lunes, 25 de junio de 2012

LIBRO DE VIAJE POR LOS RECUERDOS 4ª ENTREGA DE MIS PAISAJES


Basilica de Snta María
Las grandes celebraciones religiosas tenían y tienen como escenario la Basílica de Santa María. Este templo milenario (las
primeras referencias que se tienen de la parroquia de Santa María datan del 25 de marzo de 1008) es la principal iglesia de Mataró.
Como todas las construcciones
religiosas, cuya antigüedad se
pierde en el tiempo, ha sido
sometida a numerosas reformas y
atravesado épocas de mayor o
menor fortuna. Después de la
guerra civil española, durante la
cual sufrió las iras de las
facciones anticlericales, recobró su mejor aspecto estando considerada una pequeña joya del llamado barroco catalán.
Situada en lo que fueron las murallas de la ciudad sirvió también, en alguna ocasión, de baluarte defensivo y está rodeada de un entramado de estrechas calles, típica de las ciudades de la edad media. Muy cerca de ella se ubica La Plaza Gran, pequeño mercado de abastos que, junto a La Plaza Cuba de mayor empaque, abastecían a la ciudad en sus necesidades alimentarias. Estos centros siguen funcionando en la actualidad aunque mermada su importancia por las grandes superficies comerciales de nuestro tiempo.
La Basílica de Santa María es otro de los paisajes familiares de mi infancia, en ella hice mi Primera Comunión y eran frecuentes las visitas que, como alumnos de la Academia Bálmes, realizábamos a la misma. Primeros Viernes de Mes, Semana Santa, Mes de María o cualquier otro evento religioso
eran un buen motivo para que fuésemos a rezar a esa iglesia.

Interior de la Basilica de Santa María



Aludiendo a mi oficio de “monaguillo de extrarradios”, he de explicar que también tuve la oportunidad de debutar en Santa María en una misa celebrada en el Altar Mayor.
Haciendo un símil futbolístico diríamos que, aunque fuese por una única vez, pude jugar un partido en la primera división de los acólitos.




Playa de Mataró
Mataró, capital de la comarca litoral del Maresme, ha sido siempre una ciudad abierta al mar que sin embargo hasta hace muy pocos años no dispuso de un puerto.
Recuerdo que, de niño, me gustaba ver como las barcas volvían de faenar y, a falta de unos muelles donde atracar, eran arrastradas hasta la arena por medio de tornos y cabrestantes. Allí reposaban hasta que, al día siguiente volvían a salir para iniciar una nueva jornada de pesca.
Con la construcción del puerto en la cercana población de Arenys de Mar, los pescadores fueron buscando refugio en el mismo y sin darme cuenta, la imagen de estas embarcaciones varadas en la playa y de los marineros repasando sus redes y poniendo sus barcas a punto, se convirtió en uno de mis paisajes perdidos.
En unos años la fachada marítima de Mataró sufrió un cambio radical. El barrio de pescadores prácticamente desapareció, quedando como testimonio cuatro casas contadas en la zona que llaman del Callao. Se fueron construyendo edificios modernos y el mar se convirtió en un reclamo de ocio. Hace poco tiempo, por fin, se construyó ese tan anunciado puerto del que había oído hablar desde muy niño y que nunca llegaba. Ahora, que ya es una realidad,
tampoco ha contentado a todos. Muchos mataroneses se quejan de unas instalaciones que, según dicen, sirven para que cuatro potentados atraquen sus yates de recreo pero que
aportan poco beneficio a la ciudad.

Puerto de Mataró
Esteción de Ferrocarril de Mataró
Si hay algo emblemático y ligado a la historia de Mataró es el ferrocarril. No en vano fue un mataronés, Miquel Biada (a él está dedicado el monumento en el que me he permitido posar), el promotor de que el primer tren que circuló en la península (2) lo hiciese desde Barcelona a su ciudad natal. Este evento tuvo lugar el 28 de octubre de 1848 y nadie podía imaginar, entonces, que este medio de transporte iba a alcanzar las cotas técnicas y de velocidad que tiene actualmente.
 

