sábado, 10 de marzo de 2012

NOVELA - EL MILAGRO DE PUERTO COLOMBIA 1ª ENTREGA












 
 
 
 
El Milagro de Puerto Colombia 1ª Parte

Las instalaciones portuarias registraban una actividad inusitada, una multitud de obreros se afanaban en dar a las mismas un aspecto inmejorable. En aquellos lugares, donde los trabajos no habían terminado en el plazo previsto, se improvisaba dando a la fachada de los locales su aspecto definitivo mientras el interior se dejaba para ultimarlo en fechas posteriores. Todo debía estar a punto, o por lo menos parecerlo, para recibir al gobernador de la provincia, que en apenas unas semanas llegaría para inaugurar un nuevo muelle.
La ciudad de Puerto Colombia se había convertido en pocos años en una de las principales del país. Su puerto era el de mayor tráfico de mercancías de la nación y con la ampliación, hecha para que los  grandes cruceros de pasajeros pudiesen atracar en él,  llegaría a ser uno de los más importantes del continente.

Ramiro Herrera Clavijo, carpintero de rivera, era el propietario de una empresa dedicada a la construcción y reparación de pequeñas embarcaciones de pesca. Su negocio, próspero en otro tiempo, al que su padre había dedicado su vida y en el que él trabajó desde que era un muchacho, no pasaba por sus mejores momentos. Los pedidos habían ido descendiendo en la misma medida que el puerto crecía.
 El lugar que antes ocupaban las barcas de los pescadores estaba ahora destinado a los grandes barcos mercantes en los que la madera se había sustituido por el acero. Mientras, los marineros, que en otro tiempo faenaban en la cercanía de la costa, se enrolaban en esas naves de gran calado que los llevaban a recorrer los mares de todo el planeta. Quedaban muy pocos  que aun se dedicaban a la pesca de bajura y, si seguían en ello, lo hacían bien llevados  por la tradición o quizás porque su edad ya no les permitía tomar otros caminos.
La mayoría de los habitantes de Puerto Colombia dependían de la actividad de su puerto. Todos los negocios, de una forma u otra, estaban relacionados con él y  los que, como Ramiro, no sabían o no querían adaptarse a esa realidad estaban abocados al exilio o a un adelantado retiro.

El futuro de su empresa no era la única preocupación de Ramiro. Llevaba bastantes años viudo. Luz Mejía Godoy, su mujer, había fallecido a los pocos años de haberse casado dejándole con una hija a la que quería con locura, aunque no siempre la entendiese ni supiese como actuar con ella. La joven, con sus diecisiete años acabados de cumplir, recién dejaba atrás la niñez para convertirse en una hermosa mujer que causaba estragos entre la población masculina. Los hombres, embrujados por su belleza, la perseguían con la mirada turbados entre el deseo y la lujuria.
Yanira, ajena a las preocupaciones de su padre, sufría una urgencia impropia de su edad por tomar de la vida todo aquello que ella pensaba que podía hacerla feliz. Sabía el efecto que ejercía sobre los hombres y jugaba con ellos sin dejar que ninguno se le acercase lo suficiente para hacerse necesario. Su madre falleció cuando ella contaba cuatro años y la falta de la compañía y el cariño materno hizo que creciese con la idea de vivir todo lo que su progenitora no pudo.

En el puerto los trabajos proseguían sin pausa. Se había escogido el más grande de los pabellones para que en él tuvieran lugar todos los actos protocolarios de la inauguración. Durante años en ese lugar se habían ido almacenando  mercancías no retiradas por los consignatarios y otros efectos a los que no se les encontraba una utilidad que los hiciese necesarios. Al proceder a su desalojo, los operarios encargados de ello repararon en una caja de grandes dimensiones situada en un rincón al fondo de la nave. La rotulación impresa en la misma indicaba que su remitente era una empresa de Barcelona (España) llamada “Corominas e Hijos S.A” dedicada a la fabricación de imágenes religiosas, mientras que su destinatario era el obispado de la Diócesis del Departamento Caribeño de Barranquilla. La fecha de embarque correspondía al 7 de noviembre de 1877; hacía pues 35 años que esa mercancía había llegado a su destino sin que nadie la reclamase.
La sorpresa de los que presenciaron la apertura de la caja fue mayúscula. Desde el interior una imagen de la Virgen les miraba y parecía sonreírles. Era una talla bellísima a la que el tiempo transcurrido en la oscuridad de su embalaje, arrinconado en aquel almacén, no había afectado en absoluto. Tenía una altura algo superior a la normal y la tez ligeramente morena, semejándose en su apariencia a las mujeres nativas.
Comunicado el hallazgo a los mandatarios locales, y dado lo inminente de las celebraciones previstas, estos decidieron improvisar un altar en el mismo lugar donde la Virgen había estado todo aquel tiempo. El Obispo de la Diócesis tenía anunciada su presencia, junto a las autoridades civiles, para bendecir las nuevas instalaciones y entonces sería el momento de decidir la ubicación definitiva de la imagen.




Matías Ortega Carmona

4 comentarios:

  1. ME ENCANTA LA NARRATIVA,CREO QUE MÁS QUE LA POESÍA.Y TU NOVELA ME ATRAPÓ,QUÉ DEBO HACER PARA CONTINUAR... RAMIRO,YANIRA....LA VIRGEN....TE DIGO QUE ME ABURRÍ AL INICIO,PERO RÁPIDAMENTE CAÍ EN LA TRAMPA DE SU ENCANTO.GRACIAS.
    ESPERO CONTINUAR LEYENDO Y CONOCER"EL MILAGRO...GRACIAS UNA VEZ MÁS.

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    1. Gracias Cari, me alegra que ya la primera parte te haya atrapado. Para seguir entra en el Blog y busca las entregas siguientes. Espero que llegues hasta el final y compartas esta historia con otras amistades.

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  2. Respuestas
    1. Me alegro de que te guste, Mabel. Este es solo el primer capítulo aun quedanotros doce. Sigue y llega hasta el final. Saludos

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