2º VIAJE A LA COSTA DA MORTE
Como en mi anterior
visita a ese litoral, el viaje empieza en mi refugio de La Pedreira en Carnoedo
(Sada). En esta ocasión, Elena y yo, hemos cambiado de acompañantes y vienen
con nosotros nuestros cuñados, Berta y José Mª.
Hasta A Coruña
atravesamos los concellos de Sada y Oleiros por carreteras interiores (la
belleza de los paisajes que ofrece la de la costa es de sobra conocida para
nosotros y recrearnos en ella no es la finalidad de este viaje) buscando
atravesar la ciudad de A Coruña con la mayor rapidez posible. Podemos decir que
una vez en la carretera de Arteixo empieza el verdadero viaje.
La ciudad de Arteixo tiene
atractivos suficientes para detenerse en ella aunque hoy no lo hagamos. Las
ermitas de Pastoriza y Santa Eufemia son un reclamo para los más religiosos o
para los creyentes que acuden a ellas con ofrendas para pedir la curación de
sus males; sus aguas termales también atraen a muchos visitantes que buscan
aliviar sus dolencias o simplemente relajarse y el Puerto Exterior de A Coruña
que divisamos al salir del núcleo urbano es una garantía de futuro para la
comarca. Sus playas, donde empezamos a ver la arena blanca y fina y algunas
dunas, son un anticipo de las que encontraremos en el litoral de la Costa da
Morte.
He renunciado a
utilizar la autopista hasta Carballo como hice en mi anterior viaje. Las
carreteras por las que vamos a transitar exigen más atención al conducir pero
están en buen estado y tienen mayores atractivos para relacionarse con el entorno.
De todos modos, para asegurarme de que llevamos el camino correcto, me detengo
en las dependencias de la Guardia Civil donde un agente muy amablemente me
confirma que vamos bien para llegar a Caión, primera parada de nuestro
recorrido.
Para disfrutar de las
más bellas panorámicas del pueblo de Caión es recomendable ir hasta la ermita
de La Virgen de los Milagros, a la que se llega cogiendo, en la rotonda situada
a la entrada, la carretera de Baldaio. Las gentes de Caión homenajean a su
patrona en una romería que se celebra cada 8 de septiembre. Ese día la Imagen
es trasladada desde la iglesia de San Xurxo, donde está habitualmente, hasta el
lugar. No reúne este tempo, desde el punto de vista arquitectónico, demasiados
atractivos, al menos en lo que se refiere a su apariencia externa, que es lo
que pudimos ver, pero pasar por Caión sin ir hasta allí es perderse un paisaje
irrepetible.
Caión, antiguo puerto
ballenero, es una pequeña localidad con mucho encanto. La Plaza es el centro
neurálgico de la villa, en ella están la Iglesia de San Xurxo y el Pazo dos
Condes de Graxal, y desde ella salen diversas calles que nos llevan al mirador,
paseo marítimo y al puerto.
Pienso, mientras
paseamos por la dársena mirando las embarcaciones, en aquellos hombres que se
hacían a la mar armados de grandes arpones para cazar a las ballenas y me
alegro de que hoy en día puedan, esos grandes cetáceos, surcar esos mares sin que
nadie los acose y pretenda acabar con ellos.
Dejamos Caión y nos
dirigimos a Baldaio, más concretamente a su laguna. He visto muchas veces ese
lugar en fotografías y sé que no es la mejor época del año para verlo en todo
su esplendor, pero aun así me gusta. Los grandes espacios naturales, a ser
posible con poca presencia humana, siempre me han atraído. Las dunas y marismas
están bastante bien conservadas, aunque es imposible olvidarse de que por el
lugar no solo transitan aves y otros animales sino que también pasan hombres,
mujeres y niños; una latas de refresco, algunos papeles y plásticos, hasta un
pañal de bebé usado están tirados aquí y allá despreciando a las papeleras y
contenedores distribuidos por el entorno. Hoy somos pocos los depredadores que
nos hemos acercado hasta allí: apenas
una decena de turistas, cuatro pescadores y media docena de mariscadores ocupamos
el bello e idílico paisaje de las lagunas de Baldaio.
Las lagunas presentan
en estas fechas una gran escasez de
agua, aun así la tranquilidad del lugar nos invita a estar un tiempo paseando
por el mismo admirando su belleza.
Desde las pasarelas
de madera observamos el mar, hoy poco agitado, y al fondo divisamos la isla
Sisarga grande, que forma parte del archipiélago del mismo nombre situado
frente a Malpica de Bergantiños, próxima escala de nuestro viaje.
La carretera por la
que transitamos está en obras y un semáforo portátil nos obliga a detenernos.
Tarda tanto en ponerse verde que me permite bajar del auto y hacer unas
fotografías a unos caballos que están sueltos en una finca vecina.
Malpica nos recibe
con un cielo amenazador, en realidad en toda la mañana el sol ha huido de
nosotros. Aparcamos en el puerto, en cuyo espigón principal, a pesar de haberse
realizado algunas obras, aun hay huellas de los daños que los tremendos
temporales de este pasado invierno han causado.
Éste, también fue en
el pasado un puerto ballenero y hoy en día, olvidada esa actividad, mantiene un
gran número de embarcaciones dedicadas a la pesca, tanto de bajura como de
altura. Cada tarde en su lonja se subasta gran variedad de pescado con el que
los barcos llegan a puerto. Allí se abastecen las pescaderías y restaurantes de
la zona y también muchos particulares que acuden atraídos por la calidad de los
productos de ese mar que baña la Costa da Morte.