Monuento a Miquel Biada
La terminal ferroviaria está situada junto al mar y los trenes y las olas se fusionan en los recuerdos de mi niñez. Mi padre,  ferroviario de profesión, trabajó toda su vida en labores de conservación de la catenaria (el tendido eléctrico que suministra corriente a los trenes).
La base del equipo de electrificación, que aun sigue activa, ocupa un edificio de dos plantas en un extremo de los terrenos de la estación. Está apartada de las dependencias de viajeros y en el exterior hay una higuera y jardines, éstos desde hace tiempo muy abandonados.
Cuando éramos niños, mis hermanos, yo, y los hijos de los compañeros de mi padre compartimos muchos días de verano en la playa. Para llegar a ella tan solo teníamos que cruzar las vías vigilando siempre que no nos sorprendiese ningún tren.
Nos reuníamos familias enteras y comíamos debajo de la higuera. Después, mientras los hombres jugaban sus partidas de dominó o cartas, las mujeres hablaban de sus cosas (sin olvidar criticar a las que estaban ausentes) y los niños y niñas, volvíamos a disfrutar del mar y las olas. A medida que los pequeños fuimos creciendo, y entablando otras amistades, aquellas reuniones fueron siendo menos
frecuentes hasta caer en desuso.
Recuerdo también, de aquellos días, el incesante trasiego de vagones de mercancías para formar trenes que partían desde Mataró hacia otros puntos de la península. Una de las cargas más apreciadas eran las patatas de la zona que, en gran cantidad, se llevaban hasta el puerto de Barcelona para ser exportadas a Inglaterra. Con el tiempo, el transporte de mercancías, fue perdiendo importancia y desde hace unos años se ha erradicado totalmente de las estaciones de viajeros quedando concentrado en terminales que se dedican exclusivamente a él.
No imaginaba yo, en aquellos días, que años más tarde sería ferroviario y estar entre trenes mi ocupación. Tampoco podía pensar, cuando me inicie en la profesión, que para terminar mi carrera iba a dirigir una de las estaciones más modernas de España. En cierto modo y por supuesto, de una forma mucho más modesta, he acabado emulando a mi paisano Miquel Biada y el ferrocarril es, sin ninguna duda
, uno de los paisajes importantes de mi vida.

2 El primer ferrocarril español se construyó en la isla de Cuba. Empezó a circular el 19/10/1837 entre La
Habana y Güines, cuando ese territorio formaba parte de las provincias de ultramar.

Tranvía de Mataró
Mataró tiene tren pero también tuvo tranvía. En la Plaza Granollers una, de las últimas unidades que unía la ciudad con la vecina población de Argentona, recuerda a los viandantes la importancia que tuvo este medio de transporte en la comarca.
En tiempos en los que disponer de un vehiculo propio no estaba al alcance de casi ningún bolsillo, el tranvía era el único medio de que tenían los habitantes de las dos poblaciones para trasladarse de un lugar a otro. De vital importancia, sobre todo para los vecinos de Argentona, que en muchos casos debían desplazarse a Mataró para trabajar, acudir los sábados al mercado, o acceder a la estación de ferrocarril para viajar a otros destinos.
El recorrido del tranvía se iniciaba delante de la estación del tren y después de atravesar toda la ciudad, el cada vez más populoso barrio de Cerdanyola y unos tres kilómetros de tierras de labor finalizaba en el centro de la villa de Argentona. Hasta allí se iban, los fines de semana, muchos mataroneses a disfrutar del famoso manantial de “La Font Picant”, del que manaba un agua con gas de las primeras que se comercializó por esa comarca.
El tranvía, que curiosamente se vuelve a imponer como un medio de transporte moderno, dejó de circular cuando yo tenía doce años siendo sustituido por autobuses con mayor capacidad y rapidez en el servicio. Recuerdo con algo de nostalgia aquellos pequeños viajes y forzosamente, para que mis paisajes estén completos, debía hacer referencia a ellos.

miércoles, 20 de junio de 2012

SARAMAGO Y ANTONIO






 SARAMAGO Y ANTONIO


“No creo en dios y no me hace ninguna falta. Por lo menos estoy a salvo de ser intolerante. Los ateos somos las personas más tolerantes del mundo. Un creyente fácilmente pasa a la intolerancia. En ningún momento de la historia, en ningún lugar del planeta, las religiones han servido para que los seres humanos se acerquen unos a los otros. Por el contrario, solo han servido para separar, para quemar, para torturar. No creo en dios, no lo necesito y además soy una buena persona”

Las palabras de José Saramago me dan pie para acercarme a otro personaje, cercano en su forma de pensar al escritor, pero lejano a la fama y posición de este. De Antonio, así se llamaba, pude aprender lo importante que puede ser aquel que haciendo gala de su humildad y sin haber podido acceder a grandes estudios supo entender y vivir la vida. Amó como nadie la sencillez huyendo siempre de las grandes ideas con las que los poderosos, ya sean militares, políticos, grandes empresarios o aquellos que se atribuyen, en nombre de cualquier religión, la defensa del dogma, atacan la libertad de cualquier ser humano que aspira a ser, como decía Saramago, simplemente una buena persona.

