidad,
sin saber que ésta sería efímera,
vencida por la enfermedad.
Disfrutaron de su amor
en Paris, junto al Sena,
pero, al enfermar Leonor,
la dicha mudó en pena.
A Soria vuelven los enamorados
buscando una mejoría,
pero Antonio, desolado,
sólo pudo ver como su esposa moría.
La llevaron al camposanto
un viernes, por la mañana.
¡Soria sumida en llanto!,
¡Luto en la tierra castellana!
Y el poeta que clama al cielo:
“Necesito su compañía,
vivir sin ella no quiero,
¡Cómo pena el alma mía!,
¡Mis lágrimas se lleva el Duero!”

El hecho de no tener una conexión directa, en tren, de Soria a La Coruña motivó que, en los años que vivimos en la ciudad castellana, hiciésemos ese recorrido en coche.
Establecí rutas alternativas para ir conociendo, con más detalle, Castilla y León. Estos viajes me descubrieron ciudades como Valladolid, Palencia, León, Burgos, Tordesillas, Benavente, Astorga y una serie de pueblos que yo había oído nombrar pero que nunca había visitado.

Catedral de Burgos
En cada uno de esos lugares, quien llegue por primera vez, encontrará motivos suficientes para hacer un alto en el camino y disfrutar de Catedrales, castillos, iglesias y otros monumentos.

Castilla y León es una visita recomendable para cualquier tipo de turismo. La variedad de paisajes y su patrimonio cultural no dejará a nadie indiferente. En el aspecto gastronómico la oferta es tan diversa y rica que se convierte en un festival para los amantes de la buena mesa y de sus bodegas salen caldos que hacen las delicias de los paladares más exigentes.
Otra de las cosas que yo disfruté, en el tiempo que viví allí, fue de su clima. Del verano me gustaban, mayormente, el atardecer y la noche. El contraste de la temperatura, con respecto al día, suele ser tan acusado que hasta se agradece un poco de abrigo. Y del invierno, que dura muchos meses, ese frío tan intenso pero fácil de combatir y aquellas mañanas de campos de escarcha y cielo claro, nítido, que no he vuelto a ver en ningún otro lugar.
Castilla y León, un conjunto de paisajes; naturales, gastronómicos, culturales y, los más importantes para este libro, los del corazón, que encontré en Soria y su provincia.

sábado, 27 de octubre de 2012

LIBRO DE VIAJE POR LOS RECUERDOS 11ª ENTREGA DE MIS PAISAJES


GERONA



Estación de Port Bou
Tuve una larga trayectoria sindical dentro del Sector Ferroviario de la UGT que se desarrolló en varios ámbitos de Cataluña, Madrid y Castilla y León, siendo la provincia de Gerona el escenario donde esa labor me proporcionó más satisfacciones. Por eso, para encabezar estas páginas, he elegido esa foto de la estación de Portbou.
Ese fue, durante muchos años, un enclave ferroviario de los más importantes de España. Su condición de lugar fronterizo hacía de esta pequeña villa gerundense un punto vital del transporte por ferrocarril ya que, tanto pasajeros como mercancías, debían de pasar los controles aduaneros pertinentes. Puede decirse que aquella era una población hecha por y para el ferrocarril y por eso la estación era el centro neurálgico de la misma. Sus habitantes, salvo los que se dedicaban al comercio, tenían en ese recinto su medio de vida. Ferroviarios en su mayoría, pero también guardias civiles, policías y personal de aduanas transitaban a diario por andenes, vías y resto de dependencias.
Los paisajes gerundenses han sido importantes en mi trayectoria personal y profesional. Inicié mi carrera ferroviaria, como Especialista de Estaciones (nombre rimbombante cuyo verdadero significado era el de chico para todo) en Riudellots de la Selva, otra pequeña población cercana a la capital. Realicé prácticas en la terminal de Gerona Mercancías y después, ya como Factor de Circulación, trabajaría en diversas estaciones de la provincia como: Blanes, Sils y Massanet de la Selva. Después de mi ascenso a Jefe de Estación mi vida tomaría otro rumbo lejos de aquellas tierras.
Fue un Factor de Circulación, Carlos Domínguez, sindicalista de UGT y miembro del Comité de Centro de Trabajo el causante de que yo siguiese su mismo camino. Él me postuló como candidato en las Elecciones Sindicales celebradas en RENFE en el año 1980 y sin darme cuenta me encontré inmerso en una actividad para la que quizás estaba predestinado. (Un recuerdo entrañable para Carlos, buena persona, buen amigo, fallecido recientemente a consecuencia de un cancer)
Mi labor como sindicalista me llevó a visitar con asiduidad todos los centros ferroviarios de la provincia permitiéndome, a la vez que atendía mis quehaceres sindicales, conocer paisajes tan hermosos como todo el tramo de vía que va de Ripoll, capital del Ripollés, a La Tour de Carol, otra frontera ferroviaria con Francia de menor importancia y tráfico que Port Bou. 

