ISLAS CÍES, UN PARAÍSO CERCANO
Estas Islas, ubicadas en la boca de la Ría de Vigo, son una defensa natural que mantiene en calma las aguas de la Ría protegiéndolas de la bravura del océano y formando, según los biólogos, un micro clima propicio para el desarrollo y la buena calidad del marisco que allí se cría. Son una referencia en el paisaje marítimo que podemos contemplar desde Vigo, Baiona y otras poblaciones.
Haciendo un poco de historia decir que, en las excavaciones realizadas, se han hallado restos que hablan de presencia humana 3500 años a.C, aunque parece ser que el primer asentamiento permanente es un castro que data de la Edad de Hierro.
Por aquí pasaron también los romanos y se cuenta que el mismo Julio Cesar venció aquí a los últimos seguidores del Caudillo luso Viriato. No pudo vencerles con las armas y lo hizo sitiando el archipiélago y dejando que el hambre y las enfermedades acabasen con la resistencia de sus enemigos.
También los piratas normandos pasaron por estas islas, saqueando lo que encontraban mientras se dirigían a objetivos mayores en otras poblaciones de la Ría.
También los piratas normandos pasaron por estas islas, saqueando lo que encontraban mientras se dirigían a objetivos mayores en otras poblaciones de la Ría.
Los frailes de diversas ordenes religiosas han sido los habituales habitantes de las Cíes que se encuentran despobladas desde los años sesenta. Posteriormente empezó el uso como destino turístico y la masiva asistencia de visitantes ha hecho que se regule el acceso, que se limita actualmente a unas 2000 personas por día.
Las Islas Cíes forman parte (junto a Ons, Sálvora y Cortegada) del Parque Nacional de Las Illas Atlánticas, creado en 2002. Es un archipiélago formado por tres islas, la de Monteagudo, la del Faro y la de San Martín. Las dos primeras están unidas por una escollera que permite, con la marea baja y el mar en calma, el tránsito entre ambas.
Hasta el embarcadero situado en la Isla de Monteagudo llegan los visitantes en los catamaranes que parten de los puertos de Vigo y Cangas do Morrazo.
Durante la travesía, por el sistema de megafonía del catamarán, se dan unas explicaciones de lo que veremos al llegar y unas instrucciones para mantener el estado inmaculado en que se encuentran las islas. Curiosamente, y en contra de lo que suele ser habitual, observo que todo el mundo cumple las normas, lo cual personalmente me satisface.
Es fácil, para los que queráis saber más, conseguir la información necesaria, yo me extenderé muy poco en explicaciones porque las imagenes hablan por si solas.
Acompañadme en este paseo:
Acompañadme en este paseo:
El Faro de la Isla de Monteagudo no tiene mayor interés que la función para la que fue construido, pero por el camino que no lleva hasta él podemos disfrutar de hermosos paisajes y observar la flora de las islas; en ella predomina el matorral de toxo, xesta y esparraguera. El bosque es casi testimonial y especies autóctonas, como la higuera y el rebollo, se han sustituido por pinos y eucaliptos en diversas y, para mi, poco acertadas repoblaciones que se han llevado a cabo.
También las rocas nos sorprenden con curiosas formas como ésta en la que podemos imaginar la silueta de una anciana con su pañuelo a la cabeza:
La playa más famosa es la de Rodas, a la cual el diario británico The Guardian concedió en 2007 el galardón de la playa más bonita del mundo. No sé si en realidad es la más bonita, pero contemplando la belleza de esta y otras playas de las Cíes, uno piensa que no es necesario viajar muy lejos para encontrarse en el Paraiso.
Pasear abre el apetito y nos dirigimos a comer al restaurante situado en la Isla del Faro. Está emplazado en la zona de servicios en la cual se ubica el Camping y un pequeño Supermercado.
Contemplar el paisaje mientras se come alimenta también el alma. Viendo los espacios reservados para la acampada apetece montar una tienda de campaña y pasar alguna noche en ese entorno idílico arrullado por el rumor del mar.
Después de comer damos un paseo por el camino que lleva hasta el Faro pasando por el Monasterio de Santo Estevo.
Las dependencias del antiguo monasterio se utilizan como punto de información y Centro de Interpretación de Las Islas Cíes.
Unas chicas se han vestido para la ocasión y, viéndolas con esos atavíos, uno puede pensar que está en otras islas de ultramar. De todos modos, como decía antes, mejor no olvidar que estamos en las Cíes y disfrutar de este entorno que no tiene nada que envidiar a otros lugares.
No llegamos hasta el Faro, que divisamos a lo lejos, pues nos han recomendado volver a la Isla de Monteagudo antes de que suba la marea, después es imposible pasar y perderíamos nuestro barco.
Fotografía tomada de Internet, pues a mi, por falta de tiempo, me fue imposible llegar hasta un lugar donde pudiese hacer una parecida. |
Retomamos el camino de vuelta fijándonos en los curiosos detalles que la naturaleza nos brinda, ya sea la de un pino que ha nacido de los restos de un tronco (es como si el árbol muerto quisiera volver a la vida) o la de otra roca singular que a mi me parece una tortuga con un gran caparazón; la imaginación es libre.
Desde lo alto, la vista de la Playa de Rodas con las embarcaciones fondeadas en esa pequeña bahía me parece especialmente hermosa.
Cuando pasamos sobre la escollera, la marea está subiendo aunque aún debe de faltar algo más de media hora para que lo haga del todo y el mar oculte esta pasarela de cemento.
El mar está más movido que por la mañana pero sin que las olas lleguen a batir con excesiva fuerza contra las rocas.
El embarcadero está situado junto a otro pequeño restaurante que en su día fue una fabrica de salazón.
Aprovechamos el tiempo que falta para embarcar (el
catamarán que nos devolverá a Vigo aún no ha llegado) recorriendo las
playas y dunas cercanas al embarcadero.
Al fondo de la siguiente fotografía se puede apreciar una de las mejores playas de Vigo, la de Samil y, en el extremo sur de la misma, el islote de Toralla, en el que destaca su torre de apartamentos, para mi gusto, una de las muchas aberraciones urbanísticas que pueblan las costas gallegas y españolas.
Las gaviotas, están tan acostumbradas a los visitantes que ni se inmutan cuando te acercas, una de ellas se ha prestado a posar cual habitual modelo para mis fotografías.
Un pequeño descanso y una última mirada a este Paraiso antes de embarcar.
La tarde declina cuando a bordo del catamarán Mar de Ons dejamos Las Cíes rumbo al puerto de Vigo. Desde la embarcación hago las últimas fotografías sintiendo, ya, la añoranza de la partida.
Durante el trayecto de regreso nos cruzamos con otros amantes del mar que navegan en un barco "un poquito" más grande que el nuestro, lo que aprovechan pasajeros de ambas embarcaciones para saludarse mutuamente.
Cielo, nubes y mar con la silueta de Las Islas Cíes recortándose en el horizonte. No es un adiós, es un hasta luego porque, como en todos los viajes, aún en el camino de vuelta, uno ya está pensando en regresar para disfrutar de nuevo de tanta belleza.
Matías Ortega Carmona.
(Islas Cíes, Fecha de este viaje 17/09/2016)