martes, 25 de octubre de 2016

VIAJE POR LA CATALUÑA CENTRAL Y EL PIRINEO GERUNDENSE - 4ª ETAPA PUIGCERDÁ





VIAJE POR LA CATALUÑA CENTRAL Y EL PIRINEO GERUNDENSE - 4ª ETAPA 


PUIGCERDÁ





Para poder coger el tren con destino a Puigcerdá hemos solicitado en el Hotel Cataluña de Ribes de Freser que nos adelantasen la hora del desayuno, a lo cual han accedido amablemente.
El día ha amanecido claro y frío como es habitual por estos contornos en las fechas en las que nos encontramos. Nada grave si uno va  con la ropa adecuada; es un frío que me recuerda las mañanas sorianas, en las que después de andar un poco, rápidamente se entraba en calor.
El recorrido entre Ribes de Freser y Puigcerdá esta plagado de paisajes de postal. El tren atraviesa la Collada de Toses alternando largos túneles con frondosos bosques y serpenteantes riachuelos. Después de dejar atrás la Estación de Esquí de La Molina nos adentramos en la Comarca de la Cerdanya, un valle de verdes prados rodeado de altas montañas con cumbres nevadas. Para disfrutar plenamente del paisaje yo recomiendo situarse en las ventanillas de  la parte izquierda, en el sentido de la marcha, aunque este consejo quizás no sea adecuado para los que teman a las alturas y los precipicios que jalonan el trayecto.

En mis anteriores viajes a Puigcerdá no existían ni los ascensores ni el funicular que salvan la considerable altura desde la estación al centro de la población. Da igual, porque el funicular está averiado y forzosamente hemos de subir por las escaleras el tramo correspondiente a este. 



El último tramo, para llegar hasta la Plaza del Ayuntamiento, sí lo subimos en un ascensor, que nos deja en un magnífico mirador en el que se divisa con amplitud gran parte de la comarca en la que destaca la Sierra del Cadí, macizo que separa La Cerdanya y el Alto Berguedá. Desde el año 1984, un túnel de 5,02 kms. de longitud bajo estas montañas facilita el acceso por carretera entre ambos territorios.



De la antigua Iglesia Parroquial de Santa María solo se conserva el campanario, en el cual se ubica la Oficina de Turismo y un arco que se encuentra emplazado actualmente en el Convento de Sant Domènec (Santo  Domingo). Este Campanario está declarado Bien de Interés Cultural y Patrimonio Histórico de España y es accesible a través de unas escaleras. La torre tiene forma octogonal y alcanza una altura de 35 metros; está coronada por una terraza que ofrece vistas privilegiadas de  la ciudad y toda La Cerdanya.



Posponemos la subida a la Torre para la tarde y, mientras llega la hora de coger el autobús que nos llevará en un corto viaje hasta Llivia, emplearemos el tiempo en visitar El Museo Cerdá, emplazado en el antiguo Convento de Las Carmelitas Descalzas.
Este Convento fue fundado en el año 1880, empezando su actividad religiosa en 1897, la cual se prolonga hasta 1982. En 1993 se inicia la habilitación de este espacio como museo.

  
Este Museo está concebido para recordar y conservar las tradiciones, la cultura y la forma de vida de las gentes de esta comarca, de ahí su nombre que literalmente podemos traducir al castellano como Museo de La Cerdanya. En las diversas salas contemplamos colecciones que nos muestran la naturaleza, la historia y la etnología de esta comarca. También podemos ver como era una casa tradicional y como vivía en ella una familia cerdana.

































Acabada la visita al Museo nos dirigimos de nuevo al centro de la ciudad. El viento que nos llega desde las vecinas montañas viene frío como consecuencia de la nieve que aún hay en ellas. De todos modos el paisaje es hermoso, incluido el viejo cementerio.



Hemos de ir a la Plaza Barcelona, desde la cual sale el autobús para Llivia. En lugar de hacerlo por donde hemos venido cogemos uno de los ascensores que hay repartidos por la villa, que nos deja cerca del antiguo Convento de Sant Domènec, reconvertido en Biblioteca Municipal y Archivo Comarcal.