Estación de Ripoll
Estación de La Tour de Carol
En ese recorrido ferroviario entre estas dos estaciones poblaciones llenas de belleza en las que he podido disfrutar en distintas ocasiones como Puigcerdá, capital de la comarca de La Cerdanya, frontera con Francia y cercana al Principado de Andorra. 


Estación de Puigcerda
En esta estación, que sigue cumpliendo sus funciones ferroviarias, se instaló hace unos años un hotel que ocupa la planta superior del edificio.
La población ofrece grandes atractivos turísticos y dispone de rincones tan bucólicos y hermosos como su lago.


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Lago de Puigcerdá
Lago de Puigcerdá

Ribes de Fresser, es otra población importante por su enlace con el ferrocarril de cremallera que llega hasta el Santuario de Nuria.

Estación de Ribes de Freser
Estación del Tren de Cremallera
La Molina, es una localidad basicamente dedicada al turismo invernal con una de las primeras estaciones de esquí que se abrieron en España, que se encuentra también en este trayecto ferroviario del Pirineo de Gerona.
 

El otro tramo de línea que cruza la provincia de Gerona es el que va desde Blanes a Port Bou. Blanes es una población pesquera y turística de primer orden. En ella se inicia la denominada Costa Brava y el río Tordera, que desemboca en sus proximidades, es la frontera natural con la comarca del Maresme.
 
Panoramica de Blanes
 A partir de Blanes el ferrocarril se adentra otra vez en la  provincia de Barcelona y después de pasar por Tordera llega a Massanet, enlace con la línea que viene de Granollers y mi última residencia como Factor de Circulación. No volveremos a encontrar la costa hasta la localidad de Llança, ya cerca de Port Bou. Por el camino habremos pasado por la capital, Gerona.

Girona, zona de la muralla detrás de la catedral.
Gerona es una ciudad donde pasado, presente y futuro se dan la mano. Resulta muy interesante visitar su barrio judío, tan bien restaurado que una vez dentro de alguna de estas casas nos parecerá que hemos vuelto a la Edad Media, antes de que los miembros de esta comunidad fuesen expulsados de España por los Reyes Católicos. Pero lo mejor de esta ciudad es su presente, no en vano está considerada una de las primeras ciudades españolas en calidad de vida, y también su futuro que con la llegada de los trenes de Alta Velocidad y la conexión de esta red con Francia se augura esplendido.

Museo Dalí de Figueres
Otra de las ciudades importantes por la que pasa el ferrocarril, en su camino a la frontera, es Figueras. Esta población cuenta como mayor atractivo con el Museo dedicado a Salvador Dalí, el gran genio de la pintura de la generación del 27 nacido en Cadaqués que vivió y realizó la mayor parte de su obra el bellísimo rincón de Port Lligat. Su casa, convertida en museo es uno de los lugares más visitados de la Costa Brava de la cual, junto a otros gerundenses ilustres como Josep Plá, por citar alguno, fueron unos dignos representantes.
El año 1986 supuso un cambio radical en la estructura de los sindicatos en RENFE. El Comité Intercentros, del cual yo había formado parte, pasó de 75 a 13 miembros y los Comités Locales se ciñeron al ámbito provincial. Estas modificaciones obligaron a variar la estructura interna de los sindicatos con representación en la empresa para adaptarlos a una mayor operatividad.
Hasta esa fecha yo había compatibilizado, mis responsabilidades en la Ejecutiva del sindicato en Cataluña, con frecuentes viajes a la provincia de Gerona.
Acostumbraba a dormir en el dormitorio de agentes que RENFE tenía en Port Bou y me gustaba pasear por la noche por la estación para conocer in situ los problemas que encontraban mis compañeros en el desarrollo de su trabajo.