La localidad tiene
también una fuente de ingresos en el turismo. No demasiado grande, pero con
atractivos suficientes para que los amantes de la naturaleza nos recreemos con
sus encantos. Las Sisargas (hasta la mayor se puede acceder en embarcaciones
que hacen la travesía desde el puerto de Malpica) son una reserva natural de
flora autóctona además de ornitológica. El centro urbano se recorre enseguida y
en él podemos encontrar la pequeña plaza del Cruceiro, la Iglesia y una fuente
sufragada por Amadeo Villar Amigo y su esposa Mª Luisa Bernal. Este matrimonio,
que hizo fortuna en Argentina, donde él fue comerciante y político, no
olvidaron su origen y contribuyeron económicamente en el desarrollo de su
ciudad.
Dejamos el centro y
nos acercamos hasta la playa, situada en la parte opuesta del puerto. Allí
también quedan vestigios de la fuerza de un mar enfurecido que una y otra vez
ha azotado con fuerza todo el litoral
cantábrico y gallego durante el pasado invierno.
Desde el paseo
marítimo se pueden ver las Sisargas y la ermita de San Hadrián, a la que nos
acercaremos después.
Abandonamos la villa
y en un desvío de la carretera de Ponteceso, a la derecha, cogemos la ruta que
lleva hasta el Faro y la Ermita. En unos minutos nos encontramos en el
Santuario dedicado al Santo que, según cuentan, liberó estas tierras de una
plaga de serpientes llevándolas hasta el mar donde se ahogaron.
La
ermita está cerrada y tenemos que contentarnos (que no es poco) con ver el
exterior y las vistas maravillosas que la naturaleza ofrece en ese lugar. Por
debajo del templo hay una zona de ocio con mesas y barbacoas. Desde allí se
tiene una hermosa vista de Malpica y sus playas, la de Area Maior y la de
de Beo-Seaia. Olas de
aguas limpias, cristalinas, llegan hasta la finísima y blanca arena, bello
espectáculo que nos brinda la naturaleza. Desde la Villa hasta la Ermita hay un
camino que, bordeando las playas, recorren los romeros en la festividad del
Santo. En ese día el lugar se viste de fiesta, se come, se bebe, se danza al
son de las gaitas y se celebra la misa en la que los asistentes homenajean al
Santo. Todo ello en un marco incomparable que yo (aunque también me guste la
fiesta) prefiero disfrutar sin tanto
jolgorio.
Se está haciendo
tarde para comer y además tenemos previsto que la excursión solamente dure un
día, por lo que dejamos para otra ocasión lo mucho, interesante y bello, que
hay en los alrededores y ponemos rumbo a Carballo.
Carballo es una
ciudad referente en la provincia de A Coruña. Capital del Concello del mismo
nombre es una ciudad con gran actividad comercial y constante pujanza
económica, aunque como el resto note los difíciles momentos por los que
atraviesa el país. Comemos, bien y con la abundancia que se estila en Galicia,
en un restaurante que nos recomienda la dueña de una panadería, donde compramos
el famoso pan de Carral, y nos dirigimos al paseo fluvial de Gabenlle en Laracha.
Saliendo de Laracha,
tomando un cruce situado a la derecha de la carretera de Cerceda, en pocos
minutos llegamos al área recreativa de Gabenlle. Una zona de ocio infantil y
otra habilitada como merendero son la antesala de lo que es el paseo fluvial.
En la margen derecha del Río Anllóns se ha instalado una pasarela de madera que
se alarga unos 3 kilómetros. Pasear por ella, acompañados del rumor del agua y
el frescor de la vegetación, es una delicia. A lo largo del camino hay varios
molinos rehabilitados y algún puente que permite pasar a la otra orilla.
Gabenlle es un remanso de paz en plena naturaleza.
Reanudamos el camino
y casi sin darnos cuenta estamos inmersos en el tráfico y bullicio de una gran
ciudad como es A Coruña. Recuerdo lo que hemos dejado atrás y me consuela saber
que en veinte minutos estaré descansando y disfrutando de otro lugar
tan maravilloso como es La Pedreira en Carnoedo.
Matías Ortega Carmona
8 de mayo de 2014.
Es hermoso este recorrido, que gran experiencia estimado Matías, he disfrutado mucho de la lectura y sobretodo de las imágenes. Ya que cada lugar nos deja una enseñanza, por su historia, nada como vivir rodeados de la madre naturaleza, muchas gracias por compartir esta magnifica experiencia, desde México mis bendiciones.
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ResponderEliminarQue buena experiencia, que buenas fotos, que bueno que la gente como tú nos haga disfrutar de las maravillas de la vida, de la naturaleza. Gracias
COMO SIEMPRE QUE LEO,ME QUEDO CON DESEOS DE SEGUIR ALIMENTANDO MI ESPÍRITU CON LA HISTORIA,QUE NO CONOZCO DE LUGARES TAMBIÉN DESCONOCIDOS,PERO QUE GRACIAS A TAN BUENAS FOTOS Y TU GUÍA,PUEDO APRECIAR.
ResponderEliminarGRACIAS SIEMPRE.
Gracias por vuestros comentarios y por compartir conmigo estos viajes, que pena no poder incluir en mis narraciones, además de las imágenes, ese aire de Galicia para que también los que me leen pudesen respirarlo.
ResponderEliminarbellos,lugares de mucha paz!!es como tocar el cielo con las manos..gracias!!Matias
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