En este lugar se encuentra también la iglesia que lleva el mismo nombre Sant Domènec



A pesar de su antigüedad, Puigcerdá es una ciudad de espacios abiertos. Seguimos paseando bajo un sol que se agradece y  contemplando los bellos edificios que adornan estas calles y plazas












Hemos llegado hasta la Plaza Barcelona desde donde saldremos para Llivia. Será un viaje de unos siete kilómetros que  nos llevará hasta este enclave catalán, español, rodeado por tierras francesas.


LLIVIA 



El Tratado de los Pirineos que puso fin a la llamada Guerra de los Treinta Años fue firmado por representantes de las monarquías española y francesa el 7 de noviembre de 1659 en la Isla de Los Faisanes, que se encuentra en el Río Bidasoa en la frontera franco-española. Mediante este tratado, Francia se anexionaba los territorios de El Rosellón, Conflent, Vallespir y la mitad de la Cerdanya. Posteriormente, el 12 de noviembre de 1660 se firmaría el Tratado de Llivia en el cual se detallaban los 33 pueblos de las Comarcas de la Cerdanya y Querol que quedaban en poder de Francia. Llivia quedó fuera de los mismos por no ser "Pueblo" y si "Villa", tecnicismo al que se acogió la parte española para mantener el lugar como territorio español.
Cuentan las crónicas la desidia de los representantes de la corona Española, llegados a Irún desde Castilla, en las negociaciones. Los franceses vieron con sorpresa como  la parte contraria, quizás por ignorancia del valor y situación de aquellas tierras o como castigo a los catalanes, que se habían sublevado y luchado en contra de Felipe IV,  cedían sin demasiada presión las mismas. Esto alteró la frontera natural que se situaba en los Pirineos concediendo a los franceses posesiones al sur de los mismos, separando de esa forma haciendas y familias que quedaban en países distintos.
A día de hoy este enclave es, como muchos dicen, una localidad española con precios franceses cuyos habitantes viven principalmente del turismo. Los paisajes no difieren de los que vemos desde Puigcerdá, no en vano estamos en la misma comarca por mucho que conflictos militares y decisiones políticas quieran hacer ver otra cosa.








Un lugar de referencia en esta población, adosado a la Casa de la Vila o Ayuntamiento, es su Museo. En él  podemos ver, entre otras cosas, una réplica con mobiliario y enseres originales de la que según parece fue una de las farmacias más antiguas de Europa. Visitar este lugar ocupará la mayor parte de nuestro tiempo en Llivia.



 











Frente al Museo se encuentra la Iglesia de La Mare de Deu dels Angels, construida en el siglo XVI de estilo gótico catalán, parece más una fortaleza por las torres que la rodean, aunque esto no le reste encanto. Es de una sola nave con capillas laterales y su imponente campanario es visible desde cualquier parte de la población y a mucha distancia, como comprobaremos por la tarde desde la Torre de Santa María en Puigcerdá.



Dejamos atrás el Museo y la Iglesia para dirigirnos a la parada del autobús. Se está haciendo tarde y tenemos que regresar a Puigcerdá para comer y visitar lo que aún nos queda. Por el camino una última ojeada a Llivia.








PUIGCERDÁ 

Comeremos en uno de los restaurantes que llevo anotados y que tiene buenos comentarios en Internet. Se trata del Caliu, que está situado en una esquina frente al Ayuntamiento.



Como nos ha sucedido en otros lugares, la información es correcta y acertamos con la elección de este restaurante que hoy por hoy recomiendo. Se trata de un negocio familiar en un local pequeño pero bien aprovechado en el que la oferta del menú  tampoco es amplia pero sí de calidad. Mientras esperamos la comida nos obsequian con una crema de apio servida en un vaso de aperitivo, riquísima de sabor  y como plato principal un codillo en salsa que es una delicia. 