“Es un bosque que navega y se balancea sobre las olas, un bosque en donde, sin saberse como, comenzaron a cantar los pájaros, debían de estar escondidos por ahí y de repente decidieron salir a la luz, tal vez porque la cosecha ya esté madura y es la hora de la siega…”

Siendo aun un niño, conoció Antonio las fatigas de la siega. Enrolado en una cuadrilla de segadores, junto a sus dos hermanos mayores, anduvo por las tierras de La Mancha. En aquellos campos el niño creció, haciéndose  hombre, mientras segaba la mies que engordaba el patrimonio de los terratenientes y ayudaba a matar el hambre de su familia. No pudieron con él, ni la  dureza del trabajo, ni el sol abrasador que los castigaba mientras segaban. Supo, como los pájaros, empaparse de la luz y dejar volar su canto mientras soñaba con un mundo más justo e igualitario.

“Que clase de mundo es éste que puede mandar maquinas a Marte y no hace nada para detener el asesinato de un ser humano”

No solo vivimos en un mundo que no hace nada para detener el asesinato de un ser humano, lo peor es que éste es un mundo que ha institucionalizado el asesinato de la especie humana. Militares llevados por ansias de gloria y celebridad, políticos al servicio de intereses comerciales, religiosos ávidos por imponer su fe, negando la de los que piensan de forma distinta, entre todos han inventado las guerras. Curiosamente se han dotado de unos códigos éticos en los que se condenan los conflictos armados declarados por motivos “injustos”. Antonio sintió, cuando lo enviaron a matar o ser muerto por los moros en el norte de África, que en verdad no hay ninguna justicia en obligar a  que los hombres se maten unos a otros.
Sufrió en sus carnes la debacle del ejército español en Annual y, aunque resultó herido, pudo salvar la vida. Volvió a casa con el recuerdo de los millares de jóvenes que, con peor suerte que él, dejaron su vida en tierra africana y convencido de que ninguna idea justifica el derramamiento de sangre.

“El poder lo contamina todo, es tóxico. Es posible mantener la pureza de los principios mientras estás alejado del poder. Pero necesitamos llegar al poder para poner en práctica nuestras convicciones. Y ahí la cosa se derrumba, cuando las convicciones se enturbian con la suciedad del poder”

Con las heridas del cuerpo sanadas pero muy frescas en el alma, Antonio, vio como la primavera de las ideas floreciendo en libertad se marchitaba con el horror de una guerra fratricida. Los principios, las convicciones que habían de converger en una sociedad más justa e igualitaria, fueron aniquilados por las luchas de poder entre quienes predicaban ese nuevo horizonte, ayudados por la beligerancia de los sectores más fácticos y reaccionarios.
Antonio, que se ilusionó con la llegada de la República,  fue perdiendo la fe al ver como muchos defensores de las nuevas ideas caían en los comportamientos de sus predecesores y  aposentados en el poder olvidaban rápidamente todas sus buenas intenciones. Después el estruendo de las armas silenciaría cualquier canto de esperanza.

“Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizás no merezcamos existir”

Nada ofende tanto a las dictaduras y a sus secuaces como las personas con ideas propias y un espíritu libre. Antonio fue una de esas personas y pagó por ello. Finalizada la guerra civil fue encarcelado sin que nunca se le dijese su culpa. En los casi dos años que pasó en prisión sufrió torturas mientras su mujer y sus hijos pasaban hambre y miseria. Un día, sin más, fue puesto en libertad sin que se le hubiese juzgado ni acusado formalmente de nada.
Cuando Antonio recordaba esa parte de su vida no lo hacía nunca con odio ni rencor, pero reivindicaba siempre mantener viva la memoria de hechos como aquellos. El odio, decía, es el peor carcelero, prolonga tu cautiverio  y destruye tu corazón, pero la memoria nos mantiene alerta para evitar que esas atrocidades puedan repetirse.

“El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir”

Antonio, como se desprende de los pasajes de su vida que he ido relatando, no tuvo demasiado tiempo para los libros. Su formación académica era escasa y adquirida junto al fuego del hogar después de un duro día de trabajo. Eso no hacía de él una persona ignorante pues aprendió a leer e interpretar en las páginas de la vida todo aquello que era útil para lograr su meta, ser feliz con aquellas cosas que realmente valen la pena. Amó a los demás y la mayoría de quienes le conocieron lo amaron a él.

