sábado, 10 de noviembre de 2012

LIBRO DE VIAJE POR LOS RECUERDOS 12ª ENTREGA DE MIS PAISAJES





Iglesia de San Juan de Rabanera

Páginas Sorianas 

Soria; Soria pura, cabeza de Estremadura… como reza en la leyenda de su escudo.
A los pocos meses de estar en esa ciudad me hicieron una entrevista en un programa de radio. Llevaban al mismo, personajes con oficios populares y a los responsables del programa les debió de parecer que el de Jefe de Estación entraba en ese grupo.
La periodista que me entrevistaba se extrañó un poco de que siendo catalán me hubiese ido a Soria, una tierra que no conocía y con la que no me unía ninguna relación. Al pedirme mi opinión sobre la misma le respondí –“Soria es algo que antes de conocerla no te imaginas”- (Mi definición del lugar  debió de gustarle a alguién pues, curiosamente pocos meses después de esta entrevista, desde la Diputación Provincial, se lanzó  una campaña para atraer el turismo con el lema "Soria, ni te la imaguinas"). 
Realmente era así, tanto la ciudad como la provincia pueden llevar a una apreciación errónea si se opina de ellas sin conocimiento previo. Quiero añadir que ese error será, casi siempre, por defecto, nunca por exceso.

Ermita de San Saturio

Pronto descubrí la belleza de sus paisajes y el encanto de los paseos por el Duero. Sitios llenos de romanticismo como San Polo, antiguo monasterio templario. Allí, atravesando un estrecho paso, se inicia el camino que recorrería San Saturio - patrón de la ciudad - para retirarse a vivir, en soledad, su fe religiosa. Camino que se hace poesía en la pluma de Antonio Machado. Sendero en la margen del río donde, éste, se remansa y sus aguas se transforman en un espejo en el que se miran los álamos de su ribera y la ermita del Patrón. Vereda que hay que recorrer con calma, dejando que su paz nos embargue el espíritu.
Para un ferroviario, nada tan doloroso y nostálgico como mirar el viejo puente de hierro sobre el Duero. Hasta hace muy poco tiempo por él circulaban los trenes con destino Zaragoza y Pamplona; hoy está condenado al silencio y el abandono.
La ciudad, pequeña y recogida, que hay que vivir y disfrutar sin prisa. Adornada de viejas iglesias, lugares de culto pero también joyas de la arquitectura con las que recrear la vista:
- San Juan de Rabanera, con la preciosa portada de San Nicolás,   que encandiló a Gerardo Diego.
- La Iglesia de Santo Domingo que, según los entendidos en este tema, posee la mejor fachada del románico español.

Ermita de La Soledad
 - Situada en el Parque de La Dehesa, La Soledad, pequeña y preciosa ermita en la que se puede contemplar una magnifica talla del Cristo del Humilladero. Junto a esta capilla estaba ubicado otro de los símbolos legendarios de la ciudad, El Árbol de la Música. Este olmo centenario – hoy desaparecido - estaba rodeado de un templete desde el cual, la Banda Municipal, solía amenizar los paseos de los sorianos.
- La Ermita del Mirón en un cerro, frente a otro que da cobijo al Parque del Castillo. Entre uno y otro la Concatedral de San Pedro con un hermoso (la última vez que lo vi algo abandonado) claustro. 

Iglesia del Mirón
 Desde cualquiera de estos dos cerros las vistas sobre el Duero son espléndidas, pero si lo que buscamos es paz y sosiego el Paseo del Mirón es sin ninguna duda un lugar adecuado. En esa zona vivía Leonor, la mujer que cautivo el corazón de Antonio Machado. 
- El Collado, arteria principal de la ciudad, donde las gentes van y vienen sin un motivo concreto, a no ser que estemos en San Juan. Entonces se convierte en paso obligado de las  peñas y cuadrillas que desfilan desde la Plaza Mayor a La Dehesa.
 