Hemos repuesto fuerzas y nada mejor, para hacer la digestión, que dar un paseo por uno de los lugares emblemáticos que tiene esta población. Se trata de un lago artificial construido  entre los años 1200 y 1260 según documentos de esa época. Es probable que ya existiese un estanque natural  en esa ubicación y que fuese agrandado y se llevasen  hasta él, mediante una acequia, las aguas del Río Querol que lo alimentan.
Esta infraestructura se ha utilizado principalmente en funciones de regadio pero con el tiempo ha devenido en un espacio lúdico-recreativo en el que se practican diversas actividades, tanto en verano como en invierno. Las bajas temperaturas invernales hacen que las aguas del lago se congelen, lo que permite que los aficionados al patinaje disfruten deslizándose sobre su superficie.
Para mí, las mejores fechas para disfrutar de este entorno son el otoño o principios de primavera en días laborables. Entonces se puede disfrutar de unos paisajes bucólicos, con una amplia gama de colores, con la belleza de la nieve en las altas cimas circundantes y sobre todo con la tranquilidad que no se tiene cuando la afluencia de visitantes es masiva.






Cuando finalizaron las Guerras Carlistas, Puigcerdá se convirtió en centro de atención de la Burguesía de Barcelona quienes, atraídos por la belleza de este entorno, construyeron grandes mansiones alrededor del Lago.







 Habíamos dejado para la tarde la subida a la Torre de la Iglesia de Santa María y hasta ella encaminamos nuestros pasos. Con calma, peldaño a peldaño, salvamos los 35 metros hasta la azotea que sirve de mirador. A nuestros pies y ante nuestros ojos La Cerdanya nos ofrece toda su belleza, picos de entre 1700 y 2700 metros rodean este gran anfiteatro que forman las verdes llanuras.



Unos paneles nos informan, paso a paso, según rodeamos la terraza, de que es lo que estamos observando, que montañas vemos y la altura de las mismas.














Después de recuperar el resuello, tras la subida y bajada de La Torre, nos dirigimos a la estación. 



El tren que tenemos que coger para volver a Ribes de Freser viene de Barcelona y finaliza su recorrido en La Tour de Carol, población fronteriza, en territorio francés. Subimos al mismo y nos despedimos de Puigcerdá aunque dentro de una hora volveremos a hacerlo, cuando pasemos por aquí, pero ya desde la ventanilla del tren.


LA TOUR DE CAROL-ENVEITG



Es junto a Portbou una de las dos terminales ferroviarias, situadas en Cataluña, fronterizas con Francia. A excepción de una, que permite la entrada y salida de trenes con origen-destino España, todas las vías son del ancho internacional imperante en Europa y que en nuestro país originalmente no se implantó por motivos políticos.


La estación está situada fuera de los núcleos urbanos a los que presta servicio y el paisaje que la rodea no varía en absoluto del que hemos visto durante todo el día.  Desde aquí parten y llegan trenes que enlazan la frontera con París.


También tiene aquí su origen el llamado Tren Groc (Tren Amarillo) que hace una ruta turística entre La Tour de Carol y Villefranche  de Conflent siguiendo el curso del Río Têt atravesando gran parte de la Cataluña Norte.


No es este un lugar con gran atractivo turístico pero a nosotros, como ferroviarios, nos resulta interesante. Visitamos las distintas dependencias a que tienen acceso los viajeros y vemos el material estacionado en las vias.


Automotor español estacionado en La Tour de Carol.



En la fachada del Edificio de Viajeros, una placa recuerda el paso por este lugar de los republicanos españoles camino del exilio en 1939.


Apenas unos pocos edificios, en uno de los cuales hay una farmacia, rodean las instalaciones ferroviarias.



Por dos veces, en el día de hoy, hemos entrado y salido a y de tierras francesas. La desaparición de las fronteras administrativas hace que este trámite sea fácil, pero me vienen a la mente otros tiempos (en cierta forma hemos vuelto a ellos) en los que para los españoles cruzar fronteras era una necesidad; bien en busca de  trabajo o bien de la libertad de la que nos privaba la falta de democracia en nuestro país.


Matías Ortega Carmona
14 de abril de 2016.