Port Bou, edificio donde se encuentra el enclavamiento (Cuadro de mando desde donde se manejan a distancia todos los dispositivos de vía y señales) detrás la Iglesia.
La Tramontana, el viento típico de aquella zona, alcanza velocidades que suelen sobrepasar los 90 Km. por hora y eso hace que los trabajos de formación de trenes resulten muy penosos. En algunos casos la virulencia del viento era de tal magnitud que había arrancado el techo de algún vagón y levantado del suelo a alguno de los trabajadores que por allí faenaban. 
La noche era el mejor momento para comprobar  las carencias en las instalaciones, sobre todo en lo referente a iluminación, y hacerlo personalmente me daba mayores argumentos a la hora de exigir a los responsables que se aportasen las debidas soluciones.
 
Desde septiembre de 1986 a agosto del 1987 me dediqué, con la ayuda de los compañeros de la provincia, a organizar el Sector Ferroviario de la UGT de Gerona y a preparar las elecciones sindicales que se celebraron en el mes de noviembre. Fueron meses de intenso trabajo pero tuve la satisfacción de ver que, llegado el momento de mi marcha, quedaba una estructura consolidada y unas personas capaces, no solo de mantenerla, sino también de mejorarla.

Girona, puente sobre el río Oñar
No llegué nunca a vivir en Gerona pero fue mucho el tiempo que pasé por aquella provincia que, como no podía ser de otra manera, forma parte de mis paisajes más queridos.
Los años dedicados al sindicalismo son un paisaje agridulce en mi vida. En la parte oscura sitúo las intrigas internas, propiciadas por intereses personales de gentes cuya única meta era ocupar parcelas de poder dentro de la organización o usar ésta como trampolín político. También estaban aquellos que descubrieron en el movimiento sindical una forma de vida lejos de su puesto de trabajo, donde dolía menos la espalda y tenían a mano la llave que abría la puerta de los favores personales. Hablo en pasado pero bien podría hacerlo en presente ya que, lamentablemente, la situación que describo sigue estando igual de vigente hoy en día.
En el lado positivo muchos buenos momentos vividos junto a compañeros con los que conseguimos algunos logros que mejoraron las condiciones de trabajo y solucionaron los problemas de muchos trabajadores.
 
Tossa de Mar
El mejor marco, para recordar esa época de mi vida con alegría, es Gerona y su provincia. Tierra de grandes contrastes, con lugares de inigualable belleza que recomiendo visitar. Los hay de todo tipo:
La Costa Brava, con aguas cristalinas y poblaciones llenas de encanto como Tossa de Mar, San Feliu de Guixols, Rosas, Cadaques etc.
Paisajes de alta o media montaña,donde las cumbres nevadas alternan con  verdes e interminables prados.
Bañolas y su lago acogen a multitud de visitantes que buscan refrescarse en sus aguas o practicar deportes naúticos.
Recintos medievales como Pals o Besalú, nos trasladan a otro tiempo.
Antiguas zonas volcánicas como la Garrotxa de la que es capital la ciudad de Olot y ríos cristalinos que serpentean por las faldas pirenaicas antes de verter sus aguas en otros más contaminados por las influencias de la civilización.

Quiero que estas páginas, dedicadas a Gerona, sean también una muestra de cariño para esos amigos que hice mientras andaba por allí, en especial para: Cipriano, Joaquín y Jovi. Compartí con ellos mucho tiempo de labor sindical pero, por encima de eso, nos unió una  amistad  que  se mantiene viva con el paso de los años. Es uno de los grandes premios que me ha dado la vida y borra cualquier mal recuerdo que pudiese tener de aquella época.

De izquierda a derecha ,Cipriano, Jovi y Joaquín