Ramiro, montó en cólera al recibir la noticia. No
es que la idea de ser abuelo le molestase pero temía por la indefensión de su
hija en una situación como aquella. Desde que supo que los dos jóvenes estaban
saliendo la previno, sin que esta le hiciese el menor caso, de las
consecuencias que podría tener aquel romance.
El arquitecto no dejaba de ser un extraño en una
tierra a la que lo único que le ataba era su trabajo y ella era una joven que
empezaba a vivir y a la que su bisoñez, en ese tipo de relaciones, podía
pasarle una amarga factura.
Había llorado mucho la falta de su esposa pero era
ahora cuando más notaba su ausencia. Pensaba que quizás no fue todo lo riguroso
que cabía ser en la educación de la chica, pero había puesto en ello todo su
empeño y si no lo hizo mejor es porque ignoraba como hacerlo. Algunas veces se
decía que si hubiese sido un varón, quizás, habría sido más fácil. No le
preocupaba lo que la gente pudiese murmurar sobre su embarazo pues ser madre
soltera, en aquel lugar, era algo más común que extraordinario. No sabía si la
culpa la tenían la música, el sol, el mar, o lo idílico del paisaje, pero lo
cierto es que la juventud se entregaba al sexo con autentico ardor y nula
inhibición. Como consecuencia de ello abundaban las muchachas de Puerto
Colombia, Barranquilla, en general toda la zona caribeña, que acostumbraban a
ser madres a muy temprana edad.
Su padre se tranquilizó un poco cuando Yanira le
explicó la conversación que había mantenido con Samuel aunque las dudas de
Ramiro, persistieron al saber que, en
ningún momento, el arquitecto toledano, había planteado la opción del matrimonio.
Las calles de la ciudad lucían engalanadas con
guirnaldas y con el típico alumbrado que recordaba motivos navideños.
A Samuel, que pasaba su primera Navidad en Puerto
Colombia, se le hacía muy raro contemplar
aquel decorado soportando el calor tórrido y húmedo del diciembre
caribeño, así como ver a la gente en traje de baño, disfrutando de las playas,
en lugar de ir tapados con abrigo y bufanda.
Aprovechando las fiestas, habían salido a navegar
en su velero hasta una pequeña bahía en la que solían fondear la embarcación.
Desde la cubierta, Samuel, observó como la mujer se desnudaba y, cual grácil
sirena, se sumergía en aquella agua nítida y transparente. Nadó despacio,
dejando que las olas la acariciasen, hasta llegar a la orilla y allí,
tendida en la arena, se rindió al abrazo
del sol. Él, viéndola tan hermosa, sintió celos del agua, del sol y por un
momento temió que Neptuno, si realmente
existía, saliese del mar para raptarla y
llevarla con él.
Acunados por el rumor del mar y con la única
compañía de las gaviotas que volaban
incansables sobre el velero, pasaron el día en aquel lugar. Abrazándose los
dos, fundiendo sus cuerpos el uno en el otro, e imitando a las olas que después
de entregarse a la arena renacen en su ímpetu para volver a acometerla de
nuevo. Las manos de él recorrían aquel vientre, en cuyo interior se
desarrollaba una nueva vida, sintiéndose culpable por no tener la misma ilusión
que Yanira y también porque, ese ser,
fuese más el fruto de un descuido que un hijo deseado por ambos.
La cena de Nochebuena es el evento más celebrado en las fiestas navideñas del
departamento del Atlántico. Las familias se reúnen en torno a una mesa bien
provista de las viandas típicas de la zona: buñuelos, natillas y otros dulces
acompañan a los perniles de pavo o de
cerdo y a las sabrosas hayacas (un pastel
hecho con masa de maíz, relleno con guisos de carne de res, cerdo y gallina al cual se le agregan aceitunas, uvas pasas,
alcaparras, pimentón y cebolla, envuelto
de forma rectangular en hojas de plátano) tan populares en toda la zona
caribeña, e importadas por los emigrantes hasta el archipiélago canario, en
España.
Después de cenar la gente sale a la calle y en
unión de sus vecinos, mientras brindan por la llegada del Niño Dios, cantan
villancicos como: El Zagalillo, A la Nanita Nana o Mamá ¿donde están los
juguetes?
La pareja estaba invitada a cenar en casa de Ramiro. Acudirían también
los familiares más allegados y la joven
creyó que sería buen momento para dar la noticia de su embarazo. No es que se
sintiese obligada a ello pero pensó que su padre preferiría que fuese ella
quien lo contase y no que sus parientes se enterasen de ello viéndola engordar
o por los comentarios de la gente.
Esta cena, para Samuel, sería el primer contacto
con la familia de su compañera. Hasta entonces sólo había conocido al padre y
su relación había sido educada pero tensa desde el primer momento. Los recelos
del carpintero de ribera, por una parte,
y la falta de compromiso en la relación que el arquitecto mantenía con su hija,
por otra, eran motivo de desencuentro entre los dos hombres.
Con la puesta de sol fueron llegando los
comensales: Rodolfo, hermano de Ramiro, acompañado de su mujer Emilia, su hija
Susana y Rodi, su hijo menor. Casi al mismo tiempo llegó Cecilia, hermana
soltera de la difunta Luz, que había ayudado mucho a Ramiro en los cuidados de
su hija, cuando se quedó sin madre y de la que se decía también que, cuando la
soledad de la viudez embargaba a su cuñado, le aportaba calor humano en esas
horas de amargo desconsuelo. Los últimos en llegar fueron Mariana, una hermana
divorciada de Ramiro, seguida de sus hijos, Carlos, Rogelio y Lucy.
La velada fue de lo más distendida; Samuel, que
andaba algo preocupado pensando en cómo le iban a recibir los familiares de
Yanira, desechó pronto sus temores pues, éstos, haciendo honor a la
idiosincrasia de los porteños, lo acogieron y le trataron de una forma
sumamente cariñosa.
Después de haber comido y bebido en abundancia, a
los postres, la muchacha pidió a todos los presentes que volviesen a llenar sus
copas y brindasen por su futura maternidad. En ese momento, Samuel, temió que
la noticia provocase algún reproche hacia él. Pensaba que quizás le exigiesen
que, un anuncio como aquel, debía ir acompañado de un compromiso de
formalización de la relación por su parte pero todos, a excepción de Ramiro que
mantenía su semblante serio, felicitaron a la joven pareja y siguieron con la
fiesta.
Hola Matías muy bueno tu relato, ese pastel de carne jajaja, dió hambre y nostalgia de mi tierra mi querida Vzla jajaja uuff que rico , te sigo , un saludo cariñoso desde mi brillo del mar,
ResponderEliminarCOMO.SE COMPLICA LA TRAMA IGUAL QUE LA VIDA.YANIRA MUY CAMBIADA....QUÉ LE ESPERA.?
ResponderEliminarMUY BUENA DESCRIPCIÓN DE COSTUMBRES.