Siempre que podíamos hacíamos alguna escapada por los maravillosos lugares que forman el paisaje soriano.
Mitigábamos nuestra añoranza del mar en el embalse de La Cuerda del Pozo, donde acudíamos en verano a bañarnos y a disfrutar de una comida en el campo. Éste pantano está rodeado de frondosos y cuidados pinares, en los que es fácil tropezar con alguno de los muchos ciervos que tienen allí su hábitat. Tiene zonas acondicionadas con mesas y fogones que atraen gentes de Soria y provincias vecinas. Los visitantes buscan un lugar donde comer carne a la brasa y refrescarse de los rigores del corto pero, a veces, riguroso verano.
Otro de los alicientes de este embalse es que está rodeado de pueblos tan pintorescos como hermosos. Abejar, Herreros, Molinos de Duero y Vinuesa conforman un mosaico de arquitectura popular lleno de encanto. En esta ultima villa, la más grande y para mí la más bonita de esta zona, uno puede tener la impresión de que el tiempo se ha detenido. Paseando por sus calles empedradas; contemplando sus balcones de madera; aspirando el olor del pan que se ha cocido en los hornos de leña y oyendo al pregonero que avisa con su corneta para que los vecinos escuchen el último bando
municipal, uno no echa nada de menos las grandes urbes, ni siente ningún deseo de volver a ellas.

Desde Vinuesa sale la carretera hacía la tierra de Cameros subiendo el Puerto de Santa Inés. En ese lugar existe una pequeña estación invernal, escasa de servicios y en muchas ocasiones también de nieve. La utilizan los aficionados sorianos al esquí para matar el gusanillo cuando no disponen de tiempo o medios económicos para desplazarse a otros centros con más recursos.
En un desvío de esa carretera está el camino hacia La Laguna Negra.
 
Mis hijos en La Laguna Negra
Este lago, de origen glaciar, está rodeado de altas paredes rocosas que le dan la apariencia de un fantástico anfiteatro. Sobre esta laguna se cuentan misteriosas leyendas pero la verdadera magia está en su belleza que llega a sobrecoger.
Como otros lugares, en que la naturaleza se muestra con todo su esplendor, a mí me gustaba vivirlo sin aglomeraciones, notando la soledad, sabiéndome poca cosa en ese universo, pero sintiéndome afortunado de pertenecer a él.
Desde Covaleda, otra preciosa localidad de la llamada Tierra de Pinares, queda cercano el nacimiento del Río Duero en los Picos de Urbión. Por un motivo u otro, no encontré el momento para conocer éste río cuando aún es niño y me tuve que conformar, para saber de su origen, con leer a Antonio Machado quien, a lomos de un rocín, sí viajó hasta su cuna.
Sin ánimo de extenderme mucho quiero dejar aquí un recuerdo para otros paisajes sorianos que dejaron en mí un recuerdo imborrable:

Sierra de Cebollera
- La zona del Valle, a la que algunos llaman la Suiza de Soria. Los ríos Razón y Tera riegan esas tierras y las convierten en un pequeño paraíso, con bonitos pueblos por los que apetece perderse. Valdeavellano de Tera, Sotillo del Rincón y Molinos de Razón son algunos de ellos. Desde éste último sale una pista por la que se llega a las Lagunas de Cebollera. En nuestro recorrido podremos contemplar caballos que viven en completa libertad en esos bellos parajes. Aunque el último tramo del camino hay que realizarlo a pie, y con la calma suficiente para no perder el sosiego, cuando se llega arriba el paisaje compensa, sobradamente, la fatiga del ascenso.
- Si abandonamos la carretera de Valladolid, por un cruce a la derecha, llegaremos a Calatañazor. Es uno de los pueblos medievales mejor conservado y con más historia de la península. A sus pies, en los llanos donde se asienta un gran sabinar, se libró la batalla en la que el gran Caudillo árabe Almanzor fue herido de muerte.
Desde las ruinas de su castillo podremos ver volar a las aves rapaces y carroñeras. Águilas y buitres recortan con su vuelo el nítido cielo soriano.
- No lejos de Calatañazor, otro espacio singular nos cautivará con su belleza. La Fuentona, manantial subterráneo que da origen al Río Abion, es un enclave único que atrae a muchos visitantes y que yo recomiendo conocer en familia.