“Si las conociéramos las cosas del cielo tendrían otro nombre”

Antonio jamás creyó en ese cielo que predica la religión, ya sea católica o cualquier otra. Ese cielo de mercadeo que quiere someter a las personas a una especie de competición liguera en la que solo los santos tienen garantizada la gloria. Mientras, los que han tenido algún desliz, limpian su alma en el purgatorio y los malos (?)  se queman en el infierno. Tampoco creía en un Dios ocupado en fiscalizar las acciones de los hombres para premiarlas o castigarlas, como si fuese un policía de tráfico. Por eso, quizás, escogió ser ateo. Por eso  trató siempre de conocer sus propias debilidades para así poder ser tolerante con las de los demás. Él creía en que la bondad puede estar en las personas sin depender de su raza, credo o posición y por eso, seguramente, él consiguió ser una buena persona.

Matías Ortega Carmona


Nota:

En negrita frases de Saramago que me han servido para recordar, dando un paseo por su vida, a una persona muy especial para mi. Yo sí creo en el cielo, está en un rincón de mi corazón; allí permanecen vivos y me acompañan siempre, Antonio y todos aquellos con los que compartí algún momento de mi vida, aquellos que me quisieron y a los que yo sigo queriendo.

lunes, 11 de junio de 2012

LIBRO DE VIAJE POR LOS RECUERDOS 3ª ENTREGA DE MIS PAISAJES


Un paisaje de mi infancia que no podía faltar, no en vano pasé en él ocho años de mi vida, fue el colegio. Se llamaba y creo que aún se llama Academia Bálmes, aunque era más conocido por el nombre del que entonces era su director, el Señor Banet.

Academia Balmes

Este colegio forma parte de unas instalaciones propiedad del Circulo Católico de Mataró en el que además de las aulas, destinadas a la docencia, existe un pequeño teatro llamado Sala Cabañes, una pista de baloncesto en la que jugaban los equipos de la Unión Deportiva y un bar que daba servicio a todo el complejo y al que, en mi época de estudiante, no teníamos acceso.

Sala Cabanyes
La Sala Cabañes tenía como objetivo dar a conocer obras representativas del acervo cultural catalán, sobre todo a niños y adolescentes, con el fin de preservar unas raíces y costumbres que la Dictadura no veía con buenos ojos. Estas actividades, enmarcadas en centros como el Circulo Católico, pasaban más desapercibidas.
Las representaciones estrella de la programación eran Els Pastorets, donde se revive año a año el nacimiento de Jesús y La Pasión en la que se rememora su muerte. Quizás porque forman parte de mi infancia, aunque he visto representadas esas obras en otros lugares, nunca he sentido la misma emoción que cuando las veía en aquella sala.
La entrada a la zona escolar estaba situada en la Plaza del Bous, llamada así porque está situada junto a lo que fue una de las puertas de la ciudad vieja. Por ella entraban las carretas tiradas por bueyes que descansaban en dicha plaza.
Frente al colegio, en lo que después sería el Instituto de Enseñanza Media Damiá Campeny, estaba el Cuartel de Bomberos. Las sirenas de los vehículos nos tenían al día de todos los incendios, u otras emergencias, que se producían en la ciudad.
Frente a la Sala Cabañes estaba situada la cárcel. Este edificio es hoy en día el cuartel de la Guardia Urbana de Mataró. Se trata de una construcción con gruesos muros de piedra y rejas en las ventanas que, básicamente, sigue conservando su estructura original. En ese centro penitenciario purgaban sus penas los delincuentes locales y de la comarca y también algunos presos llegados de otros lugares del país.

Antigua Carcel

Siempre me resultó curioso, y lo encontraba una condena añadida para los residentes de aquel centro, el que un patio anexo a la prisión sirviese de pista de baile en las tardes de los domingos y algunas verbenas. Imagino lo poco agradable que debía resultar para estos inquilinos privados de libertad ver, a través de los barrotes de sus ventanas, como las parejas se movían  haciendose carantoñas al son de la música.

