HABLANDO CON IRENE
EL MAR
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Abuelo
¿Por qué miras tanto el mar?- preguntaba la pequeña Irene.
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Mi querida nieta
– contestó su abuelo –, el mar es
inmenso como tu mirada, tranquilo como tu sueño y también bravo, como tu cuando te enfadas.
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Las
olas vienen y van y me traen tu recuerdo cuando te tengo lejos, su rumor es
como tu risa, entra dentro de mí como la música y da paz a mi espíritu.
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Abuelo
¿Por qué aquí el mar tiene dos orillas?
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Verás,
mi tesoro, el mar que conoce y baña la costa de multitud de países cuando llegó
a Galicia se enamoró de esta tierra, tuvo envidia de los ríos y como estos
quiso penetrar dentro de ella.
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¿Y
el mar siempre es azul? – dijo la niña.
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El
mar es un espejo en el que se mira el cielo, en él se refleja su color que
cambia del nítido azul al gris de la
tempestad, puede ser muy bello y también dar miedo hasta encoger el alma.
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Abuelo,
si yo soy como el mar ¿también puedo darte miedo?
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No,
querida mía, tu solo puedes darme amor aunque bien es cierto que podría sentir
temor si te viese enferma o sujeta a cualquier peligro, solo eso sumiría mi mar
en horribles tinieblas.
Rabindranath Tagore, nos dejó una
magnífica obra literaria de la que yo destacaría sus relatos breves. Cuentos
que partiendo de una elaborada sencillez exaltan en pocos párrafos todo un
mundo de sensaciones en el que predominan los sentimientos.
Respetando estas pautas he llevado al
papel una conversación algo imaginaria con esa niña, aun en camino pero pronta
a llegar, que será mi primera nieta a la que llamaremos Irene.
Estoy seguro que la innata curiosidad
de los niños y mis ganas por enseñarle mi forma de entender la vida, harán que
esas conversaciones sean una práctica habitual en la relación abuelo nieta.
Matías Ortega Carmona
Carnoedo 8 de octubre de 2010