El Burgo de Osma

- El Burgo de Osma, villa monumental donde se puede atender tanto el cuerpo como el intelecto. Las jornadas gastronómicas que organiza un afamado restaurante son el remedio para la gula más feroz. Si además uno quiere saciar también su apetito intelectual, podrá hacerlo paseando por sus calles y contemplando sus edificios
llenos de historia. Es ineludible una detenida visita a su Catedral, para poder extasiarse con sus mil detalles, a cuál más bello. Para mí, ver éste recinto religioso supuso una sorpresa, como lo había sido conocer el paisaje soriano; nunca hubiese imaginado que esa Catedral fuese tan hermosa.
- Cerca del Burgo de Osma, remontando el Río Ucero, se encuentra un Centro de Interpretación de la Naturaleza muy bien documentado, que nos dará las pautas para visitar con mayor conocimiento El Cañón del Río Lobos, un espacio natural de los que van quedando pocos. En él podremos ver la preciosa ermita de San Bartolomé y recordar que ese singular paraje fue, como otros rincones de Soria, morada de los caballeros templarios.
- Como estamos en tierra de castillos, por aquí y por allá quedan restos de ellos. De los más conocidos el de Gormaz y mejor conservado el de Berlanga. En esta última población merece una visita la Colegiata de Santa María (cuidado con el lagarto) y en la de San Esteban de Gormaz las iglesias de Nuestra Señora del Rivero y San Miguel.
- Almazán Villa, con una horrorosa y moderna iglesia cercana a la estación del ferrocarril, puede inducir a error si el visitante no va más allá. En cuanto te adentres en su parte antigua cualquier detalle negativo se te habrá olvidado. Pasear por sus calles contemplando las hermosas fachadas blasonadas, te harán concebir la idea de que en cualquier momento te puedes encontrar con los Reyes o Nobles que en otra época vivieron en la villa. La vista de la Iglesia de San Miguel y las murallas junto al Duero te harán tan grato el paseo que no desearas que éste termine.

En fin, son tantos y tantos los recuerdos y los lugares que me impresionaron y dejaron su impronta en mí, que tendré que ir resumiendo:

Morón de Almazán
- Morón de Almazán, tiene una encantadora plaza a la que se asoman el Palacio, el Ayuntamiento y la Iglesia Parroquial que posee una magnífica torre de estilo plateresco. La mezcla de colores, que en primavera ofrece el paisaje divisado desde el campanario, bien merece el esfuerzo de subir hasta el mismo.
- Medinaceli, fue durante mucho tiempo frontera entre la España cristiana y musulmana. Los romanos dejaron allí testimonio de su presencia con un arco de triple arquería, único en España.
- Santa María de Huerta, en la vega del Jalón tiene como mayor atractivo su esplendido monasterio cisterciense. Es un lugar lleno de paz y se presenta como un pequeño oasis en la austera geografía de esa zona soriana.
- Agreda, al pie del Moncayo, nos anuncia el final de Castilla y la llegada a tierras del Reino de Aragón. Son varios los signos de identidad de esta población, el más actual ser la villa natal de un campeón olímpico, Fermín Cacho. Los restos de sus murallas y sus iglesias nos hablan, también, del esplendor de otras épocas.
- Vestigios de tiempos más remotos, los que se pueden contemplar en la llamada Ruta de los Ignitas: Santa Cruz de Yanguas, Bretúm y alguna población más de Soria y La Rioja nos recuerdan, con las huellas y las replicas de estos animales, que los dinosaurios estuvieron allí hace millones de años.




Sin ninguna duda, Los Sanjuanes, son una de las motivaciones más importantes en la vida de cualquier soriano. Justo, cuando en la noche del Lunes de Bailas, sorianas y sorianos cantan en la Plaza Mayor el Adiós, adiós San Juan, y queman sus pañuelos, algunos ya están pensando en la posibilidad de ser Jurados el próximo año.

Imágenes de La Compra en Valonsadero
Otros recuerdan sus carreras delante de los toros en Cañada Honda, en Valonsadero, sus requiebros a las vaquillas en el coso taurino y empiezan a contar los días para vivir otra vez lo que alguno consideró su momento de gloria.
Cuando la fiesta ya ha terminado, camino de casa, alguno recuerda que tal o cual cuadrilla no se lució demasiado en el Catapán, que fueron rácanos con el bacalao y que el vino no estaba a la altura. Da igual, el año que viene será mejor.
Tampoco La Compra acabó de gustarle, aquello más que toros parecían becerros. Pero el Jueves La Saca, por si acaso, se subió a la roca más alta de las praderas de Valonsadero.
Por la tarde camino de Soria se volvieron a escapar los toros. La culpa la tienen los de a caballo que vienen a lucirse y no saben conducir el encierro.
Llega la noche y la calle es un jolgorio, hay ganas de fiesta, primero los fuegos artificiales y después a bailar:
 
En la verbena toca la orquesta
y la noche amenaza con frío.
No importa, nadie se acuesta.
En el tubo baila el gentío,
de mano en mano corre la bota
y el frío, ¿Qué frío? ni se nota.