La Riera
La calle que separa la antigua cárcel del complejo de lo que fue mi escuela es La Riera.Durante mucho tiempo fue la arteria principal de la ciudad. Empieza en la Plaza de España y finaliza en la Plaza Santana, muy cerca del mar y próxima a la estación del ferrocarril.
En esta avenida se situaban todos los cines que había en Mataró durante mi infancia y adolescencia. Al principio de la misma, bajando a mano derecha pegado a los terrenos de una gran vaquería a la que la modernidad y el tetra brik desterraron, estaba el Cine Monumental. Al igual que el resto de estas salas pasó de días de gloria a una penosa decadencia hasta que cerró sus puertas. Rescatado del ostracismo por el departamento de cultura del ayuntamiento, y bajo gestión municipal, ha sido remozado y es el único de estos centros que permanece activo. Para mi tiene unas connotaciones especiales pues, en la penumbra de su platea, conocí las caricias y los besos de aquel siempre recordado primer amor de juventud.
También en ese cine, por primera vez desde los tiempos de La Republica, se puso en escena una de la revistas musicales que triunfaban en El Paralelo de Barcelona. Fue todo un acontecimiento y constituyó un éxito tremendo de público, como es de suponer, en su mayoría masculino. Aunque el vestuario que utilizaban las mujeres que allí actuaban, sería hoy en día toda una manifestación de recato, para los varones de aquella época suponía toda una tentación e invitaba a pensar en el más erótico de los sueños ¡Como
cambian los tiempos!

En la acera de la izquierda, ocupando toda una gran manzana, se mantiene abierto el Colegio de Valldemia. El mismo es propiedad de los Jesuitas y da una idea del poder económico de esta orden religiosa.

Mansiones en La Riera

Entre el Cine Monumental y la Cárcel, casas de aspecto señorial servían de morada a algunas de las familias más adineradas de la ciudad. Las mansiones siguen ahí pero muchas de aquellas familias conocieron tiempos de crisis y tuvieron que deshacerse de ellas por no poder mantenerlas.
Un poco más abajo, en la misma acera, estaba uno de los personajes más emblemáticos de Mataró, El Churrero. Puede asegurarse, con muy poco margen de error, que todos los mataroneses le conocían. Hombre de una gordura descomunal era más famoso por este detalle que por la calidad de los productos que vendía. Y eso que sus churros y, sobre todo, sus patatas fritas eran insuperables. Muy aficionado al cine, había conseguido que en alguno de estos locales le tuviesen reservada una butaca de su tamaño para poder disfrutar del llamado séptimo arte. Este hombre y su gran humanidad fueron los culpables de una de las anécdotas de mi infancia:
 
“Había ido con mis padres y unos tíos a otro de los cines
ubicado en La Riera, El Ateneo, y antes de entrar a ver la
película, mis familiares, decidieron comprar patatas fritas.
Yo, que debía tener unos cinco años, me quedé tan
impresionado viendo aquel hombre tan gordo que no me
percaté de que mis acompañantes se iban y ellos, unos por
otros, me dejaron allí embobado mirando al Churrero.
Cuando me di cuenta de que mi familia no estaba se lo debí
decir a alguna persona que me llevó hasta el Ayuntamiento
(en aquellos tiempos no se raptaban niños). Un guardia
muy majo se ocupó de mí y además de darme parte de su
merienda avisó para que fuesen a recogerme. Coincidía que
un primo mío trabajaba en el Ayuntamiento y por ese
motivo lo acompañe en alguna ocasión a saludar a aquel
municipal que tan bien se portó conmigo”

Ayuntamiento

El Ayuntamiento también está situado en La Riera, en la zona que en algún tiempo fue el centro de la población. El edificio se ha quedado pequeño para albergar la actividad que genera una ciudad de 120000 habitantes y se han tenido que habilitar otras dependencias auxiliares, lo que no quita que sea en él donde se siguen tomando todas las decisiones que afectan a la vida pública.
En las fiestas de Las Santas Juliana y Semproniana, patronas de Mataró, la Casa Consistorial viste sus mejores galas y desde allí salen, para desfilar por todas las calles, los enanos cabezudos y los Gigantes que tan populares son en las fiestas mayores de toda Cataluña.

Gigantes y Cabezudos
No solo la vida pública se concentraba en La Riera, también el ocio y el comercio tenían en ella de su espacio principal. Otros cines ya desaparecidos: Moderno, Serra y Clavé ofrecían películas de diversos géneros para que cada cual escogiese la más adecuada a su preferencia.
Era casi una obligación en los días de fiesta, después de salir del cine o del baile, que toda la juventud fuese a pasear Riera arriba, Riera abajo desde El Churrero a La Plaza Santa Ana. También durante la semana, al salir del trabajo, era el lugar habitual de encuentro con los amigos o con la última chica/chico que habíamos conocido el domingo anterior.