A principio de enero, Samuel, al abrir la valija
procedente de su empresa en España, se encontró con una inesperada
convocatoria. Debía ir a Madrid para informar en persona de cómo se iban
desarrollando los trabajos del Santuario, de la previsión para terminarlos y
analizar otros proyectos que Construcciones de Ultramar tenía previstos en
Sudamérica.
La noticia de este viaje no gustó nada a Yanira,
que ya se encontraba en su tercer mes de embarazo, y aun menos a Ramiro, que
temió que el arquitecto lo aprovechase para no regresar.
Todo lo contrario sucedió en Toledo, donde los
padres del arquitecto no cabían en sí de gozo. Teresa hacía planes para la
llegada de su hijo y rezaba para que no se volviese a marchar. Nada le había
contado Samuel de su vida sentimental pero su silencio y lo prolongado de su
ausencia eran detalles suficientes para que una madre, tan unida a su hijo, se
afirmase en lo hacía tiempo que sospechaba.
El reencuentro con Toledo y su familia fue mucho
más emotivo de lo que Samuel había pensado. En casa, rodeado de atenciones por
sus padres, se sentía feliz. Teresa, siempre dispuesta a mimarle como si aun
fuese el chiquillo que corría, en pantalón corto, por las estrellas callejuelas
de la Judería. Daniel, atento a satisfacer el menor capricho de su hijo, no
económico pues el joven disponía de buenos ingresos provenientes de su trabajo,
se afanaba en encontrar aquellos libros, material de dibujo o tratados de
arquitectura que este no podía hallar en Colombia.
Otra de las cosas que disfrutó el toledano fue del
frío de su ciudad. En ésta apenas se superaban los diez grados mientras en
Puerto Colombia se rondaban los 30 que con la humedad del ambiente parecían
algunos más. Él, criado en el rigor del invierno castellano, siempre soportó
mejor las bajas temperaturas que el calor, de ahí que no fuese excesivamente
abrigado mientras paseaba por la Plaza Zocodover, lugar ideal para tomar el
pulso a la ciudad.
Teresa, veía satisfecha como su hijo disfrutaba de
su estancia con ellos y empezó a urdir un plan para que esta fuese lo más larga
posible.
El 25 de enero, Samuel cumplía 28 años y al estar, en esa fecha, habitualmente fuera de España, hacía algún
tiempo que no celebraban en familia su aniversario. Por eso en esta ocasión
organizaron una gran fiesta en la que el homenajeado, poco dado a la vida
social cuando no estaba en Toledo, se reencontró con familiares y amigos a los
que tenía casi olvidados.
Destacaba entre los invitados la presencia de una
joven hermosa, de mejillas sonrosadas, larga melena de cabello castaño, de
aspecto tímido y porte distinguido que se ruborizó cuando al acercarse a
felicitarlo, Samuel, la sorprendió con dos besos en las mejillas. Teresa, que
observaba todo lo que hacía su hijo, sonrió satisfecha de aquel encuentro que ella
misma había propiciado.
Isabel Serrano Pedraza, era hija de unos amigos de
la familia. Su padre, Fernando, ejercía de notario de la Villa y su madre,
Lucía, era profesora en el Conservatorio de la ciudad. La joven, además de su
belleza física, tenía otras cualidades la hacían candidata a conseguir lo que
la sociedad consideraba un buen matrimonio.
Licenciada en Arte e Historia, a sus veintidós
años, era de un perfil parecido a Teresa, quien veía con muy buenos ojos que la
muchacha pudiese convertirse en su nuera. A la posible suegra, le parecía que
Isabel, con su cultura, belleza y desenvoltura, era la mujer ideal en la que su
hijo podía apoyarse en la vida y progresar en su carrera.
Samuel no reconoció enseguida aquella doncella que
se ruborizaba al sentir sus labios rozándola en sus mejillas. Había visto a
Isabel corretear en multitud de ocasiones por su casa o la tienda de sus
padres. Sus últimos recuerdos le traían la imagen de una adolescente con
trenzas y la cara salpicada de acné, visión que estaba muy lejos de parecerse a
la esplendida mujer que ahora estaba frente a él.
En los días siguientes, los dos jóvenes, se vieron
con asiduidad y pasearon recorriendo, sobre todo, aquellos rincones que el
arquitecto recordaba con mayor nostalgia cuando estaba lejos. Ya no le
acompañaba Teresa hasta el Puente de Alcántara, pero eso no causaba ningún
disgusto a una madre esperanzada en que, por fin, su hijo caminase por la senda
que ella había previsto.
Era durante la noche en la soledad de su lecho
cuando el toledano, acordándose de Yanira, se sorprendía al notar que la
angustia de la separación era más llevadera conforme pasaban las fechas. No
sucedía lo mismo con ella, que iba acumulando lágrimas mientras rezaba porque
su amado volviese.
Ignorante de estos hechos y sin pretenderlo, el
Obispo Orestes Gaviría, se iba a convertir en aliado de la porteña haciendo
efímera la estancia de Samuel en España ya que, por solicitud suya, el
arquitecto debía estar en Puerto Colombia antes del l8 de febrero. En esa fecha
se cumplía un año de la inauguración del nuevo muelle y de la firma del acuerdo
por el que se dio inicio a la construcción del Santuario. Por ese motivo, Su
Eminencia, decidió organizar un acto de homenaje a la Virgen. Quería mantener
viva la ilusión de los porteños hacia ella y ¿Por qué no? también estimularlos
a seguir con sus aportaciones económicas para sufragar los gastos de las obras.
Aunque faltaba mucho para que los trabajos
finalizasen, el evento tendría lugar en la Plaza del Santuario hasta donde la imagen, procedente del Monte Carmelo, sería traída a hombros de
los fieles, en una procesión en la que también participarían las autoridades.
Una vez la comitiva estuviese en la plaza se celebraría una misa solemne
oficiada por el Obispo, ayudado por los sacerdotes de la diócesis.
En el año transcurrido desde que la Virgen ocupó la
capilla en la gruta de la montaña el
fervor por ella había ido en aumento, siendo multitud los porteños y forasteros
que habían convertido aquel sitio en lugar de peregrinación. Esto, había hecho
pensar al Obispo Orestes en la conveniencia de mantener vivo el culto en
aquella capilla una vez la imagen de la Virgen fuese trasladada al Santuario. A
tal fin, realizó el encargo de una talla, de menor tamaño, en los talleres de
imaginería religiosa de Envigado,
municipio cercano a Medellín.
SE COMPLICA LA TRAMA.QUÉ INCONSTANTE Y VOLUBLE SOMOS LOS HUMANOS.QUÉ SUCEDERÁ CON LA FUTURA MADRE.LAS OBRAS LLEGARÁN A SU FIN,?
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