Como cada año, en el Viernes de Toros, los toreros no saben torear y tienen miedo. Yo me pregunto de quien, ¿de los toros o de la multitud?
Es sábado de Agés y la tajada cada vez más pequeña, aunque los Jurados se afanen en decir que lo han hecho mejor que sus predecesores. Claro, hay que guardar para la subasta.
Este año se enfadó como los anteriores, porque la caldera de su cuadrilla, que era la mejor, no resultó premiada. No importa, ¡qué guapa iba la Jurada! y las mozas de su cuadrilla, las más hermosas, resplandecían el Domingo de Calderas, vestidas de piñorras, en el paseo por la Dehesa.

Domingo de Calderas
Y esa misma tarde, Lunes de Bailas, en la pradera de San Polo junto al río ha cantado y bailado Sanjuaneras con su moza. Al anochecer han subido con las antorchas desde el Duero y desfilando por El Collado, han llegado a la Dehesa.
Un ratito antes el Adiós, adiós San Juan, porque mañana es Martes a Escuela. Ya camino de casa, lo dicho, algún recuerdo efímero de lo que no le gustó pero sobre todo añoranza de unas fiestas que acaba de vivir y el deseo de que un año pase pronto para gritar de nuevo ¡Qué viva San Juan!
 
Recuerdos, paisajes y emociones de siete años vividos en Soria. Llegamos a esa tierra buscando una mejoría en la salud de mi hijo y ese deseo se cumplió. Pero además tuvimos la oportunidad de disfrutar y conocer los lugares que antes habían cautivado a Antonio Machado y que ya para siempre, mi familia y yo, llevaremos en el corazón. Soria, Machado y también Mara, una entrañable amiga, tuvieron mucho que ver en el que yo retomase mi afición por escribir, por eso he incluido en este libro un poema que dediqué al poeta con motivo de su centenario:

En recuerdo de Antonio y Leonor:
 
La niña se hizo mujer
en los brazos de Antonio.
Éste, que la había visto crecer,
la pidió en matrimonio.
En la iglesia de Sta. María La Mayor,
en Soria, junto al Duero,
Antonio y Leonor
se dijeron el “Sí, quiero”
Los álamos de la ribera
fueron testigos de su felicidad,
sin saber que ésta sería efímera,
vencida por la enfermedad.
Disfrutaron de su amor
en Paris, junto al Sena,
pero, al enfermar Leonor,
la dicha mudó en pena.
A Soria vuelven los enamorados
buscando una mejoría,
pero Antonio, desolado,
sólo pudo ver como su esposa moría.
La llevaron al camposanto
un viernes, por la mañana.
¡Soria sumida en llanto!,
¡Luto en la tierra castellana!
Y el poeta que clama al cielo:
“Necesito su compañía,
vivir sin ella no quiero,
¡Cómo pena el alma mía!,
¡Mis lágrimas se lleva el Duero!”

El hecho de no tener una conexión directa, en tren, de Soria a La Coruña motivó que, en los años que vivimos en la ciudad castellana, hiciésemos ese recorrido en coche.
Establecí rutas alternativas para ir conociendo, con más detalle, Castilla y León. Estos viajes me descubrieron ciudades como Valladolid, Palencia, León, Burgos, Tordesillas, Benavente, Astorga y una serie de pueblos que yo había oído nombrar pero que nunca había visitado.

Catedral de Burgos
En cada uno de esos lugares, quien llegue por primera vez, encontrará motivos suficientes para hacer un alto en el camino y disfrutar de Catedrales, castillos, iglesias y otros monumentos.

Castilla y León es una visita recomendable para cualquier tipo de turismo. La variedad de paisajes y su patrimonio cultural no dejará a nadie indiferente. En el aspecto gastronómico la oferta es tan diversa y rica que se convierte en un festival para los amantes de la buena mesa y de sus bodegas salen caldos que hacen las delicias de los paladares más exigentes.
Otra de las cosas que yo disfruté, en el tiempo que viví allí, fue de su clima. Del verano me gustaban, mayormente, el atardecer y la noche. El contraste de la temperatura, con respecto al día, suele ser tan acusado que hasta se agradece un poco de abrigo. Y del invierno, que dura muchos meses, ese frío tan intenso pero fácil de combatir y aquellas mañanas de campos de escarcha y cielo claro, nítido, que no he vuelto a ver en ningún otro lugar.
Castilla y León, un conjunto de paisajes; naturales, gastronómicos, culturales y, los más importantes para este libro, los del corazón, que encontré en Soria y